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Audiencia a la Comunidad del Seminario Pontificio Regional Sardo, 17.02.2018

Esta mañana, a las  12.00, en la Sala Clementina del Palacio Apostólico, el Santo Padre Francisco ha recibido en audiencia a la comunidad del Seminario Pontificio Regional Sardo, con motivo del nonagésimo aniversario de su fundación.

Publicamos a continuación el discurso pronunciado por el Papa durante el encuentro:

Discurso del Santo Padre

¡Queridos hermanos en el episcopado, queridos educadores y estudiantes!

Os doy la bienvenida con motivo del nonagésimo aniversario de la fundación del Seminario Pontificio Regional de Cerdeña. Fue el Papa Pío XI quien solicitó a los obispos italianos, especialmente del centro-sur y las islas, que acordaran la concentración de los seminarios, a fin de proveer convenientemente a  la educación de los aspirantes al sacerdocio. En vuestra región, el seminario se estableció por primera vez en Cuglieri, junto con la Facultad de Teología; más tarde fue transferido a la capital. Os saludo a todos con afecto, comenzando por vuestros pastores, en particular el arzobispo de Cagliari, Mons. Arrigo Miglio, a quien agradezco sus palabras.

En este aniversario me gustaría unirme a vosotros para alabar al Señor, que en estos años ha acompañado con su gracia la vida de muchos sacerdotes formados en esta importante institución educativa, dedicada al Sagrado Corazón de Jesús y que  ha dado a la Iglesia numerosos ministros comprometidos en vuestras Iglesias locales, en la misión ad gentes y en otros servicios a la Iglesia universal. ¡Que esta circunstancia conmemorativa dé un nuevo impulso al cuidado pastoral de las vocaciones, a la formación actualizada y precisa de los candidatos al Orden sacro en beneficio del pueblo de Dios!.

Queridos seminaristas, os estáis preparando para ser el día de mañana obreros en la cosecha del Señor, sacerdotes que sepan trabajar juntos, incluso entre diferentes diócesis. Esto es particularmente valioso para una región como Cerdeña, impregnada de fe y tradiciones religiosas cristianas, y que, también debido a la condición de insularidad, requiere un cuidado especial de las relaciones entre las diferentes comunidades diocesanas. La pobreza material y espiritual actual hace que sea aún más importante lo que siempre se ha requerido, es decir, que los pastores estén atentos a los pobres, capaces de estar con ellos, con un estilo de vida simple, para que los pobres sientan que nuestras iglesias son, en primer lugar, sus casas. Os animo a que os preparéis desde ahora para ser sacerdotes de la gente y para  la gente, no dominadores del rebaño que os ha sido confiados (véase 1 Pedro 5,3), sino siervos. Hay una gran necesidad de hombres de Dios que busquen lo esencial, que lleven una vida sobria y transparente, sin nostalgias del pasado sino capaces de mirar hacia adelante según  la saludable tradición de la Iglesia.

En estos años de preparación para el ministerio ordenado, vivís  un momento especial e irrepetible de vuestra vida. Sed siempre cada vez más conscientes de  la gracia que el Señor os ha otorgado haciendo resonar en vosotros la invitación a dejarlo todo y seguirle, a estar con Él para ser enviados a predicar (Mt 4: 19-20, Mc 3, 14). ¡En vosotros, de una manera particular, están puestas  las esperanzas de la Iglesia que está en Cerdeña! Vuestros obispos os siguen con afecto y atención, contando mucho sobre vosotros  y vuestro propósito de conformaros a Jesús Buen Pastor por el bien y la santidad de las comunidades cristianas de vuestra región. Caminad con alegría, tenacidad y seriedad por  este recorrido de formación, para asumir la forma de vida apostólica, que pueda responder a las demandas de evangelización de hoy.

El Seminario, antes e incluso más que una institución funcional para la adquisición de competencias teológicas y pastorales y un lugar de vida y  de estudio común, es una  experiencia eclesial verdadera y propia, una comunidad singular de discípulos misioneros, llamados a seguir de cerca al Señor Jesús, a estar con él día y noche, a compartir el misterio de su Cruz y Resurrección, a exponerse a la Palabra y al Espíritu, para verificar y  hacer que maduren los rasgos específicos de la secuela apostólica. A partir de ahora, preocupaos por preparaos adecuadamente para asumir una decisión libre e irrevocable de fidelidad total a Cristo, a su Iglesia y a su vocación y misión.

El seminario es la escuela de esta fidelidad, que se aprende ante todo en la oración, especialmente en la litúrgica. En este tiempo se cultiva la amistad con Jesús, centrada en la Eucaristía y alimentada de la contemplación y el estudio de las Sagradas Escrituras. No se puede ejercitar bien el ministerio si no se vive en unión con Cristo. Sin Él no podemos hacer nada (ver Jn 15, 5).

En el camino del seminario, el papel de los formadores es decisivo: la calidad del presbiterio depende en gran medida del compromiso de los responsables de la formación. Están llamados a trabajar con rectitud y sabiduría para el desarrollo de personalidades coherentes y equilibradas, capaces de asumir válidamente y luego cumplir responsablemente la misión presbiteral. En esta delicada obra de formación, vuestro seminario también desempeña un servicio indispensable para las diócesis, promoviendo la calidad de la formación del clero y la comunión entre las Iglesias.

Os encomiendo a todos a la protección materna de Nuestra Señora de Bonaria. Por experiencia puedo deciros que el Seminario es un momento privilegiado en el que experimentamos esta presencia amorosa de la Virgen en nuestra vida. Ella vela siempre con amor atento sobre cada uno de vosotros. Es vuestra Madre. Recurrid a María con frecuencia y con confianza. Os aseguro a todos mi oración y mi bendición. Y, por favor, os pido que recéis por mí.