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Intervención de S.E. Mons, Angelo Becciu durante la presentación del libro Francesco il Ribelle (13 de marzo 2018) , 14.03.2018

Con motivo del quinto aniversario de la elección  del  Papa Francisco se presentó ayer en el Instituto Luigi Sturzo de Roma el  libro Francesco il Ribelle (Francisco, el rebelde) del  Padre Enzo Fortunato, director de la Oficina de Prensa del  Sacro Convento de Asís, una nueva biografía del santo de Asís, con el prólogo del Secretario de Estado del Vaticano S.E. el cardenal  Pietro Parolin.

Publicamos a continuación la intervención de S.E. Mons. Angelo Becciu, Sustituto de la Secretaría de Estado  pronunciado durante la presentación:

Intervención de S.E. Mons. Angelo Becciu


He aceptado con mucho gusto presentar el libro Francesco il Ribelle, (Francisco, el rebelde) editado por el  P. Enzo Fortunato, por dos razones: la primera porque no se puede permanecer indiferente frente a la figura de San Francisco de Asís. A pesar de haber leído otras biografías, siempre se siente curiosidad  por conocer nuevos detalles sobre su vida. En efecto, la historia de Francisco de Asís sigue fascinando todavía hoy después de casi ocho siglos de su muerte (1226), porque es una historia cautivadora no solo para los que tienen más años y están en condiciones de comprender mejor la vivencia humana, sino también y sobre todo, para muchos jóvenes que vislumbran  en Francisco un ejemplo de libertad interior a la que aspiran, y también un modelo al que hacer referencia para vivir su propia experiencia religiosa.
En segundo lugar, porque con esta presentación se ha querido rendir un homenaje al Papa Francisco el día del aniversario de su elección al trono papal. De hecho, el  P. Fortunato con este libro también ha querido dejar entrever  la actualidad del pensamiento y de la acción del Papa Francisco, que  está vinculado al Pobrecillo de Asís de una manera muy especial. Él lo atestigua continuamente  con sus palabras y con sus obras, desde el primer momento de su elección, cuando, con sorpresa general, asumió el nombre de Francisco. Además, el Santo Padre ha citado tantas veces a San Francisco de Asís: en sus discursos, en sus homilías, en sus mensajes, en los documentos, en las entrevistas, en los encuentros, en las audiencias y en el ángelus dominical. El referirse  a menudo a San Francisco, el acordarse de los pobres, los débiles y los enfermos en cada circunstancia de su ministerio, en cada situación, evento, viaje, el lanzar  puentes a todos los hombres de buena voluntad, creyentes y no, para un diálogo constructivo que edifique la paz, demuestran que su vida y su enseñanza están inspiradas en las enseñanzas del Pobrecillo.
Hablando del libro, para mí es espontáneo dar las gracias  a su autor, el padre Enzo Fortunato, a quien conocía como un dinámico fraile conventual, creador de diversas iniciativas y logrados eventos mediáticos cuyo trasfondo siempre fue la figura de su Maestro y del convento de Asís; pero es la primera vez que me topo con uno de sus escritos de especial relieve como esta publicación. Tengo que admitir, y por lo tanto lo felicito, que su estilo fluido, cautivador e interesante ayuda a amar al personaje que describe. Es cierto que San Francisco, como dije antes, se impone por sí mismo,  pero el deseo de conocerlo mejor está respaldado por la accesible escritura de nuestro autor.

Queriéndome adentrar en las páginas del libro, me parece que el deseo del lector sea encontrar pruebas que confirmen lo anunciado en el título de la obra: Francesco il Ribelle. ¿Qué sentido ha tenido y tiene hoy este calificativo aplicado  a San Francisco? Según las categorías comunes, el rebelde es un eterno airado contra todo y contra todos, dispuesto muchas veces a destruir violentamente cuánto y cuántos se oponen a sus planes. ¡Qué pena! La historia está salpicada de tantos ejemplos nefandos. La rebelión de Francisco tiene una dimensión completamente distinta. Fue tan "sui generis" que, a diferencia de otras rebeliones, aún permanece y se convierte en modelo de vida para miles de sus seguidores diseminados por todos los rincones de la tierra. El inconformismo de Francisco  no se puede explicar si no se llega al momento crucial de su vida, cuando reniega su pasado y desafiando  a los biempensantes  (amigos, autoridades civiles, eclesiásticos, su propia familia) se lanza a la aventura que lo llevará a vivir el evangelio "sine glossa". Francisco experimenta la belleza del Evangelio que vivido "sin peros  ni condiciones" transforma la propia vida y, a través del contagio,  la de los demás. Es  elocuente  la página en la que nuestro padre Fortunato menciona el paso  del malestar interno que atormentaba  desde hacía  tiempo al joven Francisco, acostumbrado a diversiones de todo tipo, a la paz del alma que sintió cuando abrazó  a los leprosos. La palabra evangélica  que le inspiró  ese gesto fue "Lo que le hicisteis al más pequeño de mis hermanos, a mí lo hicisteis". A partir de ahora, su vida estará guiada solo por el Evangelio, vivido radicalmente. El resultado será una revolución en la Iglesia y en la misma sociedad cuyos efectos aún perduran. Para Francisco, el dedo ya no apunta a  los demás, sino a uno  mismo.

Como escribe  el Padre Fortunato se muestra "rebelde contra su tiempo, que se está encaminando  hacia la victoria del individualismo y  de la" sociedad del tener ", rebelde no contra la Iglesia ni tampoco contra la jerarquía" (página 10). Francisco no "renueva la guerra" (= rebelde) contra nadie, nunca, nunca se rebela oponiéndose a una ley o a una autoridad constituida. Reforma para dar un nuevo orden, una mejor forma, para transformar una situación, una sociedad, pero con su ejemplo. De su vivencia  proceden, precisamente, la  autoridad  y la veneración otorgadas. La suerte está echada, cruza el Rubicón que lo atenazaba en el pasado y vive una vida llena solamente  de Dios. Con Dios escogido como su único ideal y, como su única riqueza, es lógico para él  contestar  la opulencia de los ricos, abrazando la pobreza, superar  las barreras discriminatorias, ensanchando su amor  a todos, distinguirse de  los contestadores  de la época, inclinándose a las  disposiciones de la autoridad eclesiástica, vista como una expresión de la voluntad de Dios. Verdadero restaurador, su deseo es volver  a llevar al estado original  la imagen y la semejanza divina en quienes encuentra  y reconoce como hermanos, para  dar de nuevo vida a los  espíritus desolados, restaurar valores, restablecer un mundo mejor a su alrededor.

San Francisco nos provoca  todavía hoy y nos enseña a hacer como él: a no presuponer la belleza del evangelio, sino a vivir sus páginas con radicalidad.
Me gustaría concluir con las palabras que escribe el cardenal Parolin en el prefacio del libro: "Asís es un santuario especial, porque normalmente se va a los santuarios a pedir una gracia, un milagro. En Asís no;  a Asís se va  para encontrar a Francisco ... un hombre que vivió el Evangelio. Yo diría que uno va allí para encontrarse con el Evangelio mismo, sine glossa ".

Gracias Padre Fortunato por darnos la oportunidad de dirigirnos de nuevo a Asís para beber el agua siempre fresca del gran santo.