Hoy, festividad de San Esteban, diácono y primer mártir, el Papa Francisco se ha asomado a mediodía a la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico Vaticano para rezar el Ángelus con los fieles reunidos en la plaza de San Pedro.
Estas han sido las palabras del Santo Padre durante la oración mariana:
Antes del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
La alegría de la Navidad todavía inunda nuestros corazones: sigue resonando el maravilloso anuncio de que Cristo ha nacido por nosotros y trae paz al mundo. En este ambiente de alegría, hoy celebramos la fiesta de san Esteban, diácono y primer mártir. Puede parecer extraño poner la memoria de San Esteban al lado del nacimiento de Jesús, porque surge el contraste entre la alegría de Belén y el drama de Esteban, lapidado en Jerusalén en la primera persecución contra la Iglesia naciente. En realidad no es así, porque el Niño Jesús es el Hijo de Dios hecho hombre, que salvará a la humanidad muriendo en la cruz. Ahora lo contemplamos envuelto en pañales en el pesebre; después de su crucifixión, será envuelto nuevamente con vendas y colocado en un sepulcro.
San Esteban fue el primero en seguir los pasos del Maestro divino con el martirio; murió como Jesús confiando su vida a Dios y perdonando a sus perseguidores. Dos actitudes: confiaba su vida a Dios y perdonaba. Mientras le lapidaban, decía "Señor Jesús, recibe mi espíritu" (Hechos 7,59). Estas palabras son muy parecidas a las pronunciadas por Cristo en la cruz: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu (Lucas 23, 46). La actitud de Esteban, que imita fielmente el gesto de Jesús, es una invitación dirigida a cada uno de nosotros para que recibamos con fe de las manos del Señor lo que la vida nos reserva tanto positivo como negativo. Nuestra existencia está marcada no solo por circunstancias felices,- lo sabemos-, sino también por momentos de dificultad y de pérdida. Pero la confianza en Dios nos ayuda a aceptar los momentos difíciles y a vivirlos como una oportunidad para crecer en la fe y para construir nuevas relaciones con nuestros hermanos. Se trata de abandonarnos en las manos del Señor, que sabemos que es un Padre rico en bondad para con sus hijos.
La segunda actitud con la que Esteban imitó a Jesús en el momento extremo de la cruz es el perdón. Él no maldice a sus perseguidores, sino que reza por ellos: "Dobló las rodillas y dijo con fuerte voz:" Señor, no les tengas en cuenta este pecado "» (Hechos 7,60). Estamos llamados a aprender de él a perdonar, a perdonar siempre, y no es fácil hacerlo, todos lo sabemos. El perdón agranda el corazón, genera compartición, da serenidad y paz. El protomártir Esteban nos muestra el camino a seguir en las relaciones interpersonales en la familia, en los lugares de la escuela, en el lugar de trabajo, en la parroquia y en las diferentes comunidades. Siempre abiertos al perdón. La lógica del perdón y de la misericordia siempre es vencedora y abre horizontes de esperanza. Pero el perdón se cultiva con la oración, que nos permite mantener nuestros ojos fijos en Jesús. Esteban pudo perdonar a sus asesinos porque, lleno del Espíritu Santo, miró al cielo y abrió sus ojos a Dios (cf., 55). De la oración surgió la fuerza para sufrir el martirio. Debemos rezar con insistencia para que el Espíritu Santo derrame sobre nosotros el don de la fortaleza que sana nuestros miedos, nuestras debilidades, nuestras pequeñeces y ensancha nuestros corazones para perdonar. ¡Perdonar siempre!
Invoquemos la intercesión de Nuestra Señora y de San Esteban: que su oración nos ayude a confiarnos siempre a Dios, especialmente en tiempos difíciles, y nos sostenga en el propósito de ser hombres y mujeres capaces de perdonar.
Después del ángelus
Queridos hermanos y hermanas,
Saludo a todos vosotros peregrinos, procedentes de Italia y de diversos países. A todos reitero el deseo de que la contemplación del Niño Jesús, corazón y centro de las festividades navideñas, suscite actitudes de fraternidad y participación en las familias y en las comunidades.
En estos días he recibido muchas felicitaciones de Roma y de otras partes del mundo. No puedo responder a cada uno, pero rezo por cada uno de ellos. Por lo tanto, hoy os expreso a vosotros y a todos mi sincero agradecimiento, especialmente por el don de la oración que muchos de vosotros me han prometido. Muchas gracias
Feliz día de San Esteban y por favor no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!