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Audiencia general , 31.01.2018

La audiencia general de esta mañana ha tenido lugar a las 9, 40  en la Plaza de San Pedro donde el Santo Padre Francisco ha encontrado  a los grupos de peregrinos y fieles procedentes de Italia y de todos los lugares del mundo.

El Papa ha reanudado la catequesis sobre la santa misa hablando esta vez de la liturgia de la Palabra: Diálogo entre  Dios y su pueblo  (Carta a los Hebreos 1,1-2).

Tras resumir su discurso en diversas lenguas, el Santo Padre ha saludado en particular a los grupos de fieles presentes. La audiencia general ha terminado con el canto del  Pater Noster  y la  bendición apostólica.

 

Catequesis del Santo Padre


Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy continuamos con las catequesis sobre la santa misa. Después de  hablar  sobre  los ritos de introducción consideramos ahora la Liturgia de la Palabra, que es una parte constitutiva porque nos reunimos para escuchar lo que Dios ha hecho y todavía tiene la intención de hacer por nosotros. Es una experiencia que tiene lugar "en vivo" y no de oídas, porque “cuando se leen las sagradas Escrituras en la Iglesia, Dios mismo habla a su pueblo, y Cristo, presente en la palabra, anuncia el Evangelio." (Instrucción General del  Misal Romano, 29, ver Const. Sacrosanctum Concilium, 7; 33). Y cuántas veces mientras se lee la Palabra de Dios, se charla: “Mira ése, mira ésa, mira el sombrero que se ha puesto aquella: es ridículo”. Y se empieza a comentar. ¿No es verdad? ¿Hay que hacer comentarios mientras se lee la Palabra de Dios? (responden: “¡No!). No, porque si charlas con la gente no escuchas la Palabra de Dios. Cuando se lee la Palabra de Dios en la Biblia –la primea lectura, la segunda, el salmo responsorial y el evangelio- tenemos que escuchar, abrir el corazón, porque es Dios mismo quien nos habla y no tenemos que pensar en otras cosas o decir otras cosas ¿De acuerdo? Os explicaré que pasa en esta Liturgia de la Palabra.

Las  páginas de la Biblia dejan de ser un escrito para convertirse en palabra viva, pronunciada por Dios. Es Dios que, a través de la persona que lee, nos habla y  nos interpela a nosotros, que lo escuchamos con fe. El Espíritu, "que habló a través de los profetas" (Credo) e inspiró a los autores sagrados, hace que "la Palabra de Dios realice efectivamente en los corazones lo que suena en los oídos” (Leccionario, Introd., 9). Pero para escuchar la Palabra de Dios también hay que tener el corazón abierto para recibir la palabra en el corazón. Dios habla y  nosotros lo escuchamos, para después  poner en práctica lo que hemos escuchado. Es muy importante escuchar. A veces, quizás,  no entendemos del todo porque hay algunas lecturas un poco difíciles. Pero Dios nos habla igual de otra manera. (Hay que estar) en silencio y escuchar la Palabra de Dios. No lo olvidéis. En misa, cuando empiezan las lecturas, escuchamos la Palabra de Dios.

¡Necesitamos escucharlo! Es, efectivamente,  una cuestión de vida, como bien recuerda la certera frase  "no solo de pan vive el hombre, sino de cada palabra que sale de la boca de Dios" (Mt 4, 4). La vida que nos da la Palabra de Dios. En este sentido, hablamos de la Liturgia de la Palabra como de la "mesa" que el Señor prepara para alimentar nuestra vida espiritual. La mesa litúrgica es una mesa abundante, servida  en  gran parte con los tesoros de la Biblia (véase SC, 51), tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento porque en ellos  la Iglesia anuncia el único e idéntico misterio de Cristo (véase Leccionario, Introd., 5). Pensemos en la riqueza de las lecturas bíblicas presentes en  los tres ciclos dominicales que, a la luz de los Evangelios sinópticos, nos acompañan durante el año litúrgico: una gran riqueza.  Aquí también deseo recordar la importancia del Salmo responsorial, cuya función es favorecer  la meditación sobre lo que se ha escuchado en la lectura que lo precede. Es bueno que el salmo se valorice  cantando  al menos en la respuesta (véase OGMR, 61; Leccionario, Introd., 19-22).

La proclamación litúrgica de dichas  lecturas, con los cantos procedentes de la Sagrada Escritura, expresa y fomenta la comunión eclesial, acompañando el camino de todos y cada uno de nosotros.  Así se entiende porqué algunas decisiones subjetivas, como la omisión de las lecturas o su sustitución por textos no bíblicos, estén prohibidas. He oído que alguno, si hay una noticia, lee el periódico porque es la noticia del día. ¡No! ¡La Palabra de Dios es la Palabra de Dios!. El periódico se puede leer después. Pero allí se lee la Palabra de Dios. Es el Señor quien nos habla. Sustituir esa Palabra con otras cosas  empobrece y compromete el diálogo entre Dios y su pueblo en oración. Por el contrario,  (se requiere) la dignidad del ambón y el uso del Leccionario, la disponibilidad de buenos lectores y salmistas. Pero hay que buscar buenos lectores, que sepan leer, no esos que leen (tragándose  las palabras) y no se entiende nada. Es así. Buenos lectores. Tienen que ensayar antes de misa para leer bien. Y así se crea un clima de silencio receptivo.

Sabemos que la palabra del Señor es una ayuda indispensable para no perdernos, como  reconoce el salmista que, dirigiéndose  al Señor, confiesa: «Lámpara para mis pasos es tu palabra, luz en mi camino» (Sal 119,105). ¿Cómo podríamos enfrentar nuestra peregrinación terrena, con sus fatigas  y sus  pruebas, sin ser nutridos e iluminados regularmente por la Palabra de Dios que resuena en la liturgia?

Ciertamente, no es suficiente escuchar con los oídos, sin recibir la semilla de la Palabra divina en el corazón, para que dé  fruto. Recordemos la parábola del sembrador y los diferentes resultados según los diferentes tipos de terreno (véase Mc 4, 14-20). La acción del Espíritu, que hace eficaz la respuesta, necesita corazones que se dejen cultivar y trabajar, para que lo que se escucha en la misa pase a la vida cotidiana, según la admonición del apóstol Santiago: "Poned por obra la Palabra y no os contentéis solo con oírla, engañándoos a vosotros mismos” (Santiago 1:22). La Palabra de Dios se abre camino dentro de nosotros. La escuchamos con los oídos y pasa al corazón; no se queda en los oídos; tiene que llegar al corazón y del corazón pasa a las manos, a las buenas obras. Este es el recorrido de la Palabra de Dios: de los oídos al corazón y a las manos. Aprendamos estas cosas. ¡Gracias!

 

Saludos en las diversas lenguas

 

Saludos en francés

Saludo cordialmente a los peregrinos francófonos, en particular a los jóvenes franceses. Queridos hermanos, ¿cómo podemos enfrentar nuestra peregrinación en la tierra, sin dejarnos nutrir por la palabra de Dios que resuena en la liturgia? Pidamos  al Espíritu Santo que abra nuestros corazones a esta Palabra y  que la pongamos en práctica en nuestra vida diaria. ¡Dios os bendiga!

Saludos en inglés

Saludo a los peregrinos de habla inglesa presentes en la audiencia de hoy, especialmente a los de Australia y los Estados Unidos de América. Sobre todos vosotros  y vuestras familias, invoco el gozo y la paz de nuestro Señor Jesucristo. ¡Dios os bendiga!

Saludos en alemán

Con afecto saludo a los peregrinos de lengua alemana. En los textos bíblicos, Dios mismo habla con nosotros. Recibamos de buena gana su Palabra, para que la semilla que el Señor pone en nuestros corazones crezca y produzca abundantes frutos. ¡Dios os bendiga a todos!

Saludos en español

Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española venidos de España y Latinoamérica; de modo especial a los seminaristas del Seminario Menor de Ciudad Real, y a los participantes en la Asamblea anual de Delegados diocesanos de Medios de Comunicación de España. Los invito a acoger cada día el alimento y la luz de la Palabra de Dios que resuena en la liturgia, siendo capaces de ponerla en práctica con obras concretas.

Que Dios los bendiga. Muchas gracias.

 Saludos en portugués

Con cordial afecto, saludo a todos los peregrinos de lengua portuguesa, especialmente a los brasileños. ¡Que el Señor llene vuestros corazones con un gran amor por su Palabra, para que  pongáis la voluntad divina en el centro de vuestras vidas, como la Virgen María!. Ella que acogió y encarnó la Palabra de Dios, sea vuestra guía y consuelo. La bendición de Dios descienda sobre  vosotros y vuestras familias.

Saludos en árabe

¡Doy una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua árabe, especialmente a los de Oriente Medio! Queridos hermanos y hermanas, la acción del Espíritu necesita corazones que se dejen trabajar y cultivar. Sed, por lo tanto de aquellos “que ponen por obra  la Palabra y no os contentéis solo con oírla, engañándoos a vosotros mismos”. ¡El Señor os bendiga!

Saludos en polaco

Saludo cordialmente a los peregrinos polacos. Hermanos y hermanas, al participar en la santa misa, tratad  de escuchar atentamente  la Palabra de Dios. Que ella os forme y transforme. Que plasme  la vida de vuestras familias e inspire, de forma particular, la educación de  los niños y los jóvenes. Anunciad la Palabra de Dios en todas partes, no tengáis miedo de  hablar de Dios, de la fe, de la Iglesia. Confirmaos unos a otros en la  fe para perseverar fielmente en la enseñanza de Jesús. Os  bendigo de todo corazón.

Saludos en italiano

Doy  una cordial bienvenida a los fieles de lengua italiana.

Me complace recibir  a los Directores Nacionales de las Obras Misionales Pontificias y a las Religiosas de Jesús-María. Os  animo a todos a vivir la misión con autenticidad, espíritu de servicio y capacidad de mediación.
Saludo a los obreros del complejo industrial Ideal Standard de  Roccasecca y a la Asociación de voluntarios de sangre de Potenza. Saludo también a los institutos escolares  y de formación, en especial los de Santa María Auxiliadora y de Jesús -María en Roma, con la esperanza de que la enseñanza que se ofrece sea rica en valores, para formar a personas que hagan  fructificar  los talentos que Dios ha confiado a cada uno.

Por último, me dirijo a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. Hoy recordamos a San Juan Bosco, padre y maestro de la juventud. Queridos jóvenes, miradlo  como al educador ejemplar. Vosotros, queridos enfermos, siguiendo su ejemplo, confiad  siempre en Cristo crucificado. Y vosotros, queridos recién casados, recurrid a su intercesión para asumir vuestra misión conyugal con un  generoso compromiso.