La Liga Nacional italiana de Diletantes, que agrupa a más de doce mil sociedades de fútbol y cuenta con un millón de abonados celebra este año su sesenta aniversario y el Papa Francisco ha recibido esta mañana en audiencia a sus representantes, entre ellos muchos jóvenes, a los que ha recordado las repercusiones que tienen en sus vidas las rápidas transformaciones y los retos del contexto cultural y social contemporáneo que “nos llevan a correr sin parar, con una sucesión de estímulos, que bajo una satisfacción aparente, dejan vacíos en el alma y hacen del tiempo una carrera sin un objetivo claro, - una carrera a la que, como diríamos en inglés. - falta un goal.”.
“En cambio –prosiguió- siempre debemos esforzarnos por aclarar los objetivos que nos impulsan a levantarnos y trabajar todos los días…No significa que siempre podamos ganar (no sería realista), sino que debemos tener claro a dónde vamos y hacia dónde nos llevan nuestros esfuerzos….El deporte al que dedicáis tanto tiempo y energía, es una escuela formidable en este camino ya que requiere no solo habilidad técnica, sino también entrenamiento y determinación, gran paciencia y aceptación de las derrotas, espíritu de equipo y disposición para colaborar con los demás, además de la capacidad de ser alegre y positivo. Hay muchas cualidades que debe tener un buen jugador, porque de poco le valdría saber darle bien al balón, o superar a los adversarios, si luego no puede discutir con calma con el árbitro … o no aceptase que se ha equivocado tirando un penalti”.
La Liga Nacional de Diletantes, como recordó el Santo Padre, tiene como valores la lealtad deportiva y el respeto de las reglas y del adversario, es decir un juego duro, pero correcto que requiere “un gran dominio de sí, que se logra con el entrenamiento interior y el cuidado de la vida espiritual , además de la física, porque cada uno de nosotros está hecho de una unidad de cuerpo y de mente, y una no puede estar bien si se descuidan las exigencias de la otra”.
“Diletante” –explicó- significa, el que se deleita, el que se divierte, y vosotros, los diletantes tenéis que recordar siempre, también si más adelante os convertís en profesionales, que la alegría es el alma del juego y si dentro de ti la alegría sucumbe al deseo del éxito o al desprecio de los adversarios, significa que has dejado de jugar y has abandonado el sano espíritu competitivo, que es el más auténtico de toda confrontación deportiva… Conservad la alegría de jugar y difundidla entre los que os observan o animan”.
También afirmó el Papa, después de citar a Huizinga en su “Homo ludens”, que la civilización humana es hija del juego, practicado por todos los cachorros de mamíferos y advirtió de que cuando en una familia se pierde la capacidad de jugar con los hijos se pierde una dimensión clave. “Vosotros también podréis “predicar” –sugirió- que el juego no es solamente en el estadio, durante el partido, sino que abarca mucho más, abarca a las familias… Como en este ejemplo del Libro de los Proverbios donde se dice poéticamente che en la creación del mundo “la sabiduría jugaba ante Dios”. Tenedlo en cuenta.
“Pensad además –añadió- que el estilo con el que os enfrentáis al deporte es un modelo para vuestros compañeros y puede influir, positivamente o no, en su forma de actuar. Por eso procurad introducir en el tejido social, a través de vuestras múltiples relaciones en el ámbito de la actividad deportiva, un espíritu de solidaridad y atención a las personas,”.
Tener espíritu de solidaridad significa “tender la mano al que se caído o ha tenido una falta…no denigrar al que no destaca, sino tratarlo de igual a igual…comprender que el campeonato no empieza si uno está solo y que también en nuestra sociedad nos podemos salvar solamente juntos, mientras nos perdemos si dejamos que el más débil se quede en la cuneta y se sienta un descarte. “Es lo que nos enseña en Evangelio cuando recoge la frase tantas veces repetida por Jesús, de que los últimos serán los primeros- dijo el Santo Padre- Jesús no quiere decir, desde luego, que se intente perder, sino sencillamente que se debe amar y hacer todo con una mirada de bondad a las personas y a las situaciones”.
“Esa mentalidad solidaria que queremos que crezca en nosotros, en nuestros círculos y en nuestro mundo –concluyó el Papa- contribuirá a la revolución en el cambio cultural que esperamos, y que intentáis conseguir cuando promovéis la sostenibilidad ambiental, o la creación de campos sin barreras, esforzándoos por superar todos los muros que injustamente dividen a las personas y promoviendo la participación y la valorización de todos según un espíritu de equipo que es la verdadera esperanza de la humanidad”.