Sigue el discurso de S.E. el cardenal Pietro Parolin, Secretariao de Estado, en el Diálogo promovido por la COMECE (Re) Thinking Europe: Una contribución cristiana al futuro del proyecto europeo, en curso del 27 al 29 de octubre en el Aula Nueva del Sínodo en el Vaticano
Discurso de S.E. el cardenal Pietro Parolin
Eminencia, Excelencias,
Distinguidas autoridades e ilustres invitados,
Señoras y señores,
Os doy la bienvenida y os agradezco vuestra numerosa participación en este Diálogo sobre Europa organizado por la Comisión de los Episcopados de la de la Unión Europea (COMECE) en colaboración con la Secretaría de Estado.
Un agradecimiento especial a S.E. el cardenal Reinhard Marx, presidente de la COMECE. Un agradecimiento especial al Sr. Frans Timmermans, Primer Vicepresidente de la Comisión Europea, y a la Sra. Mairead McGuinness, Vicepresidenta del Parlamento Europeo por su adhesión que es extremadamente significativa. En sus respectivos ámbitos , la Comisión y el Parlamento, son los interlocutores privilegiados de los Episcopados Europeos para el “diálogo abierto, transparente y regular de los obispos europeos que la Unión Europea mantiene con las Iglesias”.[1]
Desde el inicio de su pontificado, el Papa Francisco ha mostrado una gran preocupación por el destino de Europa, percibiendo su riqueza histórica y cultural, así como el potencial y los desafíos en un mundo globalizado y en un cambio continuo y repentino. Durante estos años, podemos decir que ha nacido un diálogo constante entre el Santo Padre y Europa, caracterizado por varias etapas, comenzando con las visitas memorables de Estrasburgo, el Parlamento Europeo y el Consejo de Europa, hasta llegar a la audiencia concedida a los Jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea el 24 de marzo y al encuentro de mañana por la tarde.
El resultado del referéndum británico el año pasado y las fuerzas erosivas que cruzan el continente han llevado al Santo Padre a considerar la necesidad urgente de favorecer una reflexión aún más exhaustiva y atenta sobre Europa y sobre la dirección que - incluso más allá de las fronteras de la Unión Europea- tiene la intención de emprender. La Santa Sede, que ha observado desde el principio con interés y respeto el proyecto de integración europea, ha considerado oportuno unirse a la iniciativa promovida por la COMECE, participando en este diálogo entre la comunidad eclesial y los miembros de la sociedad civil. Participa en espíritu de servicio a Europa, ya que no es indiferente a sus problemas y a su destino y está siempre deseosa de aportar su contribución para el bien de los pueblos del continente.
En la tercera parte de la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium, titulada : El bien común y la paz social,[2] Francisco establece cuatro principios "orientan específicamente el desarrollo de la convivencia social y la construcción de un pueblo donde las diferencias se armonicen en un proyecto común."[3]. Se aplican bien en este momento del diálogo, que debe apuntar principalmente a identificar las cuestiones fundamentales que Europa debe plantearse para enfrentar los desafíos del futuro.
En esta perspectiva, nuestra reunión debe tener en cuenta que el tiempo es superior al espacio. Nos encontramos hoy para comenzar un proceso más bien que para “ “obtener resultados inmediatos que producen un rédito político fácil, rápido y efímero, pero que no construyen la plenitud humana.[4] ". Estamos aquí con la convicción de que la unidad prevalece sobre el conflicto. Nos han dado una elocuente demostración precisamente los Padres fundadores del proyecto europeo, cuando comprendieron que la puesta en común de recursos y el trabajo común eran los verdaderos remedios contra la aparición de nuevos conflictos sangrientos como los que había desgarrado la primera mitad del siglo XX. En nuestras conversaciones no queremos olvidar que la realidad es superior a la idea, ya que "La idea desconectada de la realidad origina idealismos y nominalismos ineficaces, que a lo sumo clasifican o definen, pero no convocan. Lo que convoca es la realidad iluminada por el razonamiento."[5]. Por tanto, es necesario que no perdamos nunca de vista la realidad, que se compone sobre todo de los rostros concretos de los hombres y mujeres que habitan nuestro continente, cada uno con su potencial y sufrimiento, ya que es demasiado evidente el malestar generalizado que serpentea en nuestro tiempo antes los modelos abstractos caídos desde arriba. Finalmente, no olvidemos que el todo es superior a la parte "y es más que la mera suma "[6]. La integración que gradualmente se ha hecho realidad es algo más grande que la simple suma de idiomas y culturas. En este sentido, creo que es vital para mantener la afirmación central del pensamiento del Papa en Europa: "Los Padres fundadores nos recuerdan que Europa no es un conjunto de normas que cumplir, o un manual de protocolos y procedimientos que seguir. Es una vida, una manera de concebir al hombre a partir de su dignidad trascendente e inalienable [7]".
He recordado estos cuatro principios muy queridos por el Papa Francisco, considerando que es útil ofrecer una indicación del método para el trabajo de estos días. Nuestro diálogo perdería su valor si no comenzara de la vida cotidiana de las personas y si no apuntase a tener una visión prospectiva del futuro, capaz de indicar el camino a seguir, más que a identificar soluciones inmediatas a los problemas actuales. Por otra parte esta es la perspectiva de los tres debates que seguirán en la tarde y que están inspirados por el discurso que el Santo Padre dio con motivo de la concesión del Premio Carlo Magno. En esa ocasión, el Papa invitaba a aceptar "el reto de «actualizar» la idea de Europa. Una Europa capaz de dar a luz un nuevo humanismo basado en tres capacidades: la capacidad de integrar, capacidad de comunicación y la capacidad de generar”.[8]
En el enfoque de la discusión puede ser oportuno tener en cuenta algunas cuestiones surgidas de los discursos del Papa y que sintetizan sus preocupaciones en el contexto actual, a partir de las diversas crisis que afectan a Europa: desde la política económica que ha marcado la última década, hasta la dramática cuestión de las migraciones; desde los conflictos que desgarran no sólo la región mediterránea, sino también otras partes del continente, al avance del populismo y el retorno del nacionalismo; desde el desempleo y el malestar juvenil a los problemas ambientales.
Al enfrentar estos desafíos, Europa ha dado "una impresión general de cansancio y envejecimiento"[9]. ¿Cuál es la hermenéutica, la clave interpretativa con la que podemos leer las dificultades del momento presente y encontrar respuestas para el futuro?"[10] Cómo recuperar la memoria para devolver la esperanza al futuro?[11] Y ¿Qué esperanza para la Europa de hoy y de mañana?[12]
En el corazón de estas preguntas está la cuestión de cómo recuperar la idea de una Europa que recoloque en el centro a la persona, con su fermento de fraternidad y su voluntad de verdad y justicia[13]. Esto plantea también una cuestión general sobre la dignidad humana, sobre la que Francisco propone otros interrogantes. " ¿Qué dignidad existe cuando falta la posibilidad de expresar libremente el propio pensamiento o de profesar sin constricción la propia fe religiosa? ¿Qué dignidad es posible sin un marco jurídico claro, que limite el dominio de la fuerza y haga prevalecer la ley sobre la tiranía del poder? ¿Qué dignidad puede tener un hombre o una mujer cuando es objeto de todo tipo de discriminación? ¿Qué dignidad podrá encontrar una persona que no tiene qué comer o el mínimo necesario para vivir o, todavía peor, que no tiene el trabajo que le otorga dignidad?". [14]
Particularmente vivas en el corazón del Papa están la cuestión del trabajo y el tema de los jóvenes y sus perspectivas de futuro. " ¿Cómo evitar la pérdida de nuestros jóvenes, que terminan por irse a otra parte en busca de ideales y sentido de pertenencia porque aquí, en su tierra, no sabemos ofrecerles oportunidades y valores??"[15]. A su vez, este interrogante abre otras cuestiones fundamentales que Francisco plantea de manera muy directa: " ¿Qué cultura propone la Europa de hoy?" [16]¿ Dónde está esa tensión ideal que ha animado y hecho grande tu historia? ¿Dónde está tu espíritu de emprendedor curioso? ¿Dónde está tu sed de verdad, que hasta ahora has comunicado al mundo con pasión?[17]
No iré más lejos en estas preguntas, porque será el honorable Pat Cox quien definirá propiamente el tema de nuestro diálogo al final de esta ceremonia de apertura. Deseaba, no obstante, proponer estímulos para un debate que espero vivo y profundo al mismo tiempo. Además, todos en esta sala están llamados a hacer su parte, de acuerdo con las responsabilidades que les son propias, para construir el bien común, y promover la paz y la armonía. El proyecto europeo es, sin duda, una obra humana Y como tal tiene sus límites y es perfectible. Por eso necesita nuestra atención y consideración. Como cristianos queremos aportar nuestra contribución, animados y sostenidos por la fe: impulsados por el deseo de buscar la Ciudad de Dios, no queremos olvidar la importancia de construir y consolidar la comunidad de los hombres [18].Gracias.
[1] Art. 17 del Tratado de la Unión Europea
[2] Exhortación apostólica “Evangeli Gaudium” 217-237
[3] Cfr. 221
[4] Cfr.224
[5] Cfr. 225
[6] Cfr.232
[7] FRANCISCO, Discurso a los Jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea, 24 de marzo 2017
[8] FRANCISCO Discurso con motivo de la concesión del Premio Carlomagno, 6 de mayo 2017
[9] FRANCISCO, Discurso al Parlamento Europeo, Estrasburgo, 25 de noviembre 2014
[10] FRANCISCO Discurso a los Jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea, cit
[11] Ibid.
[12] Ibid
[13] Ibid. Y A. DE GASPERI, La nostra patria Europa. Discorso a lla Conferenza Parlamentare Europea. 21 abril 1954
[14] Cfr. FRANCISCO. Discurso al Parlamento Europeo, Estrasburgo, 25 de noviembre 2014
[15] Cfr. Discurso en ocasión de la concesión del Premio Carlomagno cit.
[16] Discurso a los Jefes de Estado y de Gobierno de la Unión Europea, cit
[17] CFR. FRANCISCO, Discurso al Consejo de Europa. Estrasburgo, 25 de noviembre 2014.
[18] Cfr. Concilio Vaticano II Constitución pastoral “Gaudium et spes” sobre la Iglesia y el mundo contemporáneo 1962