Queridas hermanas:
Las saludo con alegría en la celebración de vuestro 37 Capítulo General, y junto a ustedes quiero extender este saludo a las hermanas que trabajan por el mundo y a todos los miembros de la Familia Jesús-María. Quiero recordar también a los más pequeños, a los niños de vuestras escuelas y colegios. El tema que habéis elegido para este Capítulo es: “En camino, con esperanza, como una familia apostólica”, teniendo como icono bíblico la Visitación de María (cf. Lc 1,39-56).
Santa Claudina Thévenet inició esta obra apostólica sobre lo pequeño, sobre la pobreza. En estos 200 años se ha extendido fecundamente por todo el mundo, hasta estar presente hoy en 28 países, 4 continentes. Esta historia nos habla de un caminar sin descanso. Siempre en camino, como María en la Visitación, atenta a las necesidades. Caminando de prisa, pero no ansiosa. Siempre en camino, con alegría y esperanza, para poder comunicar a todos la bondad y el amor de Dios. En este sentido me gustaría sugerirles tres senderos para seguir caminando; y los tomo de la oración que les sirvió a ustedes para la Congregación del Capítulo general.
El primer sendero es ser testigos de la bondad misericordiosa de Dios. El nombre de Dios es misericordia. Esta ha sido la experiencia fundante de santa Claudina, el conocimiento de la bondad de Dios, misericordioso que perdona. Desde aquel día en la que ella misma presenció el fusilamiento de sus propios hermanos y el mensaje que ellos le confiaron: “Claudina, perdona como nosotros perdonamos”, vuestra Fundadora, supo mirar la realidad desde Dios que es bueno y ama a las personas con un amor sin condiciones. Una vez cuando hablé de esto, después vino una persona que había escuchado este mensaje de misericordia y me dijo: Dios siempre es perdedor, siempre pierde. Y sí, parece que sí, no le interesa ganar, le interesa que nosotros ganemos. Esa es su misericordia. Dios nos mira y experimentamos su misericordia; con su bondad cambia la realidad amándola. Sería bueno en estos momentos del Capítulo que revisaran y recordaran vuestra vida, vuestra vocación, misión a luz de esta mirada, para seguir siendo tocadas por Dios, presente en las miserias de nuestro tiempo. Sólo con esta mirada se hacen nuevas todas las cosas; sólo dejándonos mirar por el Señor, como la Virgen María (cf. Lc 1,48), podremos nosotros mirar la realidad con los ojos de Dios y ser sus testigos, pues la mirada de Dios cambia, nos cambia, educa, educa nuestra mirada.
Necesitamos mirar nuestro mundo con simpatía, sin miedo, sin prejuicios, con valentía, como lo mira Dios, sintiendo nuestros los dolores, los gozos, las esperanzas de nuestros hermanos; desde ahí anunciar con la vida y la palabra, y hacer «conocer y amar a Jesús y a María», con la creatividad de diaconías y obras de apostolado. «¡Cuán bueno es Dios!» fueron las últimas palabras de Claudina. Sean estas palabras también las de ustedes en vuestros senderos, todos los días.
El segundo sendero para caminar es la vida de fraternidad y solidaridad. Ustedes son un cuerpo apostólico que vive en comunidad fraterna. De este modo se animan unas a otras al seguimiento de Jesús y suscitan nuevas vocaciones. Es necesario ahondar en la comunidad con relaciones cada vez más evangélicas, de modo que pasen a ser fraternidades cada vez más apostólicas, hermanas en misión, capaces de “contagiar” a otras jóvenes para que puedan seguir esta forma de consagración. Para esto hace falta abrirse al encuentro con los jóvenes, no les tengan miedo, no les tengan miedo: a través de vuestro testimonio de vida podrán ver en ustedes algo diferente que el mundo no les puede ofrecer: la alegría de seguir a Cristo. Pero la alegría como una de las notas de la propia vida, ¿no? A mí me da pena, lo confieso, cuando veo religiosos o religiosas tristes, tristes, con cara de velorio, cara de funeral. Y a mí, me vienen ganas de decirle: Decime, ¿qué desayunaste hoy, café con leche o aceite? ¿O vinagre?
La alegría, por favor, ese mirar con paz, con sonrisa, sale de adentro, y escápense de la espiritualidad: “sí, pero”. El “sí, pero”. El “pero”, ese es un camino hacia la tristeza siempre.
La vida fraterna en comunidad es profecía para el mundo. Vuestra Fundadora les decía «que la caridad sea como la niña de vuestros ojos» (Positio, p. 231) para que este gran deseo abra en ustedes relaciones fraternas, de comunión que puedan ser signo del Evangelio. Este mismo camino se abre a la solidaridad con el resto de nuestros hermanos, compartiendo cuanto son y cuanto tienen. En colaboración con la Familia de Jesús-María y sus colaboradores en la misión, sigan construyendo redes de comunión y de solidaridad. Se trata como decían en la oración por el capítulo de “amar y servir sin condiciones”.
El último sendero que me gustaría señalar es discernir y tener la valentía de ir más allá. Siempre más allá. Hay un canto muy lindo que suelen cantar los jóvenes que es: “Más allá de las fronteras”. ¿Lo conocen? Y los jóvenes cantan eso, ¿no? Siempre más allá. La Iglesia es misionera, porque Dios es el primer misionero. Dios se abre en salida, entra en el mundo y asume lo humano. Ustedes participan de esta misión con su vida y su apostolado, pues el testimonio es primordial en la evangelización (cf. Pablo VI, Exhort. ap. Evangelii nuntiandi, 69). Pero como el amor se demuestra en las obras, no se cansen de hacer conocer la bondad de Dios a través de las obras apostólicas que realizan. Se debe recordar que empezó cuando santa Claudina acogió a dos huérfanas abandonadas en el pórtico de la parroquia de Saint Nizier, pero los nuevos escenarios les están pidiendo también, de forma creativa, nuevas formas de evangelizar y de misionar, y de hacer conocer a Jesús y María. No tengan miedo, si van en comunidad, si tienen el apoyo de la fraternidad, y saben discernir, no hay que temer. Porque una cosa linda en nosotros es que cuando nos equivocamos, tenemos la posibilidad de volver atrás. Cuando vamos con la comunidad, con el Señor y con buen discernimiento.
Se necesita salir «fuera de la puerta» (Hch 16,13), como lo hiciera también vuestra Fundadora, pero no para hacer una memoria conmovedora, sino para volver a encontrar el carisma in statu nascenti. O sea, el carisma apenas nacido. Se requiere discernimiento para saber ir más allá y plantearnos si nuestros apostolados y nuestras obras, nuestras presencias, ministerios responden o no a lo que el Espíritu Santo pidió a santa Claudina y a la Congregación a lo largo de estos 200 años de historia. Las animo a discernir, evaluar y elegir para poder responder cada vez mejor a lo que Dios quiere de ustedes hoy. Nuestro tiempo también nos pide descubrir nuevos medios de evangelización y misión, pero siempre como cuerpo apostólico; porque los compromisos y cansancios solitarios no tienen futuro. Puede ser que alguna de ustedes tenga una vocación especial para abrir una brecha en cierto camino. Y ella sola lo tiene. Que vaya por ahí, físicamente sola, pero con toda la comunidad detrás. No dejen sola a ninguna.
Estimadas hermanas: Les agradezco todo el bien que hacen en la Iglesia y en el mundo, y también este fraterno encuentro. Que la Virgen Madre las acompañe en este camino para que puedan seguir encontrando a nuestros hermanos y hermanas, como lo hacía santa Claudina. Y, por favor, no se olviden de rezar por mí. Muchas gracias.