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Las palabras del Papa en la oración del ángelus, 26.11.2017

A las 12,00 el Santo Padre Francisco se ha asomado a la ventana de su  estudio en el Palacio Apostólico Vaticano para rezar el ángelus con  los fieles y peregrinos presentes en la Plaza de San Pedro.

 Estas han sido las palabras del Papa antes de la oración mariana

Antes  del ángelus

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

En este último domingo del año litúrgico celebramos la Solemnidad de Cristo Rey del universo. La suya es una realeza de guía, de servicio, y también una realeza que al final de los tiempos se afirmará como juicio. Hoy tenemos ante nosotros a Cristo como rey, pastor y juez, que muestra los criterios de pertenencia al Reino de Dios. Estos son los criterios.

La página evangélica se abre con una visión grandiosa. Jesús, dirigiéndose a sus discípulos, dice: «Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria rodeado de todos los ángeles, se sentará en su trono glorioso» (Mt 25,31). Se trata de la introducción solemne de la narración del juicio universal. Después de haber vivido la existencia terrena en humildad y pobreza, Jesús se presenta ahora en la gloria divina que le pertenece, rodeado de las hileras de ángeles. La humanidad entera es convocada ante Él que  ejerce su autoridad separando los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de las cabras.

A quienes ha puesto a su derecha dice: «Venid, benditos de mi Padre, y recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y  me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis;  en la cárcel y me vinisteis a ver » (vv. 34-36). Los justos se quedan sorprendidos, porque no se acuerdan de haber encontrado nunca a Jesús, y mucho menos de haberlo ayudado de ese modo; pero Él declara: «En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños  a  mí me lo hicisteis » (v. 40). Esta palabra no termina nunca de sorprendernos, porque nos revela hasta donde llega el amor de Dios: hasta identificarse con nosotros, pero no cuando estamos bien, cuando estamos sanos y felices, no, sino cuando atravesamos por  necesidades. Y de este modo escondido Él se deja encontrar, nos tiende la mano como un mendigo. Así Jesús revela el criterio decisivo de su juicio, es decir, el amor concreto por el prójimo en dificultad. Y así se revela el poder del amor, la realeza de Dios: solidario con quien sufre para suscitar en todos los lugares actitudes y obras de misericordia.

La parábola del juicio prosigue presentando al rey que aleja de sí a aquellos que durante su vida no se han preocupado de las necesidades de los hermanos. También en este caso se quedan sorprendidos y preguntan «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?» (v. 44). Sobreentendido: “¡Si te hubiéramos visto, seguramente te habríamos ayudado!”. Pero el rey responderá: «En verdad os digo  que cuanto dejasteis de hacer con uno de estos  más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo » (v. 45). Al final de nuestra vida seremos juzgados sobre el amor, es decir, sobre nuestro compromiso concreto de amar y servir a Jesús en nuestros hermanos más pequeños y necesitados. Ese mendigo, ese necesitado que tiende la mano es Jesús; ese enfermo que debo visitar es Jesús; ese preso es Jesús; ese hambriento es Jesús. Pensémoslo .

Jesús vendrá al final de los tiempos para juzgar a todas las naciones, pero viene a nosotros cada día, de tantos modos, y nos pide que lo acojamos. ¡Que La Virgen María nos ayude a encontrarlo y recibirlo en su Palabra y en la Eucaristía, y al mismo tiempo en los hermanos y en las hermanas que sufren el hambre, la enfermedad, la opresión, la injusticia!. ¡Que nuestros corazones lo acojan en el hoy de nuestra vida, para que seamos recibidos por Él en la eternidad de su Reino de luz y de paz.

Después del ángelus

Queridos hermanos y hermanas

Nos ha causado un gran dolor, el pasado viernes, la noticia de la masacre en una mezquita en el norte del Sinaí en Egipto. Sigo rezando por las numerosas víctimas, por los heridos y por toda aquella comunidad tan duramente golpeada. Que Dios nos libre de estas tragedias y sostenga los esfuerzos de todos los que trabajan por la paz, la concordia y la convivencia. Esas personas en aquel momento rezaban; también nosotros, en silencio, rezamos por ellas. 

Ayer, en Córdoba en Argentina, fue proclamada beata la Madre  Catalina de María Rodríguez, fundadora de la Congregación de las Hermanas Esclavas del Corazón de Jesús, el  primer instituto religioso femenino de vida apostólica en Argentina. Vivida  en el siglo XIX, Catalina,  primero estuvo casada y después, cuando se quedó viuda, se consagró a Dios, y se dedicó al cuidado  espiritual y material de las mujeres más pobres y vulnerables. Alabemos al Señor por esta mujer apasionada del Corazón de Jesús y de  la humanidad.

Saludo a todos vosotros, peregrinos llegados de Italia y de diversos países: a las familias, los grupos parroquiales, las asociaciones. En particular saludo a la comunidad ucraniana que recuerda la tragedia del Holodomor,  la muerte por hambre provocada por el régimen estalinista  con millones de víctimas. Rezo por Ucrania– para que la fuerza de la fe contribuya a curar las heridas del pasado y a promover hoy caminos de paz”.

Esta noche empiezo el Viaje apostólico a Myanmar y Bangladesh. Os pido que me acompañéis con la oración, para que mi presencia sea para esos pueblos un signo de cercanía y de esperanza.

Deseo a todos un buen domingo, Y por favor, no os olvidéis de rezar por mí. Buen almuerzo y hasta pronto.