Las palabras del Papa en la oración del Ángelus, 17.03.2019
El Papa Francisco se ha asomado a mediodía a la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico Vaticano para rezar el Ángelus con los fieles reunidos en la plaza de San Pedro para la habitual cita dominical.
Estas han sido las palabras del Santo Padre durante la oración mariana:
Antes del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, buenos días:
En este segundo domingo de Cuaresma, la liturgia nos hace contemplar el evento de la Transfiguración, en el que Jesús concede que los discípulos Pedro, Santiago y Juan saboreen una anticipación de la gloria de la Resurrección: un pedazo de cielo en la tierra. El evangelista Lucas (ver 9,28-36) nos muestra a Jesús transfigurado en la montaña, que es el lugar de la luz, símbolo fascinante de la singular experiencia reservada a los tres discípulos. Suben con el Maestro a la montaña, lo ven sumergirse en la oración, y en un momento dado "el aspecto de su rostro se mudó" (v. 29). Acostumbrados a verlo a diario en la simple semblanza de su humanidad, frente a ese nuevo esplendor, que también envuelve toda su persona, se asombran. Y junto a Jesús aparecen Moisés y Elías, que hablan con él de su próximo "éxodo", es decir, su Pascua de muerte y resurrección. Es una anticipación de la Pascua. Entonces Pedro exclama: "Maestro, bueno es estarnos aquí" (v. 33). ¡Le gustaría que ese momento de gracia no terminara nunca!
La Transfiguración tiene lugar en un momento muy preciso en la misión de Cristo, es decir, después de que Él hubiera confiado a los discípulos que debía "sufrir mucho, [...] ser matado y resucitar al tercer día" (v. 21). Jesús sabe que ellos no aceptan esta realidad, la realidad de la cruz, la realidad de la muerte de Jesús, y por eso quiere prepararlos para soportar el escándalo de la pasión y de la muerte de cruz, para que sepan que este es el camino por el cual el Padre Celestial hará que su Hijo llegue a la gloria, resucitándolo de entre los muertos. Y este también será el camino de los discípulos: nadie llega a la vida eterna, sino siguiendo a Jesús, llevando su propia cruz en la vida terrenal. Cada uno de nosotros tiene su propia cruz. El Señor nos muestra el final de este camino que es la Resurrección, la belleza, llevando nuestra propia cruz.
Por lo tanto, la Transfiguración de Cristo nos muestra la perspectiva cristiana del sufrimiento. El sufrimiento no es un sadomasoquismo: es un pasaje necesario pero transitorio. El punto de llegada al que estamos llamados es tan luminoso como el rostro de Cristo transfigurado: en él está la salvación, la felicidad, la luz, el amor ilimitado de Dios. Mostrando así su gloria, Jesús nos asegura que la cruz, las pruebas, las dificultades con las que luchamos se solucionan y se superan en la Pascua. Por eso, en esta Cuaresma, subamos también nosotros a la montaña con Jesús. Pero ¿cómo? Con la oración. Subamos a la montaña con la oración: la oración silenciosa, la oración del corazón, la oración buscando siempre al Señor. Permanezcamos algunos momentos en recogimiento, un poco todos los días, fijemos nuestra mirada interna en su rostro y dejamos que su luz penetre e irradie en nuestra vida.
En efecto, el evangelista Lucas insiste en que Jesús se transfiguró "mientras oraba" (v. 29). Se había sumergido en una conversación íntima con el Padre, en la que también resonaban la Ley y los Profetas, Moisés y Elías, y mientras se adhería a la voluntad de salvación del Padre, incluida la cruz, la gloria de Dios lo invadió transparentándose también hacia el exterior. Así es, hermanos y hermanas: la oración en Cristo y en el Espíritu Santo transforma a la persona desde dentro y puede iluminar a otros y al mundo circundante. ¡Cuántas veces hemos encontrado personas que se iluminan, que emanan luz de su mirada que tienen esa mirada luminosa! Rezan y la oración hace esto: nos hace luminosos con la luz del Espíritu Santo.
Continuemos con alegría nuestro camino de Cuaresma. Demos espacio a la oración y a la Palabra de Dios, que la liturgia nos propone abundantemente en estos días. ¡Qué la Virgen María nos enseñe a permanecer con Jesús incluso cuando no lo entendemos y no lo comprendemos. Porque solo permaneciendo con Él veremos su gloria.
Después del ángelus
Queridos hermanos y hermanas,
En estos días, al dolor de las guerras y los conflictos que siguen afectando a toda la humanidad, se ha sumado el de las víctimas del horrible atentado contra dos mezquitas en Christchurch, Nueva Zelanda. Rezo por los muertos y los heridos y por sus familias. Estoy cerca de nuestros hermanos musulmanes y de toda la comunidad. Renuevo la invitación a unirnos con la oración y los gestos de paz para combatir el odio y la violencia. Recemos juntos, en silencio, por nuestros hermanos musulmanes que han sido asesinados.
Dirijo un saludo cordial a todos los presentes: fieles de Roma y de muchas partes del mundo. Saludo a los peregrinos de Polonia, a los de Valencia en España, a los de Cajazeiras en Brasil y de Benguela ,en Angola. ¡Cuántos angoleños!
Saludo a los grupos parroquiales que vienen de Verona, Quarto de Napoli y Castel del Piano en Perugia; a los alumnos de Corleone, a los monaguillos de Brembo en Dalmine y a la asociación "Uno a Cento" de Padua.
Os deseo a todos un buen domingo. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. Buen almuerzo y hasta pronto.
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