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Carta del Cardenal Secretario de Estado al Presidente del Centro de Acción Litúrgica con ocasión de la 70ª Semana Litúrgica Nacional (Mesina, 26-29 de agosto de 2019), 26.08.2019

Publicamos a continuación la carta que el Cardenal Secretario de Estado, Pietro Parolin, ha enviado a S.E. Mons. Claudio Maniago, obispo de Castellaneta y Presidente del Centro de Acción Litúrgica, con ocasión de la 70ª Semana Litúrgica Nacional, que se celebra del 26 al 29 de agosto de 2019 en Messina, sobre el tema "Liturgia: llamada para todos a la santidad bautismal":

Carta de S.E. el cardenal Pietro Parolin

Vaticano, 16 de agosto de 2019

Excelencia Reverendísima,

Me complace transmitirle el cordial saludo del Santo Padre Francisco, a usted, a S.E. Mons. Giovanni Accolla, arzobispo de Messina-Lipari-Santa Lucía del Mela, y a todos los que participarán en la Semana litúrgica nacional, cuyo recorrido ininterrumpido llega hoy a su 70º año. Es significativo recordar cómo, yendo de diócesis en diócesis a lo largo de la península italiana, esta iniciativa ha podido preparar, acompañar, dar a conocer y profundizar el camino de renovación litúrgica querido por el Concilio Vaticano II, como ha reconocido el Papa Francisco, subrayando que "no faltaba la fatiga, pero tampoco la alegría", y exhortando: " Y aún este compromiso que os pido hoy: ayudar a los ministros ordenados, como los otros ministros, los cantores, los artistas, los músicos, a cooperar para que la liturgia sea «fuente y culmen de la vitalidad de la Iglesia» (cf. Sacrosanctum Concilium, 10)" (Discurso a los participantes en la 68ª Semana litúrgica nacional, 24 de agosto de 2017).

La sensibilidad eclesial del Centro de Acción Litúrgica y la preocupación pastoral de la archidiócesis anfitriona han convergido en la necesidad de colocar la santidad en el centro de la reflexión de la cita anual: "Liturgia: llamada para  todos a la santidad bautismal". "Elegidos para ser santos e inmaculados ante él en la caridad (Ef 1, 4)". Recientemente el Papa Francisco quiso llamar la atención de todos los creyentes sobre esta verdad fundamental de la fe y de la vida cristiana, puesta a la luz por los padres conciliares (cf. Lumen Gentium, 9; 40), con el fin de " hacer resonar una vez más el llamado a la santidad, procurando encarnarlo en el contexto actual, con sus riesgos, desafíos y oportunidades. " (Exhortación apostólica Gaudete et Exsultate, 2).

El tema de la santidad llama de manera inmediata y directa a la liturgia. El Papa Francisco recordó en la mencionada audiencia que " La liturgia está «viva» por la presencia viva de Aquel que «muriendo destruyó nuestra muerte, y resucitando restauró nuestra vida» (Prefacio pascual I). " y que "la liturgia es vida para todo el pueblo de la Iglesia". En efecto, el Concilio Vaticano II enseña que " Cristo está siempre presente en su Iglesia, sobre todo en la acción litúrgica. " y " en esta obra tan grande por la que Dios es perfectamente glorificado y los hombres santificados, Cristo asocia siempre consigo a su amadísima Esposa la Iglesia, que invoca a su Señor y por El tributa culto al Padre Eterno.”. Y añade: " Con razón, pues, se considera la Liturgia como el ejercicio del sacerdocio de Jesucristo. En ella los signos sensibles significan y, cada uno a su manera, realizan la santificación del hombre, y así el Cuerpo Místico de Jesucristo, es decir, la Cabeza y sus miembros, ejerce el culto público íntegro. “(Sacrosanctum Concilium, 7). Los Padres del Concilio insisten en que la liturgia, en el momento en que celebra la santidad, santifica a los que participan en ella y de este modo glorifica el Nombre santo e inefable. La santidad acogida y celebrada en la liturgia muestra la trascendencia de Dios, el Tres Veces Santo, el Altísimo, el Omnipotente, "el Bienaventurado y único Soberano, el Rey de los reyes y el Señor de los señores, el único que posee Inmortalidad y habita en una luz inaccesible" (1Tim 6,15-16), pero en la liturgia, en continuidad con la Encarnación, la “Divina Majestad” se ofrece  en la cercanía al hombre. La liturgia, de hecho, es la actuación sacramental de la Alianza del Padre con los hombres en el Hijo, el Verbo hecho carne, para permitir a los hombres vivir su propia vida, haciéndolos hijos en el Hijo y templo vivo del Espíritu. En la liturgia, la inaccesible santidad de Dios se hace tangible en Cristo y en él se presenta y se comunica con el rostro de la misericordia, del ágape, del amor gratuito que el Padre derrama en el corazón de los creyentes por medio del don del Espíritu (cf. Rm 5, 5).

El Santo Padre espera que de las celebraciones y reflexiones de la Semana madure la conciencia de que la liturgia es un lugar privilegiado donde la santidad de Dios nos atrae hacia sí con su belleza, su verdad y su bondad. Particularmente en la Eucaristía, el Espíritu Santo nos hace entrar en el Misterio pascual, permitiéndonos pasar con Cristo de la muerte a la vida, haciéndonos partícipes de la vida divina que, recibida, transfigura todo nuestro ser mortal, haciéndolo capaz de amar como Él, ofreciendo nuestra propia vida al servicio de los hermanos (cf. Catequesis del 22 de noviembre de 2017). “Para que la vida sea verdaderamente una alabanza agradable Dios, es ciertamente necesario cambiar el corazón. La conversión cristiana está orientada a esta conversión, que es un encuentro de vida con el «Dios de los vivientes» (Mt 22,32). La liturgia es una experiencia encaminada a la conversión de la vida a través de la asimilación de la manera de pensar y de comportarse del Señor, es la vida que forma un tesoro viviente que no puede reducirse a gustos, recetas y corrientes, sino que debe ser recibido con docilidad y promovido con amor, como un alimento insustituible para el crecimiento orgánico del Pueblo de Dios... La liturgia no es “el campo del hágalo usted mismo”, sino la epifanía de la comunión eclesial. Por lo tanto, en las oraciones y en los gestos resuena el “nosotros” y no el “yo”; la comunidad real, no el sujeto ideal. (Discurso a la Plenaria de la Congregación y el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, 14 de febrero de 2019).

Por tanto, la tarea que os espera es preciosa: difundir en el pueblo de Dios el esplendor del misterio vivo del Señor, que se manifiesta en la liturgia, con una formación litúrgica encaminada a que todos tomen conciencia del papel insustituible de la liturgia en la Iglesia y para la Iglesia. Concretamente, se trata de ayudar a las comunidades a interiorizar mejor la oración de la Iglesia, a amarla como experiencia de encuentro con el Señor y con los hermanos y, a la luz de ello, a redescubrir sus contenidos y a observar sus ritos. La liturgia será auténtica, es decir, capaz de formar y transformar a quienes participan en ella, si estos, pastores y laicos, aprenden cada vez más a captar su significado y su lenguaje simbólico, incluyendo el arte, el canto y la música al servicio del misterio celebrado, comprendido el silencio. La mistagógica se revela como el camino idóneo para entrar en este itinerario, en el que se aprende a acoger con asombro la nueva vida recibida por medio de los sacramentos y a renovarla continuamente con alegría (cf. ibíd.).

El Santo Padre nos asegura su especial recuerdo en la oración, para que el trabajo de estos días de frutos buenos y abundantes para el camino de las Iglesias en Italia y, al pedir el recuerdo en la oración, imparte de corazón una especial bendición a los obispos, sacerdotes, diáconos, religiosos, religiosas y laicos presentes, así como a los relatores, confiando a todos al cuidado maternal de María, Madre de la Iglesia.

Al unir mis votos personales de buenos deseos, aprovecho la ocasión para confirmar mi respeto a Su Excelencia Reverendísima

 

Cardenal Pietro Parolin

Secretario de Estado