Encuentro con las Autoridades, con la Sociedad Civil y con el Cuerpo Diplomático en el Palacio de Gobierno de Lima
Visita de cortesía al Presidente de la República del Perú en el Palacio de Gobierno de Lima
Encuentro con los miembros de la Compañía de Jesús en la iglesia de San Pedro en Lima
Encuentro con las Autoridades, con la Sociedad Civil y con el Cuerpo Diplomático en el Palacio de Gobierno de Lima
Esta tarde, a las 16:10 hora local (22.10 horas en Roma), el Santo Padre Francisco ha llegado al aeropuerto internacional de Lima donde fue recibido por el obispo castrense, por cuatro comandantes generales (Fuerza Aérea, Ejército, Armada y Policía), por el capellán y el comandante de la base aérea. Luego se trasladó en automóvil al Palacio de Gobierno de Lima, donde, a las 16.45 p. M. (22.45 horas en Roma),
se encontró con las autoridades políticas y religiosas, los representantes de la sociedad civil y la cultura y los miembros del Cuerpo Diplomático.
A su llegada, el Papa fue recibido por el Presidente de la República de Perú, Sr. Pedro Pablo Kuczynski, que, con su esposa, lo acompañó al podio mientras la Orquesta de niños de Manchay interpretaba una pieza musical.
Después del discurso del presidente, el Santo Padre pronunció su intervención.
Al final, el Papa y el Presidente entraron en el Palacio para encontrarse en privado.
Publicamos a continuación el discurso que el Santo Padre ha pronunciado durante el encuentro con las autoridades, la sociedad civil y el cuerpo diplomático.
Discurso del Santo Padre
Señor Presidente,
miembros del Gobierno y del Cuerpo Diplomático,
distinguidas autoridades,
representantes de la sociedad civil,
señoras, señores todos:
Al llegar a esta histórica casa doy gracias a Dios por la oportunidad que me concedió de pisar, una vez más, suelo peruano. Quisiera que mis palabras fueran de saludo y gratitud para cada uno de los hijos e hijas de este pueblo que supo mantener y enriquecer su sabiduría ancestral a lo largo del tiempo y es, sin lugar a dudas, uno de los principales patrimonios que tiene.
Gracias señor Pedro Pablo Kuczynski, Presidente de la Nación, por la invitación a visitar el país y por las palabras de bienvenida que me ha dirigido en nombre de todo su pueblo
Vengo a Perú bajo el lema «unidos por la esperanza». Permítanme decirles que mirar esta tierra es de por sí un motivo de esperanza.
Parte de vuestro territorio está compuesto por la Amazonia, que he visitado esta mañana y que constituye en su globalidad el mayor bosque tropical y el sistema fluvial más extenso del planeta. Este «pulmón» como se lo ha querido llamar, es una de las zonas de gran biodiversidad en el mundo pues alberga las más variadas especies.
Poseen ustedes una riquísima pluralidad cultural cada vez más interactuante que constituye el alma de este pueblo. Alma marcada por valores ancestrales como son la hospitalidad, el aprecio por el otro, el respeto y gratitud con la madre tierra y la creatividad para los nuevos emprendimientos como, asimismo, la responsabilidad comunitaria por el desarrollo de todos que se conjuga en la solidaridad, mostrada tantas veces ante las diversas catástrofes vividas.
En este contexto, quisiera señalar a los jóvenes, ellos son el presente más vital que posee esta sociedad; con su dinamismo y entusiasmo prometen e invitan a soñar un futuro esperanzador que nace del encuentro entre la cumbre de la sabiduría ancestral y los ojos nuevos que brinda la juventud.
Y me alegro también de un hecho histórico: saber que la esperanza en esta tierra tiene rostro de santidad. Perú engendró santos que han abierto caminos de fe para todo el continente americano; y por nombrar tan sólo a uno, como Martín de Porres, hijo de dos culturas, mostró la fuerza y la riqueza que nace en las personas cuando se concentran en el amor. Y podría continuar largamente esta lista material e inmaterial de motivos para la esperanza. Perú es tierra de esperanza que invita y desafía a la unidad de todo su pueblo. Este pueblo tiene la responsabilidad de mantenerse unido precisamente para defender, entre otras cosas, todos estos motivos de esperanza.
Sobre esta esperanza apunta una sombra, se cierne una amenaza. «Nunca la humanidad tuvo tanto poder sobre sí misma y nada garantiza que vaya a utilizarlo bien, sobre todo si se considera el modo como lo está haciendo».[1] - decía en la Carta encíclica Laudato si’-. Esto se manifiesta con claridad en la manera en la que estamos despojando a la tierra de los recursos naturales sin los cuales no es posible ninguna forma de vida. La pérdida de selvas y bosques implica no sólo la pérdida de especies, que incluso podrían significar en el futuro recursos sumamente importantes, sino la pérdida de relaciones vitales que terminan alterando todo el ecosistema.[2]
En este contexto, «unidos para defender la esperanza» significa impulsar y desarrollar una ecología integral como alternativa a «un modelo de desarrollo ya caduco pero que sigue provocando degradación humana, social y ambiental».[3] Y esto exige escuchar, reconocer y respetar a las personas y a los pueblos locales como interlocutores válidos. Ellos mantienen un vínculo directo con la tierra, conocen sus tiempos y procesos y saben, por tanto, los efectos catastróficos que, en nombre del desarrollo, provocan muchos proyectos. y se altera todo el entramado vital que constituye la nación. La degradación del medio ambiente, lamentablemente, no se puede separar de la degradación moral de nuestras comunidades. No podemos pensarlas como dos instancias distintas.
A modo de ejemplo, la minería informal se ha vuelto un peligro que destruye la vida de personas; los bosques y ríos son devastados con toda la riqueza que ellos poseen. Este proceso de degradación conlleva y promueve organizaciones por fuera de las estructuras legales que degradan a tantos hermanos nuestros sometiéndolos a la trata —nueva forma de esclavitud—, al trabajo informal, a la delincuencia… y a otros males que afectan gravemente su dignidad y, a la vez, la de esta nación.
Trabajar unidos para defender la esperanza exige estar muy atentos a esa otra forma —muchas veces sutil— de degradación ambiental que contamina progresivamente todo el entramado vital: la corrupción. Cuánto mal le hace a nuestros pueblos latinoamericanos y a las democracias de este bendito continente ese «virus» social, un fenómeno que lo infecta todo, siendo los pobres y la madre tierra los más perjudicados. Lo que se haga para luchar contra este flagelo social merece la mayor de las ponderaciones y ayudas… y esta lucha nos compromete a todos. «Unidos para defender la esperanza», implica mayor cultura de la transparencia entre entidades públicas, sector privado y sociedad civil, y no excluyo a las organizaciones eclesiásticas. Nadie puede resultar ajeno a este proceso; la corrupción es evitable y exige el compromiso de todos.
A quienes ocupan algún cargo de responsabilidad, sea en el área que sea, los animo y exhorto a empeñarse en este sentido para brindarle, a su pueblo y a su tierra, la seguridad que nace de sentir que Perú es un espacio de esperanza y oportunidad… pero para todos, no para unos pocos; para que todo peruano, toda peruana pueda sentir que este país es suyo, en el que puede establecer relaciones de fraternidad y equidad con su prójimo y ayudar al otro cuando lo necesita; una tierra en la que pueda hacer realidad su propio futuro. Y así forjar un Perú que tenga espacio para «todas las sangres»[4], en el que pueda realizarse «la promesa de la vida peruana».[5]
Quiero renovar junto a ustedes el compromiso de la Iglesia católica, que ha acompañado la vida de esta Nación, en este empeño mancomunado de seguir trabajando para que Perú siga siendo una tierra de esperanza.
Que santa Rosa de Lima interceda por cada uno de ustedes y por esta bendita Nación.
Nuevamente gracias.
______________________
[1] Carta enc. Laudato si’, 104.
[2] Cf. ibíd., 32.
[3] Mensaje Urbi et Orbi, Navidad 2017.
[4] José María Arguedas, Todas las sangres, Buenos Aires (1964).
[5] Jorge Basadre, La promesa de la vida peruana, Lima (19582).
Visita de cortesía al Presidente de la República del Perú en el Palacio de Gobierno de Lima
A las 17.15, hora local (23.15, hora de Roma), ha tenido lugar la visita de cortesía al Presidente de la República de Perú, Sr. Pedro Pablo Kuczynski.
La reunión privada terminó con el intercambio de regalos. Luego, la familia presidencial fue presentada al Papa. Por último, el Santo Padre bendijo a los funcionarios y al personal del Palacio y, después de haberse despedido, se trasladó en papamóvil a la iglesia de San Pedro.
Encuentro con los miembros de la Compañía de Jesús en la iglesia de San Pedro en Lima
Esta tarde, a las 17.55, hora local (23.55 horas en Roma), el Santo Padre Francisco se encontró en forma estrictamente privada con los miembros de la Compañía de Jesús en la iglesia de San Pedro en Lima.
A su llegada fue recibido en la entrada de la capilla de la Penitenciaría por el Provincial y el párroco de la iglesia de San Pedro. Atravesando la antigua iglesia de San Pablo, el Papa llegó a la Sacristía, donde se hallaban reunidos alrededor de 100 miembros de la Compañía de Jesús.
Al final, el Santo Padre posó para una foto de grupo, cruzó la iglesia de San Pedro y se detuvo brevemente frente a la lápida del Venerable Padre Francisco del Castillo. Luego regresó en automóvil a la Nunciatura Apostólica de Lima.