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Las palabras del Papa en la oración del Regina Coeli, 28.04.2019

Hoy, II Domingo de Pascua o de la Misericordia,  el Papa Francisco se ha asomado a mediodía a  la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico Vaticano para rezar el Regina Coeli con los fieles reunidos en la plaza de San Pedro para la habitual cita dominical.

Estas han sido las palabras del Santo Padre durante la oración mariana:

Antes del Regina Coeli

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El evangelio de hoy (Juan 20: 19-31) narra que el día de Pascua Jesús se aparece por la tarde a sus discípulos en el Cenáculo, llevando tres dones: la paz, la alegría y la misión apostólica.

Sus primeras palabras son: “La paz sea contigo” (v. 21). El Señor Resucitado trae auténtica paz, porque a través de su sacrificio en la cruz ha cumplido la reconciliación entre Dios y la humanidad y ha vencido al pecado y a la muerte. Esta es la paz. Sus discípulos eran los primeros que necesitaban esta paz, porque después de la captura y la condena a  muerte del Maestro, habían caído en el desamparo y el miedo. Jesús se presenta vivo en medio de  ellos y mostrando sus llagas- Jesús quiso conservar sus llagas- en el cuerpo glorioso, da la paz como fruto de su victoria. Pero esa tarde no estaba presente el apóstol Tomás. Informado de este hecho extraordinario, él, incrédulo ante el testimonio de los otros apóstoles, pretende verificar personalmente la verdad de lo que afirman. Ocho días después, tal como hoy, se repite la aparición: Jesús sale al encuentro de la incredulidad de Tomás invitándole a tocar sus llagas. Constituyen la fuente de la paz, porque son el signo del amor inmenso de Jesús, que derrotó a las fuerzas hostiles contra el  hombre, es decir, el pecado, el mal y la muerte. Lo invita a tocar las llagas, es una enseñanza para nosotros, como si Jesús dijera a cada uno de nosotros: “Si  no estás en paz, toca mis llagas”.

Tocar las llagas de Jesús, que son los tantos problemas, las dificultades, las persecuciones, las enfermedades de tanta gente que sufre. ¿Tú no estás en paz?, Ve, ve a visitar a alguien que es símbolo de la llaga de Jesús, toca la llaga de Jesús. De esas llagas brota la misericordia. Por eso hoy es el domingo de la misericordia. Un santo decía que el cuerpo de Jesús crucificado es como un saco de misericordia, que a través de las llagas viene hacia todos nosotros. Todos nosotros necesitamos de la misericordia, lo sabemos. Acerquémonos a Jesús y toquemos  sus llagas, en nuestros hermanos que sufren. Las heridas de Jesús son un tesoro: de ellas brota la misericordia. Seamos valerosos y toquemos las llagas de Jesús. Con estas llagas está delante del Padre y se las enseña, como si dijera. “Padre, este es el precio, estas llagas son lo que yo he pagado por mis hermanos”. Con sus llagas Jesús intercede ante el Padre. Nos da la misericordia si nos acercamos e intercede por nosotros. No olvidéis las llagas de Jesús.

El segundo don que Jesús resucitado lleva a los discípulos es la alegría. El evangelista relata que los discípulos se alegraron al ver al Señor “(v. 20). Y también hay un versículo, en la versión de Lucas.  que dice que “no podían creer de la alegría”. También a nosotros cuando nos pasa algo increíble demasiado bonito, nos sale de dentro decir: “¡No me lo puedo creer, esto no es verdad!” y así decían los discípulos, no podían creer de tanta alegría. Y esa es la alegría que nos da Jesús. Si estás triste, si no estás en paz, mira a Jesús crucificado a Jesús resucitado, mira sus llagas y toma esa alegría.

Y luego, además de la paz y de la alegría, Jesús da a sus discípulos una nueva misión: Les dice “Así como el Padre me envió, yo también os envío” (v. 21). La resurrección de Jesús es el inicio de un nuevo dinamismo  de amor capaz de transformar el mundo con la presencia del Espíritu Santo.

En este segundo domingo de Pascua, estamos invitados a acercarnos a Cristo con fe, abriendo nuestros corazones a la paz, a la alegría y a la misión, pero no olvidemos las llagas de Jesús, porque de ellas brotan la paz, la alegría y la fuerza para la misión. Encomendamos esta plegaria  a la intercesión materna de la Virgen María, Reina del Cielo y de la Tierra.

 

Después del Regina Coeli

Queridos hermanos y hermanas:

Ayer, en La Rioja, Argentina, fueron proclamados beatos Enrique Angel Angelelli, obispo diocesano, Carlos de Dios Murias, Franciscano conventual, Gabriel Longueville, sacerdote fidei donum, y Wenceslao Pedernera, catequista, padre de familia. Estos mártires de la fe fueron perseguidos a causa de  la justicia y la caridad evangélica. ¡Qué su ejemplo y su intercesión sostengan  especialmente a quienes trabajan por una sociedad más justa y solidario!. Uno de ellos era francés, fue a la Argentina como misionero. Los otros tres, argentinos. ¡Aplaudamos todos  a los nuevos beatos!

Os invito a uniros a mi oración por los refugiados que se encuentran en los centros de detención en Libia, cuya situación, que ya es muy grave, se ha vuelto todavía  más peligrosa por el conflicto en curso. Hago un llamamiento para  que sobre todo las mujeres, los niños y los enfermos puedan ser evacuados lo antes posible a través de los corredores humanitarios.

Y oremos también por aquellos que han perdido  la vida o sufrido graves daños a causa de las recientes inundaciones en Sudáfrica. Que no les falte a nuestros hermanos nuestra solidaridad y el apoyo concreto de la comunidad internacional.

Os saludo a todos, fieles romanos y peregrinos de Italia y de  tantos países, especialmente a los fieles de Tlalnepantla (México), a los jóvenes de Valencia,a los estudiantes de Tricase, a  los adolescentes de Arcore y a los de Carugo, a los fieles de Modugno y Génova. Un saludo especial a la peregrinación diocesana de las familias de la archidiócesis de Trani-Barletta-Bisceglie, así como a los devotos de la Divina Misericordia reunidos hoy en la iglesia de Santo Spirito en Sassia.

Mis mejores deseos a nuestros hermanos y hermanas de las Iglesias Orientales que, según el calendario juliano,  hoy celebran la Santa Pascua. ¡Qué el Señor resucitado les dé gozo y paz! Y un aplauso también para todos los católicos orientales y ortodoxos, para decirles: “¡Feliz Pascua!”

Por último, doy las gracias  a todos los que en este período me han enviado saludos de  Pascua. Se  los devuelvo de todo corazón invocando lo mejor para cada uno y para cada familia.

¡Buen domingo a todos ! Y, por favor, no os olvidéis de rezar por mí. Buen almuerzo y hasta pronto.