La audiencia general ha tenido lugar esta mañana a las 9,25 en el Aula Pablo VI donde el Santo Padre Francisco ha encontrado a los grupos de peregrinos y fieles procedentes de Italia y de todos los lugares del mundo.
Continuando el ciclo de catequesis sobre la santa misa, el Papa ha hablado esta vez de “El canto del Gloria y la oración de colecta”.
Tras resumir su discurso en diversas lenguas, el Santo Padre ha saludado en particular a los grupos de fieles presentes. La audiencia general ha terminado con el canto del Pater Noster y la bendición apostólica.
Catequesis del Santo Padre
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
En el recorrido de las catequesis sobre la celebración eucarística hemos visto que el Acto penitencial nos ayuda a despojarnos de nuestras presunciones y a presentarnos ante Dios como realmente somos, conscientes de ser pecadores, con la esperanza de ser perdonados.
Precisamente del encuentro entre la miseria humana y la misericordia divina brota la gratitud expresada en el "Gloria", “un himno antiquísimo y venerable con el que la Iglesia, congregada en el Espíritu Santo, glorifica a Dios Padre y glorifica y le suplica al Cordero." (Instrucción General del Misal Romano, 53).
El inicio de este himno –“Gloria a Dios en el alto del cielo”- retoma el canto de los ángeles en el nacimiento de Jesús en Belén, el anuncio gozoso del abrazo entre el cielo y la tierra. Este canto también nos involucra reunidos en oración: "Gloria a Dios en el alto del cielo y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad".
Después del "Gloria", o cuando no lo hay, inmediatamente después del Acto penitencial, la oración asume una forma particular en la llamada "colecta” que expresa el carácter propio de la celebración, variable según los días y tiempos del año (ver ibid., 54). Con la invitación "oremos ", el sacerdote exhorta al pueblo a recogerse con él en un momento de silencio, para hacerse conscientes de que están en la presencia de Dios y para que emerjan, del corazón de cada uno, las intenciones personales con las que participa en la misa (cf. ibid., 54). El sacerdote dice “oremos”; y después hay unos instantes de silencio y cada uno piensa en lo que necesita, en lo que quiere pedir, en la oración.
El silencio no se limita a la ausencia de palabras; es estar dispuesto a escuchar otras voces: la de nuestro corazón y, sobre todo, la voz del Espíritu Santo. En la liturgia, la naturaleza del silencio sagrado depende del momento en que se observa: " En el acto penitencial y después de la invitación a orar, cada uno se recoge en sí mismo; pero terminada la lectura o la homilía, todos meditan brevemente lo que escucharon; y después de la Comunión, alaban a Dios en su corazón y oran." (ibid., 45). Por lo tanto, antes de la oración inicial, el silencio nos ayuda a recogernos en nosotros mismos y a pensar en por qué estamos allí. De ahí la importancia de escuchar nuestro ánimo para abrirlo luego al Señor. Tal vez venimos de días fatigosos, o de alegría, de dolor, y queremos decírselo al Señor, invocar su ayuda, pedirle que esté cerca de nosotros; tenemos familiares y amigos que están enfermos o que atraviesan pruebas difíciles; deseamos confiarle a Dios las suertes de la Iglesia y del mundo. Para esto sirve el breve silencio antes de que el sacerdote, recogiendo las intenciones de cada uno, exprese en voz alta a Dios, en nombre de todos, la oración común que concluye los ritos de introducción, haciendo la "colecta" de las intenciones individuales. Recomiendo encarecidamente a los sacerdotes que observen este momento de silencio y no vayan deprisa: “oremos”, y que se haga silencio. Se lo recomiendo a los sacerdotes. Sin ese silencio corremos el peligro de descuidar el recogimiento del alma.
El sacerdote reza esta súplica, esta oración de colecta, con los brazos abiertos y la actitud del orante, asumido por los cristianos desde los primeros siglos – como demuestran los frescos de las catacumbas romanas- para imitar a Cristo con los brazos abiertos en el madero de la cruz. Está allí. ¡Cristo es el Orante y al mismo tiempo la oración!. En el Crucificado reconocemos al Sacerdote que ofrece a Dios el culto que le agrada, es decir la obediencia filial.
En el Rito romano las oraciones son concisas, pero repletas de significado: se pueden hacer tantas meditaciones hermosas sobre estas oraciones ¡Tan bellas! Volver a meditar sobre los textos, incluso fuera de la misa, puede ayudarnos a aprender cómo acudir a Dios, qué pedir, qué palabras usar. ¡Ojalá la liturgia se convierta para todos nosotros en una verdadera escuela de oración!
Saludos en las diversas lenguas
Saludos en francés
Me complace saludar a los peregrinos procedentes de Francia y de los diversos países francófonos, en particular a los estudiantes de las escuelas medias y superiores de París, así como a los miembros de la Asociación Franco-Peruana. ¡Que la liturgia se convierta para nosotros, con la ayuda del Espíritu Santo, en una verdadera escuela de oración!. ¡Dios os bendiga!
Saludos en inglés
Saludo a los peregrinos de habla inglesa presentes en la audiencia de hoy, especialmente los de Noruega, Nueva Zelanda y los Estados Unidos de América. Dirijo un saludo especial a los numerosos seminaristas y estudiantes universitarios presentes aquí. Sobre todos vosotros y vuestras familias, invoco el gozo y la paz de nuestro Señor Jesucristo. ¡Dios os bendiga!
Saludos en alemán
Con afecto saludo a los peregrinos de habla alemana presentes en esta audiencia. La Santa Misa nos ofrece oraciones y textos repletos de significado que pueden animar la oración personal, ayudándonos a aprender cómo acudir a Dios. Hagamos de la liturgia de la Iglesia una verdadera escuela de oración para nosotros. ¡Dios os bendiga, así como a vuestros seres queridos!
Saludos en español
Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en modo particular a los grupos provenientes de España y América Latina. Pidamos a la Virgen María que interceda por nosotros para que la Santa Misa sea de verdad una auténtica escuela de oración, en la que aprendamos a dirigirnos a Dios en cualquier momento de nuestra vida. Que el Señor los bendiga. Muchas gracias.
Saludos en portugués
Con gran afecto saludo a los peregrinos de lengua portuguesa, especialmente a los fieles que vinieron de Luziânia y Arcozelo, deseándoles a todos que encuentren una verdadera escuela de oración en la liturgia. ¡Que la Virgen María vele vuestro camino y os ayude a ser signo de confianza y esperanza entre vuestros hermanos!. La bendición de Dios desciende sobre vosotros y vuestras familias.
Saludos en árabe
Doy una cordial bienvenida a los peregrinos de lengua árabe, especialmente a los de Oriente Medio. Queridos hermanos y hermanas, volver a meditar los textos de las oraciones, incluso fuera de la misa, puede ayudarnos a aprender cómo acudir a Dios, qué preguntar, qué palabras usar. ¡Que la liturgia se convierta para todos nosotros en una verdadera escuela de oración. ¡El Señor os bendiga!
Saludos en polaco
Saludo cordialmente a los peregrinos polacos. Queridos hermanos y hermanas, como nos encontramos todavía al comienzo del año, se lo confiamos al Señor y le pedimos que sea un tiempo de gracia, paz y esperanza para nosotros, para nuestras familias y para el mundo entero. ¡Os bendigo de todo corazón así como a vuestros seres queridos!
Saludos en italiano
Queridos peregrinos de lengua italiana: ¡bienvenidos!
Me complace recibir a los diáconos permanentes de la diócesis de Biella y a las Hermanas Ursulinas Misioneras del Sagrado Corazón. Deseo a cada uno de vosotros que este encuentro revive la comunión con el ministerio universal del Sucesor de Pedro.
Saludo a los grupos parroquiales, en particular a los de Gesualdo y de Canosa di Puglia, a las Escuelas Infantiles Paritarias de Basilicata y a los Institutos de Enseñanza: Caetani de Cisterna di Latina y Zona de Leda de Aprilia. Saludo a los dirigentes y alumnos de la Escuela de Inspectores y Superintendentes de la Policía Financiera de L'Aquila-Coppito, a la Asociación de Voluntariado Social y de Salud de Bronte (CT) y a la Fondazione Istituto nazionale dei tumori de Milán.
Un pensamiento especial para los jóvenes, los enfermos y los recién casados. Queridos jóvenes, sed portadores del amor de Cristo entre vuestros coetáneos; queridos enfermos, encontrad en la ternura de Dios el apoyo en el dolor; y vosotros, queridos recién casados, sed testigos de la belleza del Sacramento del Matrimonio a través de vuestro amor fiel.