Una vez terminada en la Basílica Vaticana la celebración de la santa misa en la Solemnidad de la Epifanía, el Santo Padre Francisco se asomó a mediodía la ventana del estudio en el Palacio Apostólico Vaticano para rezar el Ángelus con los fieles y peregrinos reunidos en la Plaza de San Pedro.
Estas han sido las palabras del Papa en la oración mariana:
Antes del Angelus
Queridos hermanos y hermanas, ¡feliz fiesta!
Hoy, fiesta de la Epifanía del Señor, el Evangelio (Mt 2,1-12) nos presenta tres actitudes con las cuales fue recibida la llegada de Jesucristo y su manifestación al mundo. La primera actitud: búsqueda, búsqueda afanosa; la segunda: indiferencia; la tercera: miedo.
Búsqueda afanosa. Los Magos no dudan ponerse en camino para buscar al Mesías. Llegados a Jerusalén, preguntan: “¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Pues vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle”. (V.2). Hicieron un largo viaje y ahora con gran afán, intentan saber dónde se encuentra el Rey recién nacido. En Jerusalén, se dirigen al rey Herodes, que pide a los sumos sacerdotes y a los escribas que se informen sobre el lugar donde tendría que nacer el Mesías.
A esta búsqueda afanosa de los Magos, se contrapone la segunda actitud: la indiferencia de los sumos sacerdotes y de los escribas. Estaban muy cómodos. Conocen las Escrituras y son capaces de dar la respuesta acertada sobre el lugar de nacimiento: “En Belén de Judea, porque así está escrito por medio del profeta” (v. 5). Lo saben, pero no se molestan en ir a encontrar al Mesías. Y Belén está a pocos kilómetros, pero no se mueven.
Todavía más negativa es la tercera actitud, la de Herodes: el miedo. Tiene miedo de que este Niño le quite el poder. Llama a los Magos para que le digan cuando apareció la estrella y los manda a Belén diciendo: “Id e indagad […] sobre ese niño. Y cuando lo encontréis, comunicádmelo para ir yo también a adorarle”. (Vv 7-8). En realidad, Herodes no quería ir a adorar a Jesús; Herodes quiere saber dónde está el niño, no para adorarlo sino para eliminarlo, porque lo considera un rival. Y pensad: el miedo siempre conduce a la hipocresía. Los hipócritas son así porque tienen miedo en el corazón.
Estas son las tres actitudes que encontramos en el Evangelio: búsqueda afanosa de los Magos, indiferencia de los sumos sacerdotes, de los escribas, de los que conocían la teología; y miedo, de Herodes. Y nosotros también podemos pensar y elegir: ¿Cuál de las tres asumir? ¿Quiero buscar con afán a Jesús? “Pero Jesús no me dice nada … estoy tranquilo …” ¿O me da miedo Jesús y dentro de mí me gustaría eliminarlo?
El egoísmo puede inducirnos a considerar la llegada de Jesús a nuestra vida como una amenaza. Entonces, tratamos de suprimir o silenciar el mensaje de Jesús. Cuando se siguen las ambiciones humanas, las perspectivas más cómodas, las inclinaciones del mal, Jesús se percibe como un obstáculo.
Por otra parte, la tentación de la indiferencia también está siempre presente. Aunque sepamos que Jesús es el Salvador -el nuestro, el de todos nosotros-, preferimos vivir como si no lo fuera: en lugar de comportarnos de forma coherente con la fe cristiana, seguimos los principios del mundo, que inducen a satisfacer las inclinaciones a la arrogancia, a la sed de poder, a las riquezas.
En cambio, estamos llamados a seguir el ejemplo de los Magos: ser afanosos en la búsqueda, movernos para encontrar a Jesús en nuestra vida. Buscarle para adorarle, para reconocer que Él es nuestro Señor, Aquel que indica el verdadero camino a seguir. Si tenemos esta actitud, Jesús nos salva realmente, y podemos vivir una vida hermosa, podemos crecer en la fe, en la esperanza, en la caridad hacia Dios y hacia nuestros hermanos.
Invoquemos la intercesión de María Santísima, estrella de la humanidad peregrina en el tiempo. Que con su ayuda materna, cada hombre llegue a Cristo, Luz de verdad, y que el mundo progrese en el camino de la justicia y la paz.
Después del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas:
Algunas Iglesias orientales, católicas y ortodoxas, celebran estos días la Natividad del Señor. Les envío mis mejores deseos: que esta celebración alegre sea fuente de nuevo vigor espiritual y comunión entre todos nosotros, los cristianos, que lo reconocemos como Señor y Salvador. Y me gustaría expresar, de manera especial, mi cercanía a los cristianos coptos ortodoxos y saludar cordialmente a mi hermano Tawadros II con motivo de la gozosa consagración de la nueva catedral en El Cairo.
La Epifanía es también la Jornada de la Juventud Misionera, que este año invita a los jóvenes misioneros a hacer suya la mirada de Jesús, para que se convierta en la guía preciosa de su compromiso de oración, de fraternidad y de compartición con sus coetáneos más necesitados.
Dirijo mi c cordial saludo a todos vosotros, peregrinos, familias, grupos parroquiales y asociaciones, procedentes de Italia y de diversos países. Saludo en particular a los fieles de Lavello y a los de San Martino in Rio, a las Hermanas de San José de la Aparición, a los confirmandos de Bonate Sotto y Romano de Lombardía.
Un saludo especial al desfile histórico-folclórico que promueve los valores de la Epifanía y que este año está dedicado al territorio de los Montes Prenestinos. También quiero recordar la cabalgata de los Magos que tiene lugar en muchas ciudades polacas en la que participan muchas familias y asociaciones.
A todos os deseo una buena fiesta. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta pronto!