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Conferencia de prensa del Santo Padre en el vuelo de regreso del viaje apostólico a Irlanda, con motivo del IX Encuentro Mundial de las Familias (25-26 de agosto de 2018), 27.08.2018

Ayer, durante el vuelo de Dublín a Roma, al final del viaje apostólico a Irlanda, con motivo del IX Encuentro Mundial de las Familias, el Santo Padre Francisco habló con los periodistas a bordo del avión en una conferencia de prensa, cuya transcripción publicamos a continuación:

Conferencia de prensa

Greg Burke:
¡Buenas tardes, Santo Padre!

Papa Francisco:
¡Buenas tardes!

Greg Burke:
Gracias por este tiempo que nos dedica, después de dos días tan intensos. Ciertamente ha habido momentos difíciles en Irlanda —está siempre la cuestión de los abusos— pero también momentos muy bonitos: la fiesta de las familias, los testimonios de las familias, el encuentro con las jóvenes parejas y también la visita a los capuchinos, que tanto ayudan a los pobres.

Damos la palabra a los periodistas, empezando por los irlandeses, pero quizá usted quiere decir algo antes.

Papa Francisco:
Dar las gracias, porque si yo me he cansado, pienso en vosotros, que tenéis trabajo, trabajo, trabajo… Os agradezco mucho por vuestro esfuerzo, por vuestro trabajo. Muchas gracias.

Greg Burke:
La primera pregunta, como es habitual, viene de un periodista del país, que es Tony Connelly, de RTÉ - Radio Tv irlandesa.

Tony Connelly, RTÉ (Radio Tv Irlanda):
Santidad, el sábado habló del encuentro que tuvo con el Ministro para la infancia; dijo que le había conmovido mucho lo que la señora le dijo sobre las casas para las madres y los niños. ¿Qué le dijo exactamente? ¿Se ha conmovido tanto porque ha sido la primera vez que usted ha oído hablar de estas casas?

Papa Francisco:
La ministra me dijo antes algo que no se refería tanto a madres e hijos; me dijo —pero fue breve—: “Santo Padre, nosotros hemos encontrado fosas comunes de niños, niños enterrados. Estamos haciendo investigaciones. ¿La Iglesia tiene algo que ver en todo esto?”. Pero lo dijo con mucha educación, de verdad, y con mucho respeto. Yo le di las gracias; esto me ha tocado el corazón, hasta el punto de que quise repetirlo en el discurso. No era en el aeropuerto —me he equivocado—, era en el encuentro con el presidente. En el aeropuerto había otra señora —ministra, creo— me he confundido. Pero ella me dijo: “Después le mandaré un informe”. Me ha enviado el informe, no he podido leerlo. He visto que me había enviado un informe. Fue muy equilibrada al decirme: Hay un problema, todavía no ha terminado la investigación, pero me ha hecho sentir también que la Iglesia tenía algo que hacer en eso. En mi opinión, esto ha sido un ejemplo de colaboración constructiva, antes que… —no quiero decir la palabra “protesta”— de lamento, de lamento por lo que en un tiempo pasado quizá la Iglesia había favorecido. Esa señora tenía una dignidad que me ha tocado el corazón. Y ahora tengo ese informe, que estudiaré cuando vuelva a casa. Gracias a usted.

Greg Burke:
Ahora, otro irlandés que es Paddy Agnew, del “Sunday Independent”, residente en Roma pero periodista irlandés.

Papa Francisco:
¡No es el único irlandés en Roma!

Paddy Agnew, Sunday Independent:
Santo Padre, gracias y buenas noches. Ayer, Marie Collins, la víctima Marie Collins, que usted conoce bien, indicó que usted no es favorable a la institución de nuevos tribunales vaticanos de investigación sobre el problema de los abusos sexuales y, en particular, los llamados tribunales de investigación sobre los obispos, sobre la asunción de responsabilidad por parte de los obispos (bishop accountability). ¿Por qué considera que no es necesario?

Papa Francisco:
No, no, no es así. No es así. Marie Collins tiene fijación con la idea. Yo estimo mucho a Marie Collins, a veces la llamamos en el Vaticano para que dé conferencias. Ella tiene la fijación con la idea de ese escrito, “Como una madre amorosa”, en el que se decía que para juzgar a los obispos estaría bien hacer un tribunal especial. Después se ha visto que esto no era factible y tampoco era conveniente por las diferentes culturas de los obispos que deben ser juzgados. Se toma la recomendación de “Madre amorosa” y se hace un jurado para cada obispo, pero no es el mismo. Este obispo es juzgado y el Papa hace un jurado que sea capaz de llevar ese caso. Es algo que funciona mejor, también porque, para un grupo de obispos, dejar la diócesis por esto no es posible. Así cambian los tribunales, los jurados. Y así hemos hecho hasta ahora. Han sido juzgados varios obispos: el último el de Guam, el arzobispo de Guam, que ha recurrido en apelación y yo he decidido —porque era un caso muy, muy complejo— usar un derecho que tengo, de reservarme la apelación y no mandarlo al tribunal de apelación que hace su trabajo con todos los sacerdotes, pero me lo he reservado. He formado una comisión de canonistas que me ayuda y me han dicho que, en poco tiempo, un mes como mucho, se hará la “recomendación” para que yo haga el juicio. Es un caso complicado, por una parte, pero no difícil, porque las evidencias son clarísimas; por el lado de las evidencias, son claras. Pero no puedo prejuzgar. Espero el informe y después juzgaré. Digo que las evidencias son claras porque son las que han llevado a la condena en el primer tribunal. Este ha sido el último caso. Ahora hay otro en proceso, veremos cómo acaba. Pero está claro, yo le he dicho a Marie: el espíritu y también la recomendación de “Como una madre amorosa” se realiza. Un obispo es juzgado por un tribunal, pero no es siempre el mismo tribunal, porque no es posible. Ella [Marie Collins] no ha entendido bien esto, pero cuando la vea —porque ella viene a veces al Vaticano, la llamamos— se lo explicaré más claramente. Yo la quiero mucho.

Greg Burke:
Ahora el grupo italiano, Santo Padre: está Stefania Falasca, de “Avvenire”.

Stefania Falasca, Avvenire:

Buenas noches, Santo Padre. Usted ha dicho, también hoy, que siempre es un desafío acoger al migrante y al extranjero. Precisamente ayer se resolvió una situación dolorosa, la de la nave “Diciotti”. ¿Está su “manita” detrás de esta solución? ¿Está su implicación, su interés?

Papa Francisco:
¡La manita es del diablo, no la mía! [ríen] La manita es del diablo...

Stefania Falasca:
Y, además, muchos ven un chantaje a Europa sobre la piel de esta gente. ¿Usted qué piensa?

Papa Francisco:
Acoger migrantes es algo antiguo como la Biblia. En el Deuteronomio, en los mandamientos, Dios manda esto: Acoger al migrante, “al extranjero”. Es algo antiguo, que está en el espíritu de la revelación divina y también en el espíritu del cristianismo. Es un principio moral. Sobre esto he hablado, y después he visto que debía explicitar un poco más, porque no se trata de acoger “a la belle étoile”, no, sino un acoger razonable. Y esto vale en toda Europa. ¿Cuándo me he dado cuenta de cómo debe ser esta actitud razonable? Cuando hubo un atentado en Zaventem [Bélgica]: los chicos, los guerrilleros que hicieron el atentado en Zaventem eran belgas, pero hijos de inmigrantes no integrados, segregados. Es decir, fueron acogidos por el país pero dejados ahí, e hicieron un gueto: no fueron integrados. Por eso he subrayado esto, es importante. Después, he recordado, cuando fui a Suecia —y Franca [Giansoldati] en un artículo hizo mención de esto y de cómo yo he explicitado este pensamiento—, cuando fui a Suecia hablé de integración, y lo sabía porque durante la dictadura en Argentina, desde 1976 a 1983, muchos, muchos argentinos y también uruguayos huyeron a Suecia. Y ahí, enseguida el gobierno los tomaba, les hacía estudiar la lengua y les daba trabajo, los integraba. Hasta el punto que —y esta es una anécdota interesante— la señora ministra que vino a despedirme al aeropuerto de Lund era hija de una sueca y de un migrante africano; pero este migrante africano se había integrado de tal manera que su hija se había convertido en ministra en el país. Suecia ha sido un modelo. Pero, en aquel momento, Suecia empezaba a tener dificultades, no porque no tuviera buena voluntad, sino porque no tenía las posibilidades de integración. Este fue el motivo por el que Suecia se ha parado un poco, ha dado este paso. Integración. Y después he hablado aquí, en una rueda de prensa entre vosotros, de la virtud de la prudencia que es la virtud del gobernante, y he hablado de la prudencia de los pueblos sobre el número o sobre las posibilidades. Un pueblo que puede acoger, pero no tiene posibilidad de integrar, mejor que no acoja. Ahí está el problema de la prudencia. Y creo que este es precisamente el problema del diálogo hoy en la Unión Europea. Se debe continuar hablando: las soluciones se encuentran.

¿Qué ha pasado con la “Diciotti”? Yo no he metido la manita. El que ha hecho el trabajo con el ministro del interior ha sido el padre Aldo, el buen padre Aldo, que es el que sigue la Obra de Don Benzi, que los italianos conocen bien, que trabajan para la liberación de las prostitutas, las que son explotadas y tantas cosas más. E intervino también la Conferencia episcopal italiana, el cardenal Bassetti, que estaba aquí, pero por teléfono seguía toda la mediación, y uno de los dos subsecretarios, monseñor Maffeis, negociaba con el ministro. Y creo que intervino Albania… Han tomado un cierto número de migrantes Albania, Irlanda y Montenegro, creo, no estoy seguro. De los otros se ha hecho cargo la Conferencia episcopal, no sé si bajo el “paraguas” del Vaticano o no; no sé cómo se ha negociado la cosa; pero van al Centro “Mundo mejor”, en Rocca di Papa, serán acogidos ahí. El número creo que supera los cien. Y ahí empezarán a aprender el idioma y a hacer ese trabajo que se ha hecho con los migrantes integrados. Yo tuve una experiencia muy gratificante. Cuando fui a la Universidad Roma III había estudiantes que querían hacerme preguntas y vi a una estudiante: “Yo esa cara la conozco”. Era una que vino conmigo entre los trece que traje de Lesbos. ¡Esa chica estaba en la universidad! ¿Por qué? Porque la Comunidad de San Egidio, desde el día después de su llegada, la llevó a la escuela, a estudiar. Y la integró a nivel universitario. Este es el trabajo con los migrantes. Está la apertura del corazón a todos, sufrir; después, la integración como condición para acoger; y después la prudencia de los gobernantes para hacer esto. Yo lo he visto, tengo una grabación clandestina, de qué es lo que le sucede a aquellos que son enviados de vuelta y son tomados por los traficantes: es horrible, las cosas que hacen a los hombres, a las mujeres y a los niños. Los venden, pero a los hombres les hacen torturas muy sofisticadas. Había uno ahí —un espía— que ha sido capaz de hacer esa grabación, que he enviado a mis dos subsecretarios de las migraciones. Por eso, antes de mandarlos de vuelta hay que pensarlo bien.

Y después, una última cosa. Están estos migrantes que vienen; pero están otros que son engañados, en Fiumicino, son engañados: “No, te damos trabajo…”. Les hacen tener los papeles, a todos, y terminan en la calle esclavizados, bajo amenaza de los traficantes de mujeres. Esto es.

Greg Burke:
Gracias, Santo Padre. La próxima pregunta es del grupo anglófono: Anna Matranga, de la televisión americana CBS.

Anna Matranga, CBS:
Buenas noches, Santo Padre. Volveré al argumento “abusos”, del que ya ha hablado. Esta mañana muy pronto salió un documento del arzobispo Carlo María Viganò, en el que dice que en 2013 tuvo una conversación personal con usted en el Vaticano, y que en ese coloquio él habría hablado con usted explícitamente del comportamiento y de los abusos sexuales del ex cardenal McCarrick. Quería preguntarle si esto es verdad. Y quería también preguntar otra cosa: el arzobispo ha dicho también que el Papa Benedicto había sancionado a McCarrick, que le había dicho que no podía vivir en el seminario, no podía celebrar misa en público, no podía viajar; estaba sancionado por la Iglesia. ¿Le puedo preguntar si estas dos cosas son verdad?

Papa Francisco:
Una cosa: yo preferiría —aunque responderé a su pregunta— preferiría que antes habláramos del viaje y después de otros argumentos, pero respondo. He leído esta mañana ese comunicado. Lo he leído y sinceramente debo deciros esto, a usted y a todos aquellos entre vosotros que estáis interesados: leed atentamente el comunicado y haced vuestro juicio. Yo no diré una palabra sobre esto. Creo que el comunicado habla por sí mismo, y vosotros tenéis la suficiente capacidad periodística para extraer conclusiones. Es un acto de confianza. Cuando haya pasado un poco de tiempo, y vosotros hayáis extraído las conclusiones, quizá yo hablaré. Pero quisiera que vuestra madurez profesional haga este trabajo: os hará bien, de verdad. Está bien así.

Anna Matranga:
Marie Collins dijo, después de haberse encontrado con usted durante el encuentro con las víctimas, que ha hablado directamente con usted precisamente sobre el ex cardenal McCarrick. Ha dicho que usted ha sido muy duro en su condena de McCarrick. Le quería preguntar: ¿Cuándo ha sido la última vez que usted escuchó hablar de los abusos que había cometido el ex cardenal?

Papa Francisco:
Esto forma parte del comunicado sobre McCarrick: estudiadlo y después diré. Pero dado que ayer no lo había leído, me permití hablar claro con Marie Collins y el grupo [de las víctimas], en el encuentro que duró realmente una hora y media, una cosa que me hizo sufrir mucho. Pero creo que era necesario escuchar a aquellas ocho personas; y de esta reunión salió la propuesta —que hice yo y ellos la aceptaron y me ayudaron a realizarla— de pedir perdón hoy en la Misa, pero sobre cosas concretas. Por ejemplo, la última que yo nunca había escuchado: aquellas madres —se llamaba el “lavadero de mujeres”—, cuando una mujer se quedaba embarazada sin matrimonio, iba a un hospital o no sé cómo se llamaba, instituto, pero lo dirigían las hermanas y después daban al niño en adopción a la gente. Y había hijos, en aquel tiempo, que intentaban encontrar a las madres, si estaban vivas, no sabían; y les decían a ellos que era pecado mortal hacer esto; y también a las madres que buscaban a los hijos les decían que era pecado mortal. Por eso he terminado hoy diciendo que esto no es pecado mortal, sino que es el cuarto mandamiento. Y las cosas que he dicho hoy, algunas no las sabía y ha sido para mí doloroso, pero también con el consuelo de poder ayudar a aclarar estas cosas. Y espero su comentario sobre aquel documento, me gustaría. Gracias.

Greg Burke:
Gracias, Santo Padre. Ahora Cecile Chambraud de “Le Monde”.

Cecile Chambraud, Le Monde:
Buenas tardes, Santo Padre. Espero que no le incomode si le hago mi pregunta en español y le ruego que responda en italiano para todos los colegas. En su discurso a las autoridades irlandesas, usted se ha referido a su reciente Carta al Pueblo de Dios. En esa Carta, usted llama a todos los católicos a participar en la lucha contra los abusos en la Iglesia. ¿Puede explicarnos qué pueden hacer concretamente los católicos, cada uno en su propia posición, para luchar contra los abusos? Y a este respecto, en Francia, un sacerdote ha empezado una petición llamando a que renuncie el cardenal Barbarin, acusado por víctimas. ¿Le parece adecuada esta iniciativa, o no?

Papa Francisco:
Si hay sospechas o pruebas o medias pruebas no veo nada de malo en hacer una investigación, siempre que se haga sobre un principio jurídico fundamental: Nemo malus nisi probetur, nadie es malo si no se prueba. Y muchas veces existe la tentación no solo de hacer la investigación, sino de publicar la investigación que se ha hecho y por qué es culpable. Así algunos medios —no los vuestros, no lo sé— comienzan a crear un clima de culpabilidad. Y me permito decir una cosa que ha sucedido en estos tiempos, que podrá ayudar en esto, porque para mí es importante cómo se procede y cómo los medios pueden ayudar. Hace tres años, más o menos, comenzó en Granada el problema de los llamados curas pedófilos, un grupo de siete, ocho o diez curas que fueron acusados de abuso de menores y también de hacer fiestas, orgías y esas cosas. La acusación la recibí yo, directamente. En una carta escrita por un joven de veintitrés años —según él— había sido abusado, daba nombres y todo. Era un joven que trabajaba en un colegio religioso de Granada, de mucho prestigio. La carta, perfecta… Y me preguntaba qué hacer para denunciar esto. Yo dije: “Ve al arzobispo, el arzobispo sabe lo que debes hacer”. El arzobispo hizo todo lo que debía hacer, la cosa llegó también al tribunal civil. Hubo dos procesos. Los medios del lugar comenzaron a hablar, a hablar… Tres días después, la parroquia tenía pintadas: “Curas pedófilos” y cosas del estilo; y así se creó la conciencia de que estos curas eran criminales. Siete fueron interrogados, y no se encontró nada; sobre tres fue adelante la investigación, permanecieron dos en la cárcel durante cinco días; y uno, el padre Román, que era el párroco, durante siete días. Durante casi otros tres años sufrieron el odio, las bofetadas de todo el pueblo: criminalizados, no podían salir fuera y sufrieron humillaciones hechas por el jurado para comprobar las acusaciones del chico, que yo no oso repetir aquí. Después de más de tres años, el jurado declara inocentes a los curas, inocentes todos, pero sobre todo a estos tres —los demás ya estaban fuera de la causa—, y culpable al denunciante. Porque habían visto que aquel joven era fantasioso, pero era una persona muy inteligente y trabajaba también en un colegio católico y tenía ese prestigio, que daba impresión de decir la verdad. Fue condenado él a pagar los gastos y todas esas cosas, y ellos, inocentes. Estos hombres fueron condenados por los medios del lugar antes que por la justicia. Y por eso, vuestro trabajo es muy delicado. Vosotros debéis acompañar, debéis decir las cosas, pero siempre con esa presunción legal de inocencia, y no la presunción legal de culpabilidad. Y hay diferencia entre el informador que informa sobre un caso, pero no se juega con una condena previa, y el investigador que hace de “Sherlock Holmes”, que va con la presunción de culpabilidad. Cuando leemos la técnica de Hercule Poirot: para él, todos eran culpables. Pero este es el trabajo del investigador. Son dos posiciones diversas. Pero quienes informan deben partir siempre de la presunción de inocencia, diciendo las propias impresiones, dudas, pero sin dar condenas. Este caso que sucedió en Granada para mí es un ejemplo que hará bien a todos nosotros, en nuestro [respectivo] trabajo.

Greg Burke:
En la primera parte [de la pregunta precedente] había preguntado qué podría hacer el Pueblo de Dios en la cuestión...

Papa Francisco:
Ah sí, sí. Cuando se ve algo, hablar inmediatamente. Yo diré otra cosa un poco fea. A veces, son los padres quienes cubren un abuso de un cura. Muchas veces. Se ve en las sentencias. [Dicen:] “No es posible…”. No creen, o se convencen de que no es verdad y el chico o la chica se queda así. Yo tengo por método recibir cada semana a una o dos personas, pero no es matemático; y he recibido a una persona, una señora, que desde hace 40 años sufría esta llaga del silencio, porque los padres no la habían creído. Fue abusada con ocho años. Hablar, esto es importante. Es cierto que, para una madre, ver eso, sería mejor que no fuera verdad y entonces piensa que el hijo tal vez tiene fantasías. [Pero es necesario] hablar. Y hablar con las personas precisas, hablar con aquellos que pueden iniciar un juicio, al menos, una investigación previa. Hablar con el juez o con el obispo o, si el párroco es bueno, hablar con el párroco. Esto es lo primero que puede hacer el Pueblo de Dios. Estas cosas no hay que cubrirlas, no hay que cubrirlas. Me decía un psiquiatra hace tiempo —pero esto no quiero que sea una ofensa para las mujeres— que por el sentido de maternidad, las mujeres están más inclinadas a cubrir las cosas del hijo que los hombres. Pero no sé si es verdad o no. Pero esto es: hablar. Gracias.

Greg Burke:
Del grupo español está Javier Romero, de “Rome Reports TV”.

Javier Romero, Rome Reports Tv:
Santidad, disculpe, quisiera hacerle dos preguntas. La primera: El primer ministro de Irlanda, que ha sido muy directo en su discurso, está orgulloso de un nuevo modelo de familia diferente al que tradicionalmente propone la Iglesia hasta ahora; hablo del matrimonio homosexual. Y este es tal vez uno de los modelos que genera más desencuentros, en el caso especialmente de una familia católica, cuando hay una persona de esta familia que se declara homosexual. Santidad, la primera pregunta que quisiera hacerle es: ¿Qué piensa usted? ¿Qué quisiera decirle usted a un papá, a un padre, al que el hijo le dice que es homosexual y que quiere ir a vivir con su pareja? Esta es la primera pregunta. Y la segunda: De hecho, también usted en el discurso con el primer ministro ha hablado del aborto. Hemos visto cómo Irlanda ha cambiado tanto en los últimos años y parecía que el ministro estuviera satisfecho de esos cambios. Uno de esos cambios fue precisamente el aborto. Nosotros hemos visto que en los últimos meses, en los últimos años, la cuestión del aborto ha salido en muchos países, entre ellos en Argentina, su país. Usted cómo se siente cuando ve que este es un argumento del que usted habla a menudo y hay tantos países en los que se ha introducido...

Papa Francisco:
Está bien. Comienzo por lo segundo, pero hay dos puntos —gracias por esto—, porque están ligados a las cuestiones de las que estamos hablando. Sobre el aborto, vosotros sabéis cómo piensa la Iglesia. El problema del aborto no es un problema religioso. Nosotros no estamos contra el aborto a causa de la religión. No. Es un problema humano y hay que estudiarlo desde la antropología. Estudiar el aborto comenzando por el hecho religioso es ignorar el pensamiento. El problema del aborto hay que estudiarlo desde la antropología. Y siempre está la cuestión antropológica sobre la ética de eliminar un ser vivo para resolver un problema. Pero esta es ya la discusión. Solamente quiero subrayar esto: No permito nunca que se empiece a discutir el problema del aborto desde el hecho religioso. No. Es un problema humano. Este es mi pensamiento.

Segundo. Siempre ha habido homosexuales y personas con tendencias homosexuales. Siempre. Dicen los sociólogos, pero no sé si es cierto, que en los tiempos de cambio de época crecen algunos fenómenos sociales y éticos, y uno de estos sería este. Esta es la opinión de algunos sociólogos. Tu pregunta es clara: ¿Qué diría yo a un papá que ve que su hijo o su hija tiene esa tendencia? Yo les diría sobre todo que rezaran: reza. No condenar, dialogar, entender, dar espacio al hijo o a la hija. Dar espacio para que se exprese. Después, ¿en qué edad se manifiesta esta inquietud del hijo? Es importante. Una cosa es cuando se manifiesta de niño, cuando hay tantas cosas que se pueden hacer, para ver cómo son las cosas; otra es cuando se manifiesta después de los 20 años o cosas por el estilo, pero yo nunca diré que el silencio es el remedio. Ignorar al hijo o la hija con tendencia homosexual es una falta de paternidad y maternidad. Tú eres mi hijo, tú eres mi hija, así como eres; yo soy tu padre y tu madre, hablamos. Y si vosotros, padre y madre, no podéis con ello, pedid ayuda, pero siempre en el diálogo, siempre en el diálogo. Porque ese hijo y esa hija tienen derecho a una familia y la familia es esta, la que es: no echarlo de la familia. Este es un desafío serio a la paternidad y a la maternidad. Te agradezco la pregunta. Gracias.

Greg Burke:
Gracias a usted, Santo Padre.

Papa Francisco:
Y después, quisiera decir una cosa para los irlandeses que están aquí. Yo he encontrado mucha fe en Irlanda. Mucha fe. Es cierto, el pueblo irlandés ha sufrido mucho por los escándalos. Pero hay fe, en Irlanda, y grande. Y además el pueblo irlandés sabe distinguir y cito lo que hoy he escuchado de un prelado: “El pueblo irlandés sabe distinguir bien entre las verdades y las medias verdades. Es una cosa que tiene dentro”. Es cierto que está en un proceso de transformación, de sanación de este escándalo. Es cierto que algunos se abren a posiciones que parecen alejarse de la fe, pero el pueblo irlandés tiene una fe arraigada y fuerte. Lo quiero decir porque es lo que he visto, he escuchado y sobre lo que en estos dos días me he informado.

Gracias por vuestro trabajo, muchas gracias. Y rezad por mí, por favor.

Greg Burke:
Gracias a usted. Buena cena y buen reposo.