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Audiencia a los dirigentes y al personal de la Dirección Central de Policía de Carreteras y Ferroviaria, 20.11.2017

A las 12:15 de esta mañana, en la Sala Clementina del Palacio Apostólico, el Santo Padre ha recibido en audiencia a los dirigentes y al personal de la Dirección Central de la Policía de Carreteras y Ferroviaria y les dirigió el discurso que publicamos a continuación.


Discurso del Santo Padre

Queridos hermanos y hermanas:

Me alegra encontraros hoy y dialogar con vosotros, dirigentes y agentes de la Policía de Carreteras y de la Policía Ferroviaria.  Agradezco al Jefe de la Policía  sus amables palabras de presentación.

Todos los ciudadanos deben sentirse agradecidos por el trabajo que realizáis  en nombre del Estado y de la colectividad  con el objetivo de garantizar, a través de una multiplicidad de funciones, la seguridad de quienes viajan por las carreteras y en los trenes. En nuestro mundo los viajes se  multiplican,  de ahí que  una movilidad eficiente y segura se haya  convertido en un requisito primordial e indispensable para una sociedad que quiere seguir el ritmo del desarrollo y garantizar el bienestar de sus miembros.

En las carreteras, la tarea de detectar infracciones, regular el tráfico, prevenir, socorrer y  dar cuenta de los  accidentes, tiene que ver con una realidad –la de las carreteras- cada vez  más compleja y tumultuosa. Junto a las carencias del sistema de tráfico, que requiere  inversiones sustanciales en modernización y seguridad, es importante tener en cuenta el escaso sentido  de responsabilidad de muchos conductores, que a menudo ni siquiera se dan cuenta de las graves consecuencias de su desatención  (por ejemplo, con el uso indebido de teléfonos celulares) o de su desaprensión.  

Las causas son la prisa y  la competencia asumidas como estilo de vida que hace de los  otros conductores obstáculos u oponentes a superar, transformando las carreteras en pistas de "Fórmula 1" y el cruce de semáforos en la  línea de salida de un gran premio. En ese contexto, las sanciones no son suficientes para aumentar la seguridad, sino que se necesita una acción educativa que permita una mayor toma de  conciencia de la responsabilidad que se tiene con los  que viajan a nuestro lado .
Esta acción de sensibilización e incremento del sentido cívico, tanto en la carretera como en el sector ferroviario, debería aprovechar lo más posible  la experiencia que vosotros, hombres y mujeres policías, acumuláis  día tras día en las carreteras y los ferrocarriles, en vuestro contacto directo con las  personas y las problemáticas. La línea directa entre el personal de servicio  y las centrales  permite llevar a cabo un trabajo de monitoreo continuo en todo el territorio, en el  cual es esencial vuestra tarea de dirigentes con la que aseguráis la coordinación, la comunicación de los resultados y la interacción.

También el sector ferroviario es un ámbito fundamental en la vida del país, que  necesita igualmente mantenimiento e inversiones estructurales, cuya insuficiencia causa  cada día malestar a millones de trabajadores pendulares y viajeros y  no pocas veces, como las noticias recientes enseñan, accidentes mortales. El que encontráis todos los días en el ferrocarril es como un microcosmos, atravesado por las realidades más  diferentes y  con el que viajáis para proporcionar seguridad, prevención y represión de los delitos.
En el ámbito de los ferrocarriles, como en el de  las carreteras, la acción policial requiere un alto profesionalismo y especialización, y por lo tanto una actualización continua del conocimiento de las leyes y del uso de la instrumentación y la tecnología. El contacto constante con las personas significa que vuestro profesionalismo  no se mida solamente por la elevada capacidad que se os requiere, sino también por una profunda rectitud, -que no lleve nunca a aprovechar del poder que poseéis-  y por un alto grado de humanidad.

Tanto en la actividad de control como en la de represión, es importante confiar en el uso de una fuerza que nunca degenere en violencia. Para ello se necesitan  gran sabiduría y autocontrol, especialmente cuando el policía es visto con desconfianza o casi como un enemigo, en lugar de como el guardián del bien común. Esto último, lamentablemente, es un mal extendido  que en determinadas zonas  llega a la contraposición entre el tejido social y el Estado, junto con aquellos que lo representan.

También a vosotros, como  hice con toda la Iglesia y la sociedad durante el Año Jubilar de 2015, os sugiero un estilo de  misericordia en el cumplimiento de vuestras funciones. La misericordia no es sinónimo de debilidad, ni requiere la renuncia al uso de la fuerza; significa en cambio ser capaces de no  identificar al culpable con el delito cometido, terminando por hacerle daño y generar un sentimiento de revancha; también significa hacer el esfuerzo de comprender las necesidades y las razones de las personas que encontráis en vuestro trabajo. Un trabajo que requiere de vosotros  el uso de la misericordia también en las  innumerables situaciones  de debilidad y dolor que enfrentáis a diario, no solo en el caso de siniestros de diversa índole, sino también en el encuentro con personas necesitadas o desfavorecidas.

Para concluir, me refiero a vuestro patrón ,San Miguel Arcángel, descrito en el libro bíblico del Apocalipsis mientras lucha contra Satanás, en defensa de la mujer que ha dado  a luz al Salvador (véase 12: 1-6). Esta imagen bíblica nos hace reflexionar sobre la lucha continua entre el bien y el mal, de la cual nunca podemos sentirnos excluidos . En la perspectiva bíblica, los protagonistas de este enfrentamiento son, ante todo,  Dios y Satanás, uno representa la plenitud del bien y de lo que es favorable al hombre, el otro encarna el mal y se opone al éxito de la existencia humana .

Incluso prescindiendo de  una óptica de fe, es importante reconocer la realidad de este enfrentamiento, entre el bien y el mal, que se lleva a cabo  en nuestro mundo e incluso dentro de nosotros. Conscientes de este desafío decisivo, sería una locura consentir con el mal o incluso pretender ser neutrales. Por el contrario, a cada uno se le pide que asuma la  parte de responsabilidad que le toca. empleando todas sus energías  para contrarrestar el egoísmo, la injusticia y la indiferencia.

Todos tenemos que hacerlo, pero vosotros  estáis en la vanguardia del enfrentamiento  con todo lo que ofende al hombre, crea desorden y fomenta la ilegalidad, obstaculizando la felicidad y el crecimiento de las personas, especialmente de las más jóvenes. Vuestro servicio, a menudo no estimado adecuadamente, os pone en el  corazón de la sociedad y, por su gran valor, no dudo en  definirlo como una misión que debe realizarse con honor y profundo sentido del deber, al servicio  del hombre y del bien común.

Invoco de Dios su bendición paternal y su protección para vosotros y vuestras familias, y os pido que recéis por mí.