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Pontificio Instituto de las Misiones Extranjeras: “Una familia de apóstoles”, 20.05.2019

Hace casi 170 años nacía en Milán el Seminario de las Misiones Extranjeras, por voluntad del entonces obispo de Pavía, Mons. Angelo Ramazzotti, basado en el principio de la corresponsabilidad de todas las diócesis en la difusión del Evangelio a los pueblos que todavía no conocían a Cristo.  Fue una novedad absoluta, precedida solamente por la fundación del Instituto de las Misiones Extranjeras de París, ya que hasta entonces el apostolado misionero estaba totalmente en manos de las órdenes y congregaciones religiosas. Después de esa fecha, empieza a ser tarea de las Iglesias particulares que se comprometen a abrirse a todo el mundo para mandar a sus sacerdotes más allá de sus fronteras.

Más de siglo  y medio después, el actual PIME (Pontificio Instituto para las Misiones Extranjeras) está presente  en Oceanía, India, Bangladesh, Myanmar, Hong Kong,  China, Brasil y el Amazonas, en los Estados Unidos, en Japón, Guinea-Bissau, Filipinas, Camerún, Costa de Marfil, Tailandia, Camboya, Papúa Nueva Guinea, México, Argelia y Chad y su historia está jalonada de santos  y mártires. Son, como ha afirmado hoy el Papa Francisco “una "familia de apóstoles", una comunidad internacional de sacerdotes y laicos que viven en comunión de vida y actividad”.

Los miembros del PIME han sido recibidos esta mañana en audiencia por el Santo Padre con motivo de la celebración de su capítulo general cuyo lema, tomado de la carta de San Pablo a los Corintios es “¡Ay de mí, si no predicase el Evangelio: personas, lugares y modos de la misión para el PIME de hoy y de mañana”.
“Evangelizar  es la gracia y la vocación propias de su Instituto, su identidad más profunda –observó el Santo Padre-  Sin embargo, esta misión, siempre es bueno subrayarlo, no os pertenece, porque brota de la gracia de Dios: « La primera palabra, la iniciativa verdadera, la actividad verdadera viene de Dios y sólo si entramos en esta iniciativa divina, sólo si imploramos esta iniciativa divina, podremos también ser —con Él y en Él— evangelizadores»"(Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, 112).
Después  recordó la convocatoria ,el próximo octubre, del  Mes Misionero Extraordinario, que conmemora también los 100 años de la publicación de la  Carta apostólica Maximum illud de Benedicto XV, y cuyo tema es "Bautizado y enviado: la Iglesia de Cristo en  misión en el mundo". “El objetivo de esta iniciativa – dijo-  es " despertar aún más la conciencia misionera de la missio ad gentes y de retomar con un nuevo impulso la transformación misionera de la vida y de la pastoral" (Carta de convocatoria, 22 de octubre de 2017). Y vosotros,  los misioneros sois los protagonistas de este aniversario, para que sea una oportunidad para renovar el celo misionero ad gentes, para que toda vuestra vida, vuestros planes, vuestro trabajo, vuestras propias estructuras saquen de la misión y del anuncio del Evangelio linfa vital y criterios de renovación”.

El Papa advirtió  de un peligro que vuelve a surgir aunque parecía superado, el de confundir la evangelización con el proselitismo.  “No- subrayó-  La evangelización es un testimonio de Jesucristo, muerto y resucitado. Es Él quien atrae. Por eso la Iglesia crece por atracción y no por proselitismo, como dijo Benedicto XVI. Pero esta confusión ha nacido en cierta medida de una concepción político-económica de la "evangelización", que ya no es evangelización. Luego la presencia, la presencia concreta, por la que te  preguntan por qué eres así. Y entonces anuncias a Jesucristo. No es buscar nuevos socios para esta "sociedad católica", no, es mostrar a Jesús: que se muestre  en mi persona, en mi comportamiento; y abrir con mi vida espacios  a Jesús. Esto es evangelizar. Y esto es lo que vuestros  fundadores tenían en sus corazones.

Al final, citando de nuevo su carta de convocatoria para el Mes Misionero Extraordinario, el Santo Padre les exhortó a no tener miedo de realizar «una opción misionera capaz de transformarlo todo, para que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se conviertan en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual”.