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Celebración de la Santa Misa en el Cementerio Laurentino, 02.11.2018

A las 15.35 de esta tarde, en la Conmemoración de todos los fieles difuntos, el Santo Padre Francisco fue al cementerio Laurentino para celebrar la Santa Misa.

Durante el recorrido, el Papa Francisco se detuvo unos momentos en el sector del cementerio donde están enterrados los niños y, después de haberse recogido en oración durante unos minutos, colocó ramos de flores blancas en algunas tumbas.

Acto seguido, frente a la Iglesia de Jesús Resucitado, ubicada dentro del cementerio, el Papa fue recibido por el Vicario de Roma, S.E. el cardenal Angelo De Donatis, el obispo auxiliar para el Sector Sur, S.E. Mons. Paolo Lojudice, el capellán de la Iglesia de Jesús Resucitado, Mons. Claudio Palma, y ​​la alcaldesa de Roma, Virginia Raggi.

A las 16:00 comenzó  la celebración eucarística frente a la capilla dedicada a "Jesús resucitado".
Publicamos a continuación la transcripción de la homilía improvisada que pronunció el Santo Padre durante la santa misa:


Homilía del Santo Padre

La liturgia de hoy es realista, es concreta. Nos enmarca en las tres dimensiones de la vida, dimensiones que incluso los niños comprenden: el pasado, el futuro, el presente.

Hoy es un día de recuerdo del pasado, un día para recordar a quienes caminaron antes que nosotros, a aquellos que también nos han acompañado, nos han dado la vida. Recordar, traer a la memoria. La memoria es lo que hace que un pueblo sea fuerte, porque se siente enraizado en un camino, enraizado en una historia, enraizado en un pueblo. La memoria nos hace entender que no estamos solos, somos un pueblo: un pueblo que tiene historia, que tiene pasado, que tiene vida. Recordar a tantos  que han compartido un camino con nosotros, y están aquí [indica las tumbas alrededor]. No es fácil recordar. A nosotros, muchas veces, nos cuesta regresar con el pensamiento a lo que sucedió en mi vida, en mi familia, en mi gente... Pero hoy es un día de memoria, la memoria que nos lleva a las raíces: a mis raíces, a  las raíces de mi pueblo.
Y hoy también es un día de esperanza: la segunda lectura nos ha mostrado lo que nos espera. Un cielo nuevo, una tierra nueva y la ciudad santa de Jerusalén, nueva. Hermosa es la imagen que usa para hacernos entender lo que nos espera: " Y la vi que bajaba del cielo, de junto a Dios, engalanada como una novia, ataviada para su esposo" (cf. Ap. 21: 2). La belleza nos espera ... Memoria y esperanza, esperanza de encontrarnos, esperanza de llegar donde está el Amor que nos creó, donde está el  Amor que nos espera: el amor del Padre.

Y entre la memoria y la esperanza está la tercera dimensión, la del camino que debemos recorrer y que recorremos. ¿Y cómo recorrer camino sin equivocarse? ¿Cuáles son las luces que me ayudarán a no equivocarme de camino? ¿Cuál es el "navegador" que Dios mismo nos ha dado, para no equivocarnos? Son las bienaventuranzas que Jesús nos enseñó en el evangelio. Estas bienaventuranzas (mansedumbre, pobreza de espíritu, justicia, misericordia, pureza de corazón) son las luces que nos acompañan para no equivocarnos de camino: este es nuestro presente.

En este cementerio están las tres dimensiones de la vida: la memoria, podemos verla allí [indica las tumbas]; la esperanza, lo celebraremos ahora en la fe, no en la visión; y las luces que nos guían en nuestro camino  para no equivocar la senda, las hemos escuchado en el Evangelio: son las Bienaventuranzas.

Hoy le pedimos al Señor que nos brinde la gracia de no perder nunca la memoria, de no esconder nunca la memoria, -la memoria de una persona, la memoria familiar, la memoria del pueblo y que nos dé la gracia de la esperanza, porque la esperanza es un don suyo: saber esperar, mirar el horizonte, no permanecer cerrado frente a un muro. Mirar siempre al horizonte y la esperanza. Y que nos de la gracia de entender cuáles son las luces que nos acompañarán en el camino para no equivocarnos, y así llegar a donde nos están esperando con tanto amor.