Esta mañana a las 10.30 el Santo Padre Francisco ha recibido en audiencia en la Sala Clementina del Palacio Apostólico, a los participantes en el Capítulo General de los Misioneros del Sagrado Corazón de Jesús
Sigue el discurso que el Santo Padre ha dirigido a los presentes en el curso de la audiencia:
Discurso del Santo Padre
Queridos hermanos,
Os saludo con alegría con motivo de vuestro Capítulo general y doy las gracias al Superior General por sus palabras. Os habéis reunido para reflexionar sobre la vida de vuestra congregación, orar y discernir juntos cuales son los caminos que el Señor os indica para actualizar y dar una fecundidad renovada al carisma que el Espíritu Santo ha dado a la Iglesia y al mundo a través de vuestro fundador, el sacerdote Jean Jules Chevalier.
Me parece particularmente significativo el lema elegido para la preparación que todo el Instituto ha llevado a cabo en vista de este capítulo: "Tú has guardado el buen vino hasta ahora" (Jn 2, 10). Si por un lado sois conscientes y gratos del inapreciable patrimonio de proyectos y obras apostólicas que el carisma ha desprendido en el siglo y medio de vida del Instituto, gracias a la fidelidad de los hermanos que os han precedido, por el otro comprendéis muy bien que sus ricos potenciales en beneficio de la Iglesia y del mundo no se han agotado. A la escucha de lo que el Espíritu dice hoy a su Iglesia y abiertos a los interrogantes de la humanidad, sabréis cómo recabar de la fuente genuina e inagotable del carisma nuevo impulso, decisiones valientes, expresiones creativas de la misión que os ha sido confiada. Precisamente las condiciones cambiantes del mundo actual con respecto al pasado y las nuevas instancias del compromiso de evangelización de la Iglesia, son las condiciones que requieren y hacen posibles nuevas formas de ofrecer el "buen vino" del Evangelio para dar alegría y esperanza a tantos.
Si la inspiración original del Fundador era difundir la devoción al Sagrado Corazón de Jesús, hoy vosotros la entendéis y la actualizáis expresándola en una variedad de obras y acciones que testimonian el amor tierno y misericordioso de Jesús por todos, especialmente por aquellas porciones de la humanidad más necesitadas. Para poder hacerlo, os invito - como he recordado a menudo a las personas consagradas - a "volver al primer y único amor", a mantener los ojos fijos en el Señor Jesucristo para aprender de él a amar con un corazón humano, a buscar y cuidar a las perdidas y heridas, a luchar por la justicia y la solidaridad con los débiles y los pobres, a dar esperanza y dignidad a los desheredados, a ir a cualquier lugar donde un ser humano espere ser acogido y ayudado. Cuando os manda como misioneros en el mundo, este es el primer Evangelio que la Iglesia os confía: mostrar en vuestras personas y con vuestras obras el amor apasionado y amor tierno de Dios por los pequeños, los últimos, los indefensos, los descartados de la tierra.
Aunque vuestro su Instituto, al igual que otros, haya sufrido en las últimas décadas una cierta disminución de sus miembros, el aumento de las vocaciones en América del Sur, Oceanía y Asia os conforta y os da esperanza para el presente y el futuro. Así también la formación cristiana de la juventud, expresión ulterior de vuestro carisma, podrá asegurarse e incrementarse en las obras del Instituto. ¡Qué urgente es hoy la tarea de educar y acompañar a las nuevas generaciones para aprender los valores humanos y cultivar una visión evangélica de la vida y de la historia! Esta, que muchos definen como una verdadera "emergencia educativa", es indudablemente una de las fronteras de la misión evangelizadora de la Iglesia, hacia la que está invitada a salir toda la comunidad cristiana. En la estela de lo que han hecho los hermanos que os han precedido y de las obras que comenzaron, os animo a emprender nuevas iniciativas en esta expresión específica de vuestro apostolado.
La Congregación de los Misioneros del Sagrado Corazón de Jesús cuenta todavía hoy con un buen número de miembros, entre los cuales un grupo consistente de hermanos religiosos. Y los hermanos, en una congregación son una gracia del Señor. Por favor, no cedáis al mal del clericalismo, que aleja al pueblo y especialmente a los jóvenes de la Iglesia, como he recordado otras veces. Vivid entre vosotros una verdadera fraternidad que acoge la diversidad y realza la riqueza de cada uno. No tengáis miedo de continuar e incrementar la comunión con los laicos que colaboran en vuestro apostolado, haciéndolos partícipes de vuestros ideales y proyectos y compartiendo con ellos la riqueza de la espiritualidad que emana de carisma del Instituto. Junto con ellos y con las hermanas de la congregación femenina , se robustecerá una "familia carismática" más numerosa, que mostrará mejor la vitalidad y la actualidad del carisma del Fundador.
¡Que la Virgen María, a la que veneráis con el título de Nuestra Señora del Sagrado Corazón de Jesús, os tenga siempre cerca de su Hijo, dispuestos a hacer todo lo que Él os diga, y os custodie con su intercesión maternal!. Os acompañe también mi bendición, que extiendo a todas vuestras comunidades. Y, por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Gracias!