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Audiencia general , 28.11.2018

La audiencia general de esta mañana ha tenido lugar  a las 9:30 en el Aula Pablo VI  donde el Santo Padre Francisco ha encontrado grupos de peregrinos y fieles de Italia y de todo el mundo.

El Santo Padre ha terminado el ciclo de catequesis sobre los Diez Mandamientos hablando del tema “La ley nueva en Cristo y los deseos según el Espíritu” (Pasaje bíblica: de la Carta a los Gálatas de San Pablo Apóstol, 5, 16-18, 22-23). Después de haber resumido su catequesis en diversas lenguas, el Papa ha saludado en particular a los grupos de fieles presentes procedentes de todo el mundo.

La audiencia general ha terminado con el canto del  Pater Noster  y la  bendición apostólica.

Catequesis del Santo Padre

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En la catequesis de hoy, que concluye el itinerario de los Diez Mandamientos, podemos usar como tema clave el de los deseos, que nos permite volver a recorrer el camino hecho y resumir las etapas cumplidas leyendo el texto del Decálogo, siempre a la luz de la plena revelación en Cristo.

 Habíamos empezado con la gratitud como la base de la relación de confianza y obediencia: Dios, como hemos visto, no pide nada antes de haber dado mucho más. Nos invita a la obediencia para rescatarnos del engaño de las idolatrías que tienen tanto poder sobre nosotros. En efecto, intentar realizarse a través de los ídolos de este mundo nos vacía y nos esclaviza, mientras que lo que nos da estatura y consistencia es la relación con Aquel que, en Cristo, nos hace hijos a partir  de su paternidad (cf. Ef. 3,14). 16).

Esto implica un proceso de bendición y de liberación, que es el descanso verdadero, auténtico. Como dice el salmo: "En Dios solo el descanso de mi alma; de él viene mi salvación" (Sal 62, 2).

Esta vida liberada se convierte en aceptación de nuestra historia personal y nos reconcilia con lo que, desde la infancia hasta el presente, hemos vivido, haciéndonos adultos y capaces de dar el justo peso a las realidades y las personas de nuestras vidas. Por este camino entramos en la relación con el prójimo que, a partir del amor que Dios muestra en Jesucristo, es una llamada a la belleza de la fidelidad, la generosidad y la autenticidad.

Pero para vivir así – o sea, en la belleza de la fidelidad, de la generosidad y de la autenticidad-necesitamos un corazón nuevo, habitado por el Espíritu Santo (cf. Ez 11,19; 36,26). Yo me pregunto: ¿cómo se produce este "trasplante” de corazón, del corazón viejo al corazón nuevo? A través del don de los nuevos deseos (cf. Rom 8: 6), que se siembran en nosotros por la gracia de Dios, especialmente a través de los Diez Mandamientos que Jesús llevó a su cumplimento, como enseña en el "sermón de la montaña" (cf., 17-48). De hecho, al contemplar la vida descrita en el Decálogo, o sea una existencia agradecida, libre, bendecidora, adulta, defensora y amante de la vida, fiel, generosa y sincera, nos encontramos ante Cristo, casi sin darnos cuenta de ello. El Decálogo es su "radiografía", lo describe como un negativo fotográfico que deja que su rostro aparezca, como en la Sábana Santa. Y así, el Espíritu Santo fecunda nuestro corazón poniendo en él los deseos que son un don suyo, los deseos del Espíritu. Desear según el Espíritu, desear al ritmo del Espíritu, desear con la música del Espíritu.

Mirando a Cristo vemos la belleza, el bien, la verdad. Y el Espíritu genera una vida que, secundando estos deseos, activa en nosotros la esperanza, la fe y el amor.

Así descubrimos mejor lo que significa que el Señor Jesús no vino a abolir la ley sino a cumplirla, a hacer que creciera y mientras la ley según la carne era una serie de prescripciones y prohibiciones, según el Espíritu esta misma ley se convierte en vida (cf. Jn.. 6, 63, Ef. 2:15), porque ya no es una norma, sino la carne misma de Cristo, que nos ama, nos busca, nos perdona, nos consuela y en su Cuerpo recompone la comunión con el Padre, perdida por la desobediencia del pecado. Y así la negatividad literaria, la negatividad en la expresión de los mandamientos- “no robarás”, “no insultarás”, “no matarás” –ese “no” se transforma en una actitud positiva: amar, dejar sitio a los otros en mi corazón-, todos deseos que siembran positividad. Y esta es la plenitud de la ley que Jesús vino a traernos.

En Cristo, y solo en él, el Decálogo deja de ser una condena (cf. Rom 8, 1) y se convierte en la auténtica verdad de la vida humana, es decir, el deseo de amor -aquí nace un deseo de bien, de hacer el bien- deseo de gozo, deseo de paz, de magnanimidad, de benevolencia, de bondad, de fidelidad, de mansedumbre, dominio de sí mismo. De esos “noes” se pasa a este “sí”: la actitud positiva de un corazón que se abre con la fuerza del Espíritu Santo.

He aquí para lo que sirve buscar a Cristo en el Decálogo: para fecundar nuestro corazón para que esté henchido de amor y se abra a la obra de Dios. Cuando el hombre secunda el deseo de vivir según Cristo, está abriendo la puerta a la salvación que no puede sino llegar, porque Dios Padre es generoso y, como dice el Catecismo, "tiene sed de que tengamos sed de él" (No. 2560).

Si son los malos deseos los que arruinan al hombre (cf. Mt 15, 18-20), el Espíritu deposita en nuestros corazones sus santos deseos, que son la semilla de una nueva vida (cf. 1 Jn 3,9). De hecho, la nueva vida no es el esfuerzo titánico de ser coherente con una norma, sino que la vida nueva es  el mismo Espíritu de Dios que comienza a guiarnos hacia sus frutos, en una feliz sinergia entre nuestra alegría de ser amados y su alegría de amarnos. Se encuentran las dos alegrías: la alegría de Dios por amarnos y nuestra alegría de ser amados.

Esto es  lo que significa el Decálogo para nosotros, los cristianos: contemplar a Cristo para abrirnos a recibir su corazón, para recibir sus deseos, para recibir su Santo Espíritu.

Saludos en las diversas lenguas

Saludos en francés

Saludo cordialmente a los peregrinos de habla francesa, especialmente al grupo de enfermos y discapacitados venidos de Lyon. Hermanos y hermanas, dejad que el Espíritu Santo haga germinar en nosotros el santo deseo de una nueva vida, ese es el verdadero deseo de Dios, el de amarnos y ser amados por él. ¡Dios os bendiga!

Saludos en inglés

Saludo a los peregrinos de habla inglesa presentes en la audiencia de hoy, especialmente a los procedentes  de Inglaterra, Australia y los Estados Unidos de América. Sobre todos vosotros y vuestras familias, invoco el gozo y la paz del Señor. ¡Dios os bendiga!

Saludos en alemán

Dirijo un caluroso saludo a los peregrinos de habla alemana. El deseo de Dios nos hace encontrar nuestra verdadera identidad. Preguntémonos cuál es la aspiración más profunda de nuestro corazón y si verdaderamente llevamos a los demás  la alegría del Espíritu Santo. ¡Que el Señor os acompañe en vuestro camino!

Saludos en español

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española provenientes de España y América Latina, y además veo ahí un grupo de jóvenes mexicanos, que también saludo. Y también  en modo particular al grupo de Obispos y sacerdotes de la República Dominicana que celebran sus cuarenta años de sacerdocio. Animo a todos a descubrir a Cristo en el decálogo, a dejar que nuestro corazón, pleno de amor, se abra a su acción y podamos acoger así el deseo de vivir la vida que él nos propone. Muchas gracias.

Saludos en portugués

Dirijo un cordial saludo a los peregrinos de habla portuguesa aquí presentes. Al concluir el año litúrgico, estamos invitados a salir al encuentro de Jesús que nos espera todos los días en los sacramentos, en la oración y en el prójimo, sobre todo en los necesitados. ¡Dios os bendiga!

Saludos en árabe

Doy una cordial bienvenida a los peregrinos de habla árabe, especialmente a los de Oriente Medio. Queridos hermanos y hermanas, el Espíritu Santo fecunda nuestro corazón poniendo en él los deseos que son don suyo, y genera una vida que, secundando estos deseos, activa en nosotros la esperanza, la fe y el amor. Invoquémosle  más a menudo para que nos guíe por el camino de los verdaderos discípulos de Jesús. ¡Que el Señor os bendiga!

Saludos en polaco

Saludo cordialmente a los peregrinos polacos y especialmente a los organizadores de la exposición, que se inauguró ayer en la Pontificia Universidad Urbaniana, dedicada a la familia polaca Ulma, fusilada por los nazis alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, por haber escondido y ayudado a los judíos. En el contexto de las meditaciones sobre el Decálogo, esta numerosa Familia de Siervos de Dios, que espera la beatificación, sea para todos nosotros un ejemplo de fidelidad a Dios y a sus mandamientos, de  amor al prójimo y de respeto por la dignidad humana. Os bendigo a todos de corazón.

Saludos en lituano

Me complace saludar a los peregrinos de Lituania, que han venido con los obispos en agradecimiento por mi reciente viaje a ese país. También saludo a la comunidad del Pontificio Colegio Lituano de San Casimiro, que celebra el 70 aniversario de su fundación. Queridos hermanos y hermanas, el recuerdo de mi visita a Lituania está vivo en mí. ¡Gracias a todos por vuestra acogida! ¡Que el Señor sea vuestro valor y os bendiga!

Saludos en italiano

Doy una cordial bienvenida a los peregrinos de habla italiana.

Me alegra recibir a los sacerdotes del Sagrado Corazón de Jesús-Dehonianos, a  los sacerdotes que participan en el " Proyecto segundo anuncio", con el obispo de Albano, Mons. Marcello Semeraro y los miembros de la Familia Claretiana.

Saludo a las parroquias, especialmente a las de Canosa di Puglia y Barletta, a  la Asociación Italiana de Esclerosis Múltiple, al Grupo Nova Facility de Treviso, a la Asociación de nuevos talentos especiales, de Verona, y a la Asociación para la lucha contra los tumores de mama.

Un pensamiento particular para los jóvenes, los ancianos, los enfermos y los recién casados.

El próximo domingo comenzaremos el tiempo litúrgico de Adviento. Preparemos nuestros corazones para recibir a Jesús el Salvador; reconozcamos en la Navidad el encuentro de Cristo con la humanidad, sobre todo la que vive todavía al margen de la sociedad, en medio de la necesidad y del sufrimiento y de tantas guerras.