A continuación publicamos las palabras que el Santo Padre Francisco pronunció ayer durante la 22ª y última Congregación General de la XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre el tema "Los jóvenes, la fe y discernimiento vocacional".
Discurso del Santo Padre
Yo también tengo que dar las gracias a todos. Al Cardenal Baldisseri, a Monseñor Fabene, a los Presidentes delegados, al Relator, a los Secretarios especiales – he dicho que se habían "dejado la piel" en el documento preparatorio; ¡Ahora creo que nos dejen los huesos, porque lo han perdido todo! -; gracias a los expertos: Hemos visto cómo se pasa de un texto mártir a una comisión mártir, la de la redacción, que lo ha hecho con tanto esfuerzo y tanta penitencia. Gracias. Gracias a todos vosotros, los auditores y entre los auditores, especialmente a los jóvenes, que nos han traído su música aquí al Aula - "música" es la palabra diplomática para decir jaleo, pero es así... Gracias.
Dos pequeñas cosas que me importan mucho. Primero: reiterar una vez más que el Sínodo no es un Parlamento. Es un espacio protegido para que actúe el Espíritu Santo. Por esta razón, la información que se da es general y no son las cosas más particulares, los nombres, la forma de decir las cosas con las que el Espíritu Santo trabaja en nosotros. Y este ha sido un espacio protegido. No olvidemos esto: Ha sido el Espíritu el que ha trabajado aquí. En segundo lugar, que el resultado del Sínodo no es un documento, lo dije al principio. Estamos llenos de documentos. No sé si este documento fuera de aquí tendrá algún efecto, no lo sé. Pero ciertamente sé que debe tenerlo en nosotros, debe trabajar en nosotros. Nosotros hemos elaborado el documento, la comisión; nosotros lo hemos estudiado, lo hemos aprobado. Ahora el Espíritu nos da el documento para que trabaje en nuestro corazón. Somos nosotros los destinatarios del documento, no la gente de fuera. Que este documento trabaje; y debemos rezar con el documento, estudiarlo, pedir luz... El documento es para nosotros, principalmente. Sí, ayudará a muchos otros, pero los primeros destinatarios somos nosotros: es el Espíritu quien ha hecho todo esto y regresa a nosotros. No hay que olvidarlo, por favor.
Y una tercera cosa: pienso en nuestra Madre, la Santa Madre Iglesia. Los últimos tres números sobre la santidad [en el documento] muestran lo que es la Iglesia: nuestra Madre es Santa, pero nosotros, hijos, somos pecadores. Todos somos pecadores. No olvidemos aquella expresión de los Padres, la "casta meretrix", la Iglesia santa, la Madre santa con hijos pecadores. Y debido a nuestros pecados, el Gran Acusador siempre se aprovecha, como dice el primer capítulo de Job: recorre y recorre la Tierra en busca de alguien a quien acusar. En este momento nos está acusando con fuerza, y esta acusación también se convierte en persecución; El Presidente de hoy [Patriarca Sako] puede decirlo: su gente [la Iglesia en Irak] es perseguida, así como muchas en Oriente y en otras partes. Y también se convierte en otro tipo de persecución: acusaciones continuas para ensuciar a la Iglesia. Pero a la Iglesia no se la ensucia; a sus hijos sí, todos estamos sucios, pero la Madre no. Y por eso es hora de defender a la Madre; y a la Madre se la defiende del Gran Acusador con la oración y la penitencia. Por eso pedí, en este mes que termina en unos pocos días, que se rezase el Rosario, que se rezase a San Miguel Arcángel, que se rezase a Nuestra Señora para que siempre cubra a la Madre Iglesia. Sigamos haciéndolo. Es un momento difícil, porque el Acusador, atacándonos, ataca a la Madre, pero la Madre no se toca. Quería decir esto sinceramente al final del Sínodo.
Y ahora, el Espíritu Santo nos regala este documento a todos nosotros, también a mí, para reflexionar sobre lo que nos quiere decir a nosotros. ¡Muchas gracias a todos, gracias a todos!