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Las palabras del Papa en la oración del Ángelus, 12.08.2018

Al final de la santa misa celebrada en la entrada de la basílica vaticana por S.E. el cardenal Gualtiero Bassetti, Presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, para el Encuentro y oración del Santo Padre con jóvenes italianos, el Papa Francisco ha encabezado en la Plaza de  San Pedro el rezo del Ángelus con los jóvenes, los fieles y los peregrinos presentes.

Estas han sido las palabras del Santo Padre antes de  la oración mariana:

Antes del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas y queridos jóvenes italianos:

¡Buenos días!

En la segunda lectura de hoy, San Pablo nos dirige una invitación apremiante: "No entristezcáis al  Espíritu Santo de Dios, con el que fuisteis sellados para el día de la redención" (Ef. 4:30).

Pero yo me pregunto: ¿cómo se entristece el Espíritu Santo? Todos lo hemos recibido en el Bautismo y en la Confirmación, por lo tanto, para no entristecer al Espíritu Santo, es necesario vivir de una manera coherente con las promesas del Bautismo, renovadas en la Confirmación. De manera coherente, no con hipocresía: No lo olvidéis. El cristiano no puede ser hipócrita: debe vivir de manera coherente. Las promesas del bautismo tienen dos aspectos: renuncia al mal y adhesión al bien.

Renunciar al mal significa decir "no" a las tentaciones, al pecado, a satanás. Más concretamente, significa decir "no" a una cultura de la muerte, que se manifiesta en la huida de lo real hacia una felicidad falsa que se expresa en la mentira, en el fraude, en la injusticia, en el desprecio del otro. A todo esto, "no". La nueva vida que se nos ha dado en el bautismo, y que tiene al Espíritu como origen, rechaza una conducta dominada por  sentimientos de división y discordia. Por eso el apóstol Pablo exhorta a quitar del  corazón "toda acritud, ira, cólera, gritos, maledicencia y cualquier clase de maldad" (v. 31). Así dice Pablo. Estos seis elementos o vicios, que perturban la alegría del Espíritu Santo, envenenan el corazón y conducen a imprecaciones contra Dios y contra el prójimo.

Pero no es suficiente no hacer el mal para ser un buen cristiano; Es necesario adherirse al bien y hacer el bien. Así que  San Pablo continúa: "Sed más bien buenos entre vosotros, entrañables, perdonándoos mutuamente como os perdonó Dios en Cristo”. (v. 32). Muchas veces pasa que escuchamos  a alguien  que dice: "Yo no hago daño a nadie". Y se cree que es un santo. De acuerdo, pero ¿haces el bien? Cuántas personas no hacen el mal, pero tampoco el bien, y su vida transcurre en la indiferencia, la apatía, la tibieza. Esta actitud es contraria al Evangelio, y también es contraria al carácter de vosotros, jóvenes, que por naturaleza sois dinámicos, apasionados y valientes. Acordaos de esto: si os acordáis, podemos repetirlo juntos: " Está muy bien no hacer el mal, pero está muy mal no hacer el bien” ". Así decía San Alberto Hurtado.

¡Hoy os exhorto a que seáis protagonista del bien! Protagonistas del bien. No os sintáis a gusto cuando no hacéis el mal; cada uno es culpable del bien que pudo hacer y no hizo. No basta con no odiar, hay que perdonar; no es bastante  no tener rencor, debemos rezar por los enemigos; no es bastante  no ser causa de división, debemos llevar paz donde no la hay; no es bastante no hablar mal de los demás, hay que interrumpir cuando oímos a alguien hablando mal de otro: interrumpir el chismorreo: eso es hacer el bien. Si no nos oponemos al mal, lo alimentamos tácitamente. Es necesario intervenir donde el mal se propaga; porque el mal se extiende donde faltan cristianos audaces que se oponen con el bien, "caminando en la caridad " (ver 5: 2), según el consejo de San Pablo.

Queridos jóvenes, ¡vosotros habéis andado mucho estos días! Por lo tanto estáis entrenados y os puedo decir: ¡Caminad en la caridad, caminad en el amor! Y caminemos juntos hacia el próximo Sínodo de los Obispos. ¡Que la Virgen María nos sostenga con su intercesión materna, para que cada uno de nosotros, cada día, con hechos, pueda decir "no" al mal y "sí" al bien!

 

Después del ángelus

Queridos hermanos y hermanas:

Os saludo a todos vosotros, romanos y peregrinos de muchas partes del mundo.

En particular, saludo a los jóvenes de las diócesis italianas, acompañados por sus respectivos obispos, sus sacerdotes y educadores. En estos días, habéis vertido vuestro entusiasmo y vuestra fe por las calles de Roma. ¡Os agradezco vuestra presencia y vuestro testimonio cristiano! Y ayer, al dar las gracias, me olvidé de decir una palabra a los sacerdotes, que son los más cercanos a vosotros: estoy muy agradecido a los sacerdotes, les agradezco el trabajo que realizan día a día, les agradezco esa paciencia, ¡porque se necesita paciencia para trabajar con vosotros! La paciencia de los sacerdotes... - Muchas gracias, muchas gracias. Y también vi muchas monjas trabajando con vosotros: también a las monjas, muchas gracias.

Y mi gratitud se extiende a la Conferencia Episcopal Italiana, aquí representada por el Presidente el cardenal Gualtiero Bassetti, que promovió este encuentro de jóvenes en vista del próximo Sínodo de los Obispos.

Queridos jóvenes, regresando a vuestras comunidades, testimoniad a vuestros coetáneos  y a todos aquellos con quienes os encontréis, la alegría de la fraternidad y de la comunión que habéis experimentado en estos días de peregrinación y oración.

Os deseo a todos un buen domingo. Un buen regreso a casa. Y por favor, no os olvidéis de  rezar por mí. Buen almuerzo y hasta pronto.