Durante el vuelo desde Cartagena de Indias a Roma, al final del viaje apostólico a Colombia, el Santo Padre Francisco habló con los periodistas que lo acompañaban en el avión en la conferencia de prensa cuya transcripción publicamos a continuación:
Greg Burke:
Gracias, Santo Padre, por el tiempo que nos dedica hoy, después de un viaje intenso, cansado, muy cansado para algunos, pero también un viaje fructífero. En diversas ocasiones usted ha dado las gracias a las personas por las cosas que le han enseñado; también nosotros aprendemos tantas cosas en estas culturas de encuentro y le damos las gracias por esto. Colombia, en particular, con su pasado reciente —non solo reciente— nos ha ofrecido algunos testimonios muy fuertes, testimonios conmovedores de perdón y de reconciliación. Pero nos ha dado también una lección continua de alegría y de esperanza, dos palabras que usted ha usado mucho en este viaje. Ahora quizá usted quiere decir algo, y después pasamos a las preguntas. Gracias.
Papa Francisco:
Buenas tardes, y muchas gracias por vuestro trabajo.
Realmente me he quedado conmovido por la alegría, la ternura, la juventud, la nobleza del pueblo colombiano. De verdad, un pueblo noble, que no tiene miedo de expresar lo que siente, no tiene miedo de sentir y hacer ver lo que siente. Así lo he percibido yo. Esta es la tercera vez [que voy a Colombia], que yo recuerde, pero un obispo dijo: «No, usted estuvo una cuarta vez, pero solamente para pequeñas reuniones», una vez en La Ceja y las otras dos, o tres, en Bogotá. Pero no conocía la Colombia profunda, la que se ve por las calles. Y yo doy gracias por el testimonio de alegría, de esperanza, de paciencia en el sufrimiento de este pueblo. Me ha hecho mucho bien.
Greg Burke:
Gracias, Santo Padre. La primera pregunta es de César Moreno, de «Caracol Radio»:
César Moreno, «Caracol Radio»:
Gracias, Su Santidad, muy buenas noches. Antes de todo quisiera agradecerle por parte de todos los medios colombianos que nos acompañan aquí en este viaje, todos nuestros compañeros y amigos, por haber ido usted a nuestra Patria, por habernos dado mensajes tan lindos, tan profundos, por tanto cariño, por tanta cercanía que usted le demostró al pueblo colombiano. Su Santidad, muchas gracias. Mi pregunta es la siguiente: usted llegó, Santo Padre, a un país dividido, por cuenta de un proceso de paz, entre los que aceptan y no aceptan ese proceso, ¿qué hacer concretamente?, ¿qué pasos hay que dar para acercar a las partes divididas, para que dejen ese odio, para que dejen ese rencor? Si Su Santidad pudiera volver a nuestro país en unos años, ¿cómo cree, cómo le gustaría ver a Colombia? Gracias.
Papa Francisco:
A mí me gustaría al menos que el lema fuera «Demos el segundo paso», que al menos fuera ese. Han sido, yo pensaba que eran más, calculaba sobre sesenta, pero me han dicho que 54 años de guerrilla más o menos, y ahí se acumula mucho, mucho, mucho odio, mucho rencor, mucha alma enferma, y la enfermedad no es culpable, viene, te agarraste un sarampión y tienes —perdonadme, hablo italiano— el alma enferma. La enfermedad no es culpable, viene. Y con estas guerrillas que realmente han cometido pecados feos —tanto la guerrilla, como los paramilitares, tanto los de aquí como los de allí, y también la corrupción, muchas veces, en el país— y que han provocado esta enfermedad del odio. Pero hay pasos adelante que dan esperanza, pasos en la negociación, el último es el alto el fuego del ELN: Les doy las gracias, se lo agradezco mucho. Pero hay algo más, que yo he percibido, que son las ganas de ir adelante en este proceso, que va más allá de las negociaciones que se están haciendo y que se deben hacer. Es un deseo espontáneo, y allí está la fuerza del pueblo. Yo espero en esto. El pueblo quiere «respirar», pero debemos ayudarlo, ayudarlo con la cercanía, la oración y sobre todo la comprensión de cuánto dolor hay dentro de la gente.
Greg Burke:
Ahora, Santo Padre, José Mojica, de «El Tiempo»:
José Mojica, de «El Tiempo»:
Santo Padre, un honor estar aquí con usted. Mi nombre es José Mojica, soy periodista de «El Tiempo» —casa editorial de Colombia— y le saludo en nombre también de mis colegas colombianos y de todos los medios de comunicación de mi país. Colombia ha sufrido muchas décadas de violencia por cuenta de la guerra, por el conflicto armado y también por el narcotráfico; sin embargo, los estragos de la corrupción en la política han sido tan perjudiciales como la misma guerra, y aunque no es nueva la corrupción, siempre hemos sabido que existe, sabemos que siempre ha habido corrupción, ahora es más visible porque ya no tenemos las noticias de la guerra, del conflicto armado. ¿Qué hacer ante este flagelo, hasta dónde llevar a los corruptos, cómo castigarlos y, por último, habría que excomulgar a los corruptos?
Papa Francisco:
Usted hace una pregunta que yo me la planteé muchas veces, yo me lo planteé de esta manera: ¿el corrupto tiene perdón? Yo me la planteé así. Y me la planteé cuando hubo un acto, en la provincia de Catamarca, en Argentina, un acto de maltrato, abuso, de violación de una chica, y había gente metida allí muy ligada a los poderes políticos y económicos de esa provincia. Me impresionó mucho un artículo de Frigerio publicado en «La Nación», en esa época [O. Frigerio, «Corrupción, un problema político», La Nación, año 122, n° 42.863, p. 7]; yo escribí un pequeño libro que se llama «Pecado y corrupción». Todos somos pecadores siempre y nosotros sabemos que el Señor está cerca de nosotros, que Él no se cansa de perdonar. Pero la diferencia es: Dios no se cansa nunca de perdonar, pero el pecador a veces encuentra la valentía y pide perdón. El problema es que el corrupto se cansa de pedir perdón y olvida cómo se pide perdón: este es el problema grave. Es un estado de insensibilidad frente a los valores, frente a la destrucción, a la explotación de las personas. No es capaz de pedir perdón. Es como una condena, por la que es muy difícil ayudar a un corrupto, muy difícil. Pero Dios puede hacerlo. Yo rezo por esto.
Greg Burke:
Santo Padre, ahora Hernán Reyes, de «Télam».
Hernán Reyes, de «Télam»:
Santidad, la pregunta es del grupo de los periodistas de lengua española. Usted ha hablado de este primer paso que ha dado Colombia. Hoy en la Misa ha dicho que no ha sido suficiente un diálogo entre dos partes, sino que ha sido necesario incorporar a más actores. ¿Usted piensa que es posible aplicar este modelo colombiano a otros conflictos en el mundo?
Papa Francisco:
Integrar a otras personas… También hoy, en la homilía, he hablado de esto haciendo referencia al pasaje del Evangelio. Involucrar a otros sujetos: no es la primera vez. En muchos conflictos han sido involucrados otros sujetos. Es un modo de ir adelante, un modo sapiencial, político... Está la sabiduría de pedir ayuda. Creo que, como hoy he querido apuntar en la homilía —que era un mensaje más que una homilía—, creo que estos recursos técnico-políticos ayudan, estos requieren a veces la intervención de las Naciones Unidas para salir de la crisis. Pero un proceso de paz irá adelante solamente cuando lo toma de la mano el pueblo. Si el pueblo no lo toma de la mano, se podrá ir adelante un poco, se llegará a un compromiso... Es lo que he tratado de hacer sentir en esta visita: o el protagonista de la pacificación es el pueblo, o se llegará sólo hasta cierto punto. Pero cuando un pueblo toma de la mano esto, es capaz de hacerlo bien. Ese es el mejor camino. Gracias.
Greg Burke:
Ahora Elena Pinardi.
Elena Pinardi, de EBU-UER:
Buenas tardes, Santidad. En primer lugar quisiéramos preguntarle cómo está. Hemos visto todos que se ha golpeado la cabeza: ¿Cómo está? ¿Se ha hecho daño?
Papa Francisco:
Me incliné un poco para saludar a unos niños, no vi el cristal y... me di.
Elena Pinardi:
Entonces, la pregunta es esta. Mientras estamos en el vuelo, pasamos cerca del huracán Irma, que ha causado decenas de muertos y daños enormes en las Islas caribeñas y en Cuba, y se teme que amplias zonas de Florida puedan terminar bajo el agua. Seis millones de personas han tenido que dejar sus casas. Después del huracán Harvey, ha habido casi a la vez tres huracanes en la zona. Los científicos consideran que el calentamiento de los océanos es un factor que contribuye a que las tempestades y los huracanes de temporada sean más intensos. Hay una responsabilidad moral de los líderes políticos que rechazan colaborar con las otras naciones para controlar las emisiones de gas con efecto invernadero, ¿por qué niegan que el cambio climático sea también obra del hombre?
Papa Francisco:
Gracias. Empiezo por la última parte, para no olvidarla: quien niega esto debe dirigirse a los científicos y preguntarles a ellos. Ellos hablan clarísimo. Los científicos son precisos. El otro día, cuando salió la noticia de esa nave rusa —creo— que fue de Noruega a Japón o a Taipéi pasando por el Polo Norte, sin el rompehielos, y las fotografías mostraban trozos de hielo... A través del Polo Norte, ahora, se puede pasar. Es muy claro, es muy claro. Cuando salió esa noticia, de una universidad —no recuerdo dónde— salió otra que decía: «Tenemos solamente tres años para volver atrás, de lo contrario las consecuencias serán terribles». Yo no sé si es verdad «tres años» o no; pero que, si no volvemos atrás, nos hundimos, eso es verdad. Del cambio climático se ven los efectos, y los científicos indican claramente el camino a seguir. Y todos nosotros tenemos una responsabilidad, todos. Cada uno, más pequeña o más grande, una responsabilidad moral: en el aceptar, dar la opinión o tomar decisiones. Y debemos tomarlo en serio. Creo que es algo con lo que no hay que bromear, es muy serio. Usted me pregunta: ¿cuál es la responsabilidad moral? Cada uno tiene la suya. También los políticos tienen la suya. Cada uno tiene la propia. Según la respuesta que se da.
Elena Pinardi:
Hay quien percibe que vamos al encuentro del apocalipsis con todos estos eventos atmosféricos...
Papa Francisco:
No lo sé. Yo digo: cada uno tiene la propia responsabilidad moral, primero. Segundo: si uno tiene algunas dudas de que esto sea verdad, que pregunte a los científicos. Ellos son clarísimos. No son opiniones lanzadas al aire: son clarísimas. Y que después decida. Y la historia juzgará las decisiones. Gracias.
Greg Burke:
Ahora Enzo Romeo y después Valentina.
Enzo Romeo, de la RAI:
Buenas tardes, Santo Padre. Yo me uno a la pregunta hecha por la primera colega, porque usted muchas veces en los discursos que ha hecho en Colombia ha recordado la necesidad de hacer las paces con la creación, respetar el ambiente como condición necesaria para que se pueda crear una paz social estable. Y vemos los efectos de los cambios climáticos también en Italia: no sé si está informado, hay muchos muertos en Livorno...
Papa Francisco:
Sí, después de tres meses y medio de sequía.
Enzo Romeo:
Exacto. Muchos daños en Roma... Por tanto, estamos todos involucrados en esta situación. Pero, ¿por qué se tarda en tomar conciencia? Sobre todo por parte de los gobiernos, que sin embargo parecen tan atentos a otros sectores, quizá —hablando del discurso de las armas: estamos viendo por ejemplo la crisis de Corea—. También sobre esto me gustaría conocer su opinión.
Papa Francisco:
¿Por qué? Me viene a la mente una frase del Antiguo Testamento: el hombre es estúpido, es un testarudo que no ve (cf. Jr 5,21; Ez 12,1). El único animal de la creación que mete la pierna dos veces en el mismo hoyo es el hombre. El caballo y los otros no, no lo hacen. Es la soberbia, la presunción de decir: «No, pero no será así...». Y después está el dios bolsillo, ¿no? No solo en la creación: tantas cosas, tantas decisiones, tantas contradicciones y algunas de ellas dependen del dinero. Hoy, en Cartagena: yo comencé por una parte, llamémosla pobre, de Cartagena. Pobre. La otra parte, la parte turística, lujo y lujo sin medida moral, digamos. Pero los que van allí, ¿no se percatan de esto? O los analistas sociopolíticos, ¿no se percatan? El hombre es estúpido, decía la Biblia. Y así, cuando no se quiere ver, no se ve. Se mira solamente a un lado. No sé, y sobre Corea del Norte, te digo la verdad, yo realmente no entiendo. Porque realmente no entiendo el mundo de la geopolítica, es muy arduo para mí. Pero creo que, por lo que veo, allí hay una lucha de intereses que se me escapan, realmente no puedo explicarlo. Pero el otro aspecto es importante: no se toma conciencia. Piensa en Cartagena, hoy. Pero esto es injusto y ¿se puede tomar conciencia? Esto me viene en mente. Gracias.
Greg Burke:
Valentina…
Papa Francisco:
La «decana»…
Valentina Alazraki, de «Televisa»:
(Le pregunta cómo está)
Papa Francisco:
…pero no duele. Me pusieron un ojo en compota.
Valentina Alazraki:
De todos modos, lo sentimos. Incluso si no le duele, lo sentimos.
Santidad, cada vez que usted ve a los jóvenes, en cualquier parte del mundo, siempre les dice: «No os dejéis robar la esperanza, no os dejéis robar la alegría ni el futuro». Por desgracia, en Estados Unidos se ha abolido la ley de los dreamers, de los soñadores: estamos hablando de ochocientos mil jóvenes, muchísimos mexicanos, colombianos, de tantos países. ¿Usted no cree que con esta ley, con esta abolición, estos chicos perderán la alegría, la esperanza, el futuro? Y después, abusando de su gentileza y de la de los colegas, si usted podría rezar una pequeña oración, un pequeño pensamiento para todas las víctimas del terremoto de México y del huracán Irma. Gracias.
Papa Francisco:
Realmente, sí. Le preguntaba a qué ley se refería. Yo he oído sobre esta ley; no he podido leer los artículos ni cómo se toma la decisión. No la conozco bien, pero, primero, separar a los jóvenes de la familia no es algo que dé buen fruto, ni para los jóvenes ni para la familia. Yo creo que esta ley —que creo que no venga del Parlamento sino del Ejecutivo— si es así, pero no estoy seguro, hay esperanza de que se vuelva a pensar un poco. Porque yo he oído hablar al presidente de Estados Unidos: se presenta como un hombre provida y, si es un buen provida, entiende que la familia es la cuna de la vida y que se debe defender su unidad. Por eso, yo tengo interés en estudiar bien esa ley. Pero, realmente —en general, tanto en este caso como en otros— cuando los jóvenes se sienten explotados, como en muchos casos, al final se sienten sin esperanza. Y, ¿quién la roba? La droga, otras dependencias, el suicidio... El suicidio juvenil es muy fuerte y sucede cuando son apartados de sus raíces. Es muy importante la relación de un joven con sus raíces. Los jóvenes desarraigados hoy piden ayuda: quieren reencontrar las raíces. Por esto yo insisto tanto en el diálogo entre jóvenes y ancianos, un poco saltando a los padres. Que hablen con los padres, pero los ancianos [son importantes], porque allí están las raíces; y están algo más alejadas, para evitar los conflictos que puede haber con las raíces más cercanas, como aquellas de los padres. Pero los jóvenes, hoy, tienen necesidad de reencontrar las raíces.
Cualquier cosa que vaya contra las raíces, les roba la esperanza. No sé si he respondido…
Valentina Alazraki:
Pueden ser deportados de Estados Unidos...
Papa Francisco:
Sí, sí, pierden una raíz... esto es un problema. Pero realmente sobre esa ley no quiero expresar nada, porque no la he leído y no me gusta hablar de aquello que no he estudiado antes. Y después, Valentina es mexicana y México ha sufrido tanto, y con esta última cosa pido a todos, por solidaridad con la «decana» —está el otro «decano» allí— una oración por su patria. Gracias.
Greg Burke:
Gracias, Santo Padre. Ahora, Fausto Gasparroni de la agencia Ansa:
Fausto Gasparroni, de Ansa:
Santidad, en nombre del grupo italiano quiero hacer una pregunta sobre la cuestión de los migrantes, en particular sobre el hecho de que recientemente la Iglesia italiana ha expresado —digámoslo así— una especie de comprensión hacia la nueva política del Gobierno de restringir las salidas de Libia y por tanto, los desembarcos. Se ha escrito también que sobre esto, se ha producido un encuentro entre usted y el primer ministro, Paolo Gentiloni. Quisiéramos saber si, efectivamente, en este encuentro se ha hablado de este tema, si se ha producido este encuentro y si se ha tratado este tema y sobre todo, qué piensa usted sobre esta política de cierre de las salidas, considerando también el hecho de que los migrantes que se quedan en Libia —como ha sido documentado por investigaciones— viven en condiciones inhumanas, en condiciones muy, pero muy precarias. Gracias.
Papa Francisco:
Primero de todo, el encuentro con el primer ministro Gentiloni fue un encuentro personal y no sobre este tema. Fue antes de este problema, que salió unas semanas más tarde, casi un mes después. Fue antes del problema. Segundo: yo siento el deber de gratitud hacia Italia y Grecia, porque han abierto el corazón a los migrantes. Pero no basta con abrir el corazón. El problema de los migrantes es, primero, corazón abierto, siempre. Es también un mandamiento de Dios, de acogerlos: «Emigrantes fuisteis en Egipto» (cf. Lv 19,33-34), esto dice la Biblia. Pero un gobierno debe gestionar este problema con la virtud propia del gobernante, es decir, la prudencia. ¿Qué significa? Primero: ¿cuántos sitios tengo? Segundo: no sólo recibirlos, sino integrarlos. Integrarlos. Yo he visto ejemplos —aquí en Italia— de integración bellísimos. Cuando fui a la universidad Roma Tre, me hicieron preguntas cuatro estudiantes; una, la última que ha hecho la pregunta, yo la miraba [y pensaba]: «Pero esta cara la conozco...». Era alguien que hace menos de un año vino de Lesbos conmigo en el avión. Ha aprendido la lengua y como estudiaba biología en su patria, hizo la convalidación y continuó. Aprendió el idioma. Esto se llama integrar. En otro vuelo —cuando volvía de Suecia, creo— hablé de la política de integración de Suecia como un modelo, pero incluso Suecia dijo con prudencia: «El número es este; más no puedo», porque existe el peligro de no integración. Tercero: hay un problema humanitario, lo que usted decía. ¿La humanidad toma conciencia de estos valores allí? ¿De las condiciones de las que usted hablaba, en el desierto? He visto fotografías... Hay explotadores... usted hablaba del gobierno italiano: me da la impresión de que esté haciendo de todo por trabajos humanitarios, para resolver también el problema que no puede asumir...
Pero [resumiendo]: corazón siempre abierto, prudencia, integración y cercanía humanitaria.
Y hay una última cosa que quiero decir, y vale sobre todo para África. Hay, en nuestro inconsciente colectivo, un lema, un principio: «África debe ser explotada». Hoy en Cartagena hemos visto un ejemplo de explotación, humano, en aquel caso [el de los esclavos]. Y un jefe de gobierno, sobre esto, ha dicho una bonita verdad: «aquellos que huyen de la guerra, es otro problema; pero para tantos que huyen del hambre, hacemos inversiones allí, para que crezcan».
Pero en el inconsciente colectivo está que cada vez que tantos países desarrollados van a África, es para explotar. Debemos dar la vuelta a esto: África es amiga y hay que ayudarla a crecer. Después, los otros problemas, de guerras, van en otra parte. No sé si con esto he aclarado...
Greg Burke:
Santidad, debemos irnos. Pero, ¿podemos hacer una última pregunta? Xavier Le Normand, I.Media.
Xavier Le Normand, I.Media:
Buenas tardes, Santo Padre, Santidad, hoy usted ha hablado de Venezuela, después del Ángelus. Usted ha pedido que se rechace cualquier tipo de violencia en la vida política. El jueves, después de la Misa en Bogotá, usted ha saludado a cinco obispos venezolanos. Lo sabemos todos: la Santa Sede ha estado y todavía está muy comprometida con un diálogo en aquel país. Y desde hace meses usted pide el fin de toda violencia. Pero el presidente Maduro, por un lado, tiene palabras muy violentas contra los obispos y, por el otro, dice que está con el Papa Francisco. ¿No sería posible tener palabras más fuertes y tal vez más claras? Gracias, Santidad.
Papa Francisco:
Creo que la Santa Sede ha hablado fuerte y claramente. Lo que dice el presidente Maduro, que lo explique él: yo no sé qué tiene en su mente. Pero la Santa Sede ha hecho mucho: ha enviado allí, al grupo de trabajo de los cuatro expresidentes, ha enviado a un Nuncio de primer nivel; después ha hablado, ha hablado con personas, ha hablado públicamente. Yo, tantas veces, en el Ángelus he hablado de la situación, buscando siempre una salida, ayudando, ofreciendo ayuda para salir. No sé... pero parece que la cosa es muy difícil y lo que es más doloroso es el problema humanitario: tanta gente que escapa o sufre... Un problema humanitario que debemos ayudar a resolver de cualquier modo. Yo creo que las Naciones Unidas deban hacerse oír allí también, para ayudar... Gracias.
Greg Burke:
Gracias, Santidad. Creo que tenemos que irnos.
Papa Francisco:
¿Por las turbulencias?
Greg Burke:
Sí…
Papa Francisco:
Dicen que hay turbulencias, que tenemos que sentarnos. Pero os agradezco tanto, os agradezco mucho vuestro trabajo. Y una vez más, quisiera agradecer el ejemplo del pueblo colombiano. Y quisiera terminar con una imagen, lo que me ha impresionado de los colombianos: en las cuatro ciudades la multitud estaba en la calle, saludando... lo que más me ha impresionado es que los padres, las madres levantaban a sus hijos para hacerles ver al Papa y para que el Papa les diera la bendición. Como diciendo: «este es mi tesoro, esta es mi esperanza, este es mi futuro. Yo tengo fe en él». Esto me ha impresionado. La ternura. Los ojos de esos padres y esas madres. Bellísimo, ¡bellísimo! Esto es un símbolo, símbolo de esperanza, de futuro. Un pueblo que es capaz de tener niños y después mostrarlos, enseñarlo así, como diciendo: «este es mi tesoro», es un pueblo que tiene esperanza y tiene futuro. Muchas gracias. Gracias.
Greg Burke:
Gracias, Santidad. Buen descanso.