La audiencia general de este miércoles ha tenido lugar en la Plaza de San Pedro donde el Papa ha encontrado grupos de peregrinos y fieles de Italia y de todo el mundo.
El Santo Padre ha proseguido el ciclo de catequesis sobre los Hechos de los Apóstoles, eligiendo esta vez el pasaje “¡Pasa a Macedonia y ayúdanos!" (Hechos 16:9). La fe cristiana llega a Europa (Hechos de los Apóstoles 16, 9-10)
Tras resumir su discurso en diversas lenguas, el Papa ha saludado a los grupos de fieles presentes y ha lanzado un llamamiento por la situación en Iraq, manifestando su pesar por las víctimas de las manifestaciones de protesta en ese país. La audiencia general ha terminado con el canto del Pater Noster y la bendición apostólica.
Catequesis del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Leyendo los Hechos de los Apóstoles se puede ver cómo el Espíritu Santo es el protagonista de la misión de la Iglesia: es Él quien guía el camino de los evangelizadores mostrándoles el camino a seguir.
Lo vemos claramente cuando el apóstol Pablo, llegado a Tróada, tiene una visión. Un macedonio le ruega: "¡Pasa a Macedonia y ayúdanos! (Hechos 16:9). El pueblo de Macedonia del Norte está muy orgulloso de esto, muy orgulloso de haber llamado a Pablo para que Pablo fuera a anunciar a Jesucristo. Recuerdo tanto a ese hermoso pueblo que me recibió con tanto calor: ¡Que conserven esta fe que Pablo les predicó! El Apóstol no duda, se va a Macedonia, seguro de que es Dios mismo quien lo envía, y llega a Filipos, "colonia romana" (Hch 16,12) en la Via Egnatia, para predicar el Evangelio. Pablo se queda allí varios días. Tres son los acontecimientos que caracterizan su estancia en Filipos en estos tres días: tres hechos importantes: 1) la evangelización y el bautismo de Lidia y su familia; 2) su arresto junto con Silas, después de haber exorcizado a una esclava explotada por sus amos; 3) la conversión y el bautismo de su carcelero y de su familia. Veamos estos tres episodios de la vida de Pablo.
La fuerza del Evangelio se dirige sobre todo a las mujeres de Filipos, en particular a Lidia, vendedora de púrpura, en la ciudad de Tiatira, creyente en Dios a quien el Señor abre su corazón "para que se adhiriese a las palabras de Pablo" (Hch 16,14). Lidia, en efecto, acoge a Cristo, recibe el Bautismo junto con su familia y acoge a los que pertenecen a Cristo, acogiendo a Pablo y a Silas en su casa. Aquí tenemos el testimonio de la llegada del cristianismo a Europa: el inicio de un proceso de inculturación que dura también hoy. Entró por Macedonia.
Después de la calidez experimentada en casa de Lidia, Pablo y Silas tendrán que hacer cuentas con la dureza de la prisión: pasan del consuelo de esta conversión de Lidia y de su familia a la desolación de la cárcel a la que los arrojan por haber liberado en el nombre de Jesús "a una esclava poseída de un espíritu adivino" y "producía mucho dinero a sus amos" con el oficio de adivina (Hch 16,16). Sus amos, ganaban mucho y esta pobre esclava hacía lo que hacen los adivinos: te adivinaba el futuro, te leía las manos, como dice la canción: "Toma esta mano, gitana", y por eso la gente pagaba. También hoy, queridos hermanos y hermanas, hay gente que paga por ello. Recuerdo que en mi diócesis, en un parque muy grande, había más de 60 mesitas donde estaban sentados los adivinos y las adivinas, que te leían la mano ¡y la gente creía en estas cosas! Y pagaba. Y esto sucedía también en la época de San Pablo. Sus amos, en represalia, denuncian a Pablo y llevan a los Apóstoles ante los jueces acusándoles de desorden público.
Pero ¿qué pasa? Pablo está en la prisión y durante su encarcelamiento se produce un hecho sorprendente. Está desolado pero, en vez de quejarse, Pablo y Silas entonan una alabanza a Dios y esta alabanza desencadena una fuerza que los libera: durante la oración un terremoto sacude los cimientos de la prisión, se abren las puertas y caen las cadenas de todos (cf. Hch 16,25-26). Como la oración de Pentecostés, la de cárcel también tiene efectos prodigiosos.
El carcelero, creyendo que los prisioneros habían huido, quería matarse, porque los carceleros pagaban con su propia vida la huida de los prisioneros, pero Pablo le grita: "Estamos todos aquí". (Hechos 16:27-28). El carcelero pregunta entonces: "¿Qué tengo que hacer para salvarme?" (v. 30). La respuesta es: "Ten fe en el Señor Jesús y te salvarás tú y tu casa" (v. 31). En ese momento se produce el cambio: en el corazón de la noche, el carcelero escucha la palabra del Señor con su familia, acoge a los apóstoles, les lava las heridas –porque les habían pegado- y recibe el bautismo junto a los suyos; luego, "se alegró con toda su familia por haber creído en Dios" (v. 34), prepara la mesa e invita a Pablo y Silas a quedarse con ellos: ¡el momento del consuelo! En el corazón de la noche de este carcelero anónimo, la luz de Cristo brilla y vence a las tinieblas: las cadenas del corazón caen y brota en él y en sus una alegría nunca antes experimentada. Así es como el Espíritu Santo hace la misión: desde el principio, desde Pentecostés en adelante, Él es el protagonista de la misión. Y nos lleva hacia adelante, necesitamos ser fieles a la vocación que el Espíritu nos mueve a hacer. Para llevar el Evangelio.
Pidamos también nosotros hoy al Espíritu Santo un corazón abierto, sensible a Dios y hospitalario con nuestros hermanos y hermanas, como el de Lidia, y una fe audaz, como la de Pablo y Silas, y también una apertura del corazón, como la del carcelero que se deja tocar por el Espíritu Santo.
Saludos en español
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española venidos de España y de Latinoamérica Pidamos al Espíritu Santo que nos dé un corazón abierto a Dios y acogedor con los demás, con una fe audaz capaz de romper las cadenas que nos oprimen a nosotros y a los demás. Que Dios los bendiga.
Saludos en otros idiomas
El Papa saludó a los peregrinos polacos y recordó que “nos acercamos a la solemnidad de Todos los Santos y a la memoria de todos los fieles que han muerto. Como decía San Juan Pablo II, estos días "nos invitan a mirar al cielo, meta de nuestra peregrinación terrena". Allí nos espera la comunidad festiva de los santos. Allí nos encontraremos con nuestros queridos difuntos", por los que ahora se eleva nuestra oración. Vivamos el misterio de la comunión de los santos con la esperanza que brota de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo. ¡Os bendigo de todo corazón!
Por último dedicó un pensamiento especial a los jóvenes, los ancianos, los enfermos y los recién casados. “Al final del mes de octubre –dijo- invocamos a María, Madre de Jesús y Madre nuestra. Aprended a dirigiros a ella rezando el Rosario. ¡Que la Virgen sea vuestro apoyo en el camino de seguimiento de su Hijo Jesucristo!”.
Llamamiento del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas, mis pensamientos se dirigen al amado Iraq, donde las manifestaciones de protesta que han tenido lugar durante este mes han causado muchos muertos y heridos. Al tiempo que expreso pesar por las víctimas y cercanía a sus familias y a los heridos, invito a las autoridades a escuchar el grito de la población que pide una vida digna y pacífica. Exhorto a todos los iraquíes, con el sostén de la comunidad internacional, a seguir el camino del diálogo y de la reconciliación y a buscar las soluciones justas a los desafíos y problemas del país. Rezo para que ese pueblo atormentado encuentre paz y estabilidad después de tantos años de guerra y de violencia en los que ha sufrido mucho.