El Papa Francisco se ha asomado a mediodía a la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico Vaticano para rezar el ángelus con los fieles reunidos en la plaza de San Pedro para la habitual cita dominical.
Estas han sido las palabras del Santo Padre durante la oración mariana:
Antes del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En primer lugar, debo disculparme por el retraso, pero ha habido un incidente: ¡me he quedado encerrado en el ascensor durante 25 minutos! Hubo una caída de electricidad y el ascensor se detuvo. Gracias a Dios que el Cuerpo de Bomberos vino —¡se lo agradezco mucho!— y después de 25 minutos de trabajo consiguieron que funcionara. ¡Un aplauso para el Cuerpo de Bomberos!
El Evangelio de este domingo (cf. Lucas 14, 1. 7-14) nos muestra a Jesús participando en un banquete en la casa de un líder de los fariseos. Jesús mira y observa cómo corren los invitados, se apresuran a llegar a los primeros lugares. Esta es una actitud bastante extendida, incluso en nuestros días, y no sólo cuando se nos invita a comer: normalmente, buscamos el primer lugar para afirmar una supuesta superioridad sobre los demás. En realidad, esta carrera hacia los primeros lugares perjudica a la comunidad, tanto civil como eclesial, porque arruina la fraternidad. Todos conocemos a esta gente: escaladores, que siempre suben para arriba, arriba.... Hacen daño a la fraternidad, dañan la fraternidad.
Frente a esta escena, Jesús cuenta dos parábolas cortas. La primera parábola se dirige al invitado a un banquete, y le exhorta a no ponerse en primer lugar, «no sea —dice— que haya sido convidado otro más distinguido que tú y viniendo el que os convidó a ti y a él, te diga: “deja el sitio a este” y entonces vayas a ocupar avergonzado el último puesto» (cf. vv. 8-9). En cambio, Jesús nos enseña a tener una actitud opuesta: «Al contrario, cuando seas convidado, vete a sentarte en el último puesto, de manera que, cuando venga el que te convidó, te diga: “Amigo, sube más arriba”» (v. 10). Por lo tanto, no debemos buscar por nuestra propia iniciativa la atención y consideración de los demás, sino más bien dejar que otros nos la presten. Jesús siempre nos muestra el camino de la humildad —¡debemos aprender el camino de la humildad!— porque es el más auténtico, lo que también nos permite tener relaciones auténticas. Verdadera humildad, no falsa humildad, lo que en Piamonte se llama la mugna quacia, no, no esa. La verdadera humildad.
En la segunda parábola, Jesús se dirige al que invita y, refiriéndose a la manera de seleccionar a los invitados, le dice: «Cuando des un banquete, llama a los pobres, a los lisiados, a los cojos, a los ciegos; y serás dichoso, porque no te pueden corresponder» (vv. 13-14). Aquí también, Jesús va completamente a contracorriente, manifestando como siempre la lógica de Dios Padre. Y también añade la clave para interpretar este discurso suyo. ¿Y cuál es la clave? Una promesa: si haces esto, «se te recompensará en la resurrección de los justos» (v. 14). Esto significa que quien se comporte de esta manera tendrá la recompensa divina, muy superior al intercambio humano: Yo te hago este favor esperando que me hagas otro. No, esto no es cristiano. La humilde generosidad es cristiana. El intercambio humano, de hecho, suele distorsionar las relaciones, las hace «comerciales», introduciendo un interés personal en una relación que debe ser generosa y libre. En cambio, Jesús invita a la generosidad desinteresada, a abrir el camino a una alegría mucho mayor, la alegría de ser parte del amor mismo de Dios que nos espera a todos en el banquete celestial.
Que la Virgen María, «humilde y elevada más que criatura» (Dante, Paraíso, XXXIII, 2), nos ayude a reconocernos como somos, es decir, como pequeños; y a alegrarnos de dar sin nada a cambio.
Después del Ángelus:
Hoy, 1 de septiembre, es el Día Mundial de Oración por el Cuidado de la Creación. Una oración ecuménica, que anima la conciencia y el compromiso de proteger nuestro hogar común, partiendo de un estilo de vida personal y familiar más sostenible. Desde hoy y hasta el 4 de octubre, fiesta de San Francisco de Asís, es un tiempo propicio para la alabanza de Dios a todas sus criaturas y la asunción de responsabilidades ante el clamor de la tierra.
Os saludo a todos, los procedentes de Italia y de varias partes del mundo. En particular, saludo a los peregrinos ucranianos —¡Slava Jisusu Khristu!— que han venido de diferentes países con motivo del Sínodo de Obispos de la Iglesia greco-católica ucraniana, que tendrá lugar en Roma en los próximos días.
Saludo a las Hermanas y a los jóvenes en formación del Instituto de San José Benito Cottolengo. ¡Gracias! ¡Gracias por su testimonio! Gracias por lo que hacen y por lo que nos enseñan; ¡adelante, adelante, adelante! Los ciclistas de Cunardo y los fieles de Cerro di Bottanuco; el grupo de Acción Católica de Lecce y los jóvenes de San Matteo della Decima, Gallo Ferrarese y Capriate San Gervasio.
El próximo miércoles, si Dios quiere, partiré para un viaje apostólico a África, para visitar al pueblo de Mozambique, Madagascar y Mauricio. Os pido que me acompañéis con la oración, para que esta visita pastoral dé los frutos deseados.
El próximo 5 de octubre tendré un Consistorio para el nombramiento de diez nuevos Cardenales. Su origen expresa la vocación misionera de la Iglesia, que sigue proclamando el amor misericordioso de Dios a todos los hombres de la tierra. Aquí están los nombres de los nuevos cardenales:
Mons. Miguel Ángel Ayuso Guixot, Presidente del Pontificio Consejo para el Diálogo Interreligioso;
Mons. José Tolentino Calaça de Mendonça, Archivero y Bibliotecario de la Santa Iglesia Romana;
Mons. Ignatius Suharyo Hardjoatmodjo, Arzobispo de Yakarta;
Mons. Juan de la Caridad García Rodríguez, Arzobispo de San Cristóbal de La Habana;
Mons. Fridolin Ambongo Besungu, Arzobispo de Kinshasa;
Mons. Jean-Claude Hollerich, Arzobispo de Luxemburgo;
Mons. Álvaro Leonel Ramazzini Imeri, Obispo de Huehuetenango;
Mons. Matteo Zuppi, arzobispo de Bolonia;
Mons. Cristóbal López Romero, Arzobispo de Rabat;
Padre Michael Czerny, S.J., Subsecretario de la Sección de Migrantes del Dicasterio para el Servicio de Desarrollo Humano Integral.
Junto con ellos, uniré a los miembros del Colegio Cardenalicio a dos arzobispos y un obispo que se han distinguido por su servicio a la Iglesia:
Mons. Michael Louis Fitzgerald, Arzobispo Emérito de Nepte;
Mons. Sigitas Tamkevičius, Arzobispo Emérito de Kaunas;
Mons. Eugenio Dal Corso, obispo emérito de Benguela.
Recemos por los nuevos Cardenales para que, confirmando su adhesión a Cristo, me ayuden en mi ministerio como Obispo de Roma para el bien de todo el pueblo santo y fiel de Dios.
Y les deseo a todos un feliz domingo. Por favor, no se olviden de rezar por mí. Que tengan un buen almuerzo y hasta pronto.