Sala Stampa

www.vatican.va

Sala Stampa Back Top Print Pdf
Sala Stampa


Audiencia a los participantes en el Capítulo General de la Congregación de los Sagrados Estigmas de Nuestro Señor Jesucristo (Estigmatinos), 10.02.2018

A las 11.30 horas de esta mañana, en la Sala del Consistorio del Palacio Apostólico, el Santo Padre Francisco ha recibido en audiencia a los participantes en el XXXVII Capítulo General de la Congregación de los Sagrados Estigmas de Nuestro Señor Jesucristo (Estigmatinos) y ha pronunciado un discurso improvisado.

Publicamos a continuación el discurso que el Santo Padre ha dirigido a los participantes en la audiencia y a continuación el discurso que el Santo Padre había preparado para esa ocasión y que ha sido entregado a los presentes.

Discurso improvisado por el  Santo Padre

Me ha  gustado  lo que dijo el [Superior] General "que caduca" [saliente]. He preparado este discurso para vosotros, pero mientras hablaba , sentí algunas cosas dentro de mí y os hablaré así. Y Mons. Gänswein dará la copia oficial del discurso. ¿Hablamos aquí de lo que he sentido ¿de acuerdo?

Algo que me ha llamado la atención ha sido  la fraternidad: el Padre General hablaba de la fraternidad, que tal vez se había debilitado un poco ... No es fácil vivir la fraternidad. La fraternidad religiosa,  la vida en común ...También nuestro San Juan Berchmans decía  que "mea maxima poenitentia, vita communis". La vida de comunidad, la vida de fraternidad, es difícil porque hay problemas humanos, celos, competitividad, malentendidos: tantas cosas que todos tenemos, todos nosotros, yo el primero. Todos. Ser consciente de esto es muy importante para ser comprensivos en la vida comunitaria. Y llegar al punto de poder hablar como hermanos. Está bien. Y a veces, cuando se habla como hermanos, se dicen cosas que no gustan. Pero se dicen como hermano, es decir, con caridad, con dulzura, con humildad, pero  no se esconden las cosas, no. Una de las cosas claras, -la más clara de la vida comunitaria- es poder hablar como hermanos. Tal vez el hermano te dice algo que no te gusta, pero no hay que guardar con rencor: "¡Él me hizo esto, lo pagará!". Esto no funciona . Pero la fraternidad es una gracia, y si no hay oración, esta gracia no viene. "Sí, rezo el oficio, rezo, medito sobre el Evangelio ...". Sí, sí, pero ¿rezas por este hermano, por el otro, por el otro, por el Superior? La oración concreta por el hermano. La oración concreta por el hermano. Y esto hace el milagro de la fraternidad. Y a veces en reuniones de la comunidad se discute pero también en las  buenas familias, en los buenos matrimonios se discute. No es pecado discutir. El pecado es el rencor, el resentimiento que te deja en el corazón el haber discutido, pero discutir es decir las cosas como uno piensa, respirar el aire de la libertad como hermanos. No tengáis miedo. Sin ofender, pero diciendo las cosas como son. Y luego tened la valentía de hablar como nos lo enseña el Evangelio: si tienes algo contra tu hermano, o si sabes que él tiene algo en tu contra, habla con él. Habla con él a solas. Y luego, si no funciona, habla con la comunidad, pero habla. No te tragues lo que no es digerible, estos problemas no se digieren.

Os exhorto en la vida comunitaria a seguir este camino de la verdad, de la libertad, con mucha caridad y oración, pero a seguir así, sin tener miedo. No tengáis miedo. Es malo que yo, religioso, no tenga el valor de decir a mi hermano a la  cara, lo que pienso de él, pero vaya  y se lo diga a otro. Esto es el chismorreo. Permitidme la palabra : es el chismorreo de los "solterones”. Y hemos hecho un voto de castidad, no de "solteronía", no, de castidad: es otra cosa. Y en lugar de ser castos nos volvemos "solterones”. ¿Y qué es lo peor de la solterona o del solterón? Renunciar a la paternidad, a la maternidad. Es interesante: cuando uno no renuncia a la paternidad espiritual, trata de vivirla plenamente; y  vive mejor la fraternidad en la comunidad . En cambio, el chismorreo  es una coartada: con eso piensas en resolver el problema, pero no resuelves nada. Te desahogas un poco, pero te desahogas como un "solterón". Muchas veces, tal vez lo hayáis oído ya, como llamo yo a los chismorreos: el que chismorrea es  un "terrorista". Porque el chismorreo  es un acto de terrorismo, el chismorrear  contra otro, porque voy con la bomba en la mano, tiro la bomba, destruyo al hermano y me voy tranquilamente. Y luego, ¿quién devuelve la reputación al  hermano? Hago daño a la espalda. Es un poco calumnia o difamación. A veces puedo tener razón, pero estoy difamando: le quito la buena fama.  Y me viene a la mente esa anécdota de San Felipe sobre la gallina : la mujer que fue a confesarse porque chismorreaba, y como penitencia le puso  que desplumases un pollo - ¿la sabéis? - y cuando ella volvió: "Y ahora intenta recoger las plumas". No se puede. Es así. Has destruido, una vez que has sembrado la calumnia o la cháchara, la difamación. El diablo es astuto: se sirve de esto, que es una debilidad nuestra. Es astuto.

Fraternidad. Por favor, defended  la fraternidad. Esto no significa que todos tengamos que ser amigos íntimos. No, hermanos. Con respeto, las reglas de respeto, las reglas de la libertad, la estima y la oración de los unos por  los otros . Y sobre esto os pido que hagáis un examen de conciencia. En estos días, haréis, antes de las elecciones, un examen de conciencia tanto de la comunidad como de vosotros. También en esto: fraternidad.

La segunda dimensión es vuestro nombre, que proviene de los estigmas. A mí me gusta mucho.  San Bernardo dice que el Verbo de Dios hecho hombre es un "saco de misericordia", que en la Pasión, con los estigmas, se ha derramado sobre nosotros. Los estigmas del Señor, las heridas del Señor son precisamente la puerta de donde proviene la misericordia. Esa "bolsa" de misericordia ", que es Jesucristo. Y San Bernardo continúa – seguramente lo habréis leído -: si estoy deprimido, si he pecado demasiado, si hice esto, esto y  esto ..., voy y me refugio en las llagas del Señor. Sois conscientes de que estáis "llagados". Cada uno de nosotros está "llagado", y resuelve su vida si la une con las llagas del Señor. Solo la conciencia de una Iglesia "llagada", de una Congregación "llagada", de un alma o corazón "llagado" nos lleva a llamar a la puerta de la misericordia en las llagas del Señor. Los que saben que están "llagados" buscan llagas. Buscad este texto: la contemplación de las llagas del Señor es entrar en sus heridas. De San Bernardo. Es una bella imagen, ¡me gusta tanto! El "saco de misericordia" que se ha abierto para todos en las llagas del Señor. Esto también es interesante: las personas que no se sienten "llagadas" por el pecado, no entienden las llagas de Jesús. A veces escuchamos: "Pero esta devoción a las llagas de Jesús es un poco medieval ...". Esa persona no se siente "llagada". "Por sus llagas fuimos sanados" (véase 1 Pedro 2:24). Precisamente allí: la llaga del Señor. Y como dice esa bella oración: "Dentro de tus llagas escóndeme" (Anima Christi). Escóndeme de mi vergüenza. Escóndeme de la ira del Padre. Escóndeme de mi miseria. Pero en tus llagas. No os avergoncéis de la devoción a las llagas del Señor. Es vuestro camino a la santificación. Enseñad  a la gente que "llaga" somos todos nosotros. Un pecador "llagado" encuentra perdón, paz y consuelo solo en las llagas del Señor, no en otra parte. Esta es la segunda cosa que me vino a la mente cuando habló el General.

Y la tercera es la Sagrada Familia. Jesús, María y José. Siempre dóciles para hacer la voluntad de Dios. María, la mujer "de prisa”. Me gusta mucho ese pasaje de Luca, cuando dice que María se fue "deprisa" adonde su prima para ayudarla (véase 1,39). En las Letanías sería bueno insertar esto: "Virgen de la prisa, ruega por nosotros". Siempre deprisa, para ayudar. Y José es el hombre manso, que recibía las noticias en sueños. Los chismosos dicen que, como era anciano, José tenía insomnio, no podía dormir. Pero era un problema psicológico: estaba asustado porque, cada vez que se quedaba dormido, ¡le habían cambiado sus planes! Él es el hombre abierto a las revelaciones del Señor. Y con la mansedumbre, el trabajo ... Pero unidos, juntos: la prisa de María, la mansedumbre fuerte, paciente de José ..., ¡fuerte!, Supo  educar al Hijo. La devoción a la Virgen  y a José. No dejéis estas devociones de lado. Alguien puede decir: "Pero son niñerías". Sí, pero somos niños ante Dios. ¡Ojalá, ojalá, pudiéramos  convertirnos en niños ante Dios! A la Madre que tiene prisa decirle: ayúdame. Y acudir a ella en los momentos difíciles. Los místicos rusos dicen que en tiempos de turbulencia espiritual, tenemos que estar cubiertos por el manto de la Santa Madre de Dios, y de ahí bien la primera antífona mariana occidental,  "Sub tuum praesidium confugimus, Sancta Dei Genetrix ". El manto de la Santa Madre de Dios. Y José: el hombre manso, el hombre justo, el hombre del silencio, el hombre de la paciencia, el hombre de trabajo. Pero todos juntos, en  familia. Esta devoción os ayudará mucho, y este no es un consejo para viejecitos, no, no. Es para hombres, para hombres que deben ser fuertes en la proclamación del Evangelio. Id donde la Madre y donde ese hombre que hizo de padre e hizo crecer Señor. Y aprended allí, en familia.

Gracias. Haced una buena elección. No olvidéis las llagas del Señor. No olvidéis la hermandad entre vosotros. Y no olvidéis a la Virgen siempre de prisa, y a José, siempre en su sitio, en obediencia y mansedumbre. Y rezad también por mí. Ahora os doy la bendición.

Discurso preparado por el Santo Padre

Queridos hermanos,

Bienvenidos, con motivo de vuestro Capítulo General electivo.  Saludo cordialmente a todos, comenzando por el Superior General, a quien agradezco sus amables palabras. Venís  de quince naciones  en las que os esforzáis en llevar el anuncio de la Palabra de Dios en todas sus formas, prestando especial atención a las generaciones más jóvenes y en colaboración fraterna con el clero diocesano. Os agradezco por todo lo que hacéis al servicio del Evangelio y de las poblaciones que os  han sido confiadas, y os exhorto  a reavivar en vosotros y en vuestras  comunidades el fuego de la Palabra de Dios: Debe "incendiar" también los corazones de los que se encuentran en la periferia de los contextos urbanos y eclesial.
 
En el Evangelio, Jesús proclama: «He venido a arrojar un fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera encendido!» (Lc 12, 49). Imitando al divino Maestro, vosotros también estáis llamado a llevar el fuego al mundo. Pero hay un fuego equivocado y un fuego bueno, santo. El evangelista Lucas narra que una vez  Jesús, mientras iba de camino a Jerusalén, envió mensajeros delante de sí que entraron a una aldea de samaritanos, que no querían  recibirlo. Entonces los dos discípulos y hermanos, Santiago y Juan, dijeron: "Señor, ¿quieres que digamos que baje fuego del cielo y los consuma?" (Lc 9:54). Pero Jesús dio la vuelta y los reprendió; y se fueron a otra aldea. Este es el fuego equivocado. A Dios no le gusta. Dios en la Biblia se parangona con el fuego pero es un fuego de amor, que conquista los corazones de las personas, no con la  violencia, sino respetando la libertad y el tiempo de cada persona.
 
El Evangelio se anuncia con mansedumbre y alegría, como hizo vuestro fundador, San Gaspar Bertoni. Este es el estilo de evangelización de Jesús, nuestro Maestro. El acogía y se acercaba a todos y conquistaba a las personas con la bondad, la misericordia, con la  penetrante palabra de la Verdad. También vosotros,  discípulos misioneros, que sois evangelizadores, podéis llevar a las personas a la conversión, a la comunión con Cristo, a través de la alegría de vuestra vida y con la mansedumbre. No siempre quien anuncia el Evangelio es bienvenido, aplaudido. A veces es rechazado, obstaculizado, perseguido, incluso encarcelado o asesinado. ¡Esto lo sabéis bien! Entonces debemos perseverar, tener paciencia, pero no debemos temer miedo de nada a la hora de dar testimonio de Jesús y de su palabra de Verdad.

El fuego bueno es el fuego de Jesús, de Aquel que bautiza en Espíritu Santo y fuego: "He venido a arrojar un fuego sobre la tierra" (Lc 12, 49). Es el fuego de la caridad que purifica los corazones y que se propagó desde la cruz de Cristo. Es el fuego del Espíritu Santo que descendió con potencia en Pentecostés. Fuego que separa el oro de los otros metales, es decir, que ayuda a distinguir lo que vale eternamente de lo que tiene poco valor. "Todos -dice Jesús- han de ser salados con fuego" (Mc 9:49). Es el fuego de las pruebas y de las dificultades que templa, que nos hace fuertes y sabios. También es el fuego de la caridad fraterna. Los evangelizadores nacen y se forman en una comunidad reunida en el nombre del Señor, y son enviados por ella. "Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mt 18:20). El testimonio de amor de una comunidad fraterna de misioneros es la confirmación de la proclamación del Evangelio, es la "prueba del fuego". Si en una comunidad falta el fuego bueno, hay frialdad, oscuridad, soledad. Si hay un fuego de caridad fraterna, hay calor, luz y  fuerza para seguir adelante. Y las nuevas vocaciones se sienten atraídas por la dulce misión de evangelizar.

Queridos misioneros Estigmatinos, llevad ese fuego a las comunidades cristianas, donde la fe de tantas  personas necesita ser reavivada,  de encontrar la fuerza para ser contagiosa. Al mismo tiempo, id, salid a anunciar el Evangelio a los pobres, a los que no se sienten amados por nadie, a los que viven en la tristeza y la desesperación, a los presos, a los que no tienen ni casa ni techo, a los inmigrantes, a los que huyen de las guerras. San Gaspar Bertoni os transmitió el amor por los santos esposos, María y José. Prestad, pues, una atención particular hacia la familia; junto con los laicos, anunciad la alegría del amor. Llevad el fuego de Cristo a los jóvenes, que necesitan que alguien los escuche y los ayude a encontrar un sentido en la vida. Si anunciáis a Jesús, se sentirán atraídos; llevadlos a Él con paciencia y perseverancia. Sed misioneros alegres y mansos, bien preparados para encontrar a cada persona.

San Gaspar Bertoni pensó  en vuestra Congregación para preparar  misioneros apostólicos que ayudasen a los obispos en el anuncio del Evangelio. Ser misioneros, enviados por la Iglesia, no es antes que nada un hacer algo, una actividad, sino una identidad. Cuando Dios elige y llama para una misión en particular, al mismo tiempo  da un nombre nuevo, crea una realidad siempre nueva. Jesús os ha llamado a estar con Él como discípulos misioneros. Por lo tanto, necesitáis en primer lugar cultivar y preservar vuestra comunión con Él, el Señor,  contemplar su rostro en  la oración, para reconocerlo y servirlo con amor en los rostros de los hermanos.

Que la adhesión fiel a Cristo y a su Evangelio resplandezca en los diversos campos de vuestro servicio eclesial. Que la Virgen María y San Gaspar os protejan y sean una guía segura en el camino de vuestra familia religiosa, para que podáis cumplir sus proyectos de bien. Con estos deseos, mientras os pido que recéis por mí, invoco la bendición del Señor sobre vosotros, sobre todo el Instituto y sobre todos aquellos que conocéis en vuestro apostolado diario. ¡Que el Señor inflame siempre vuestra misión con el fuego del Espíritu Santo!