Esta mañana, a las 12,20, en la Sala Clementina del Palacio Apostólico, el Santo Padre Francisco ha recibido en audiencia a los miembros de la Liga Italiana para la Lucha contra los Tumores (LILT)
Publicamos a continuación el discurso que el Santo Padre ha dirigido a los presentes en la audiencia:
Discurso del Santo Padre
Queridos amigos,
Os doy la bienvenida y agradezco al Presidente las amables palabras que me ha dirigido en nombre de todos vosotros.
El compromiso de vuestra institución constituye para la sociedad una riqueza doble. Por un lado, con la multiplicidad de vuestros servicios, contribuye a formar en las personas y en familias un estilo de prevención: es decir, favorece la mentalidad de que la prevención oncológica es ante todo una forma de vida. Al mismo tiempo, junto con muchas realidades diferentes en Italia, alimentáis el voluntariado, es decir, una expresión emblemática de esa gratuidad que tendría que repercutir cada día más en la vida diaria.
Vuestra obra representa una herramienta muy útil de sensibilización y formación. Hay tanta necesidad de difundir una cultura de la vida, hecha de actitudes, de comportamientos. Una verdadera cultura popular, seria, accesible a todos, y no basada en intereses comerciales. Más específicamente, hay que acompañar a las familias en un camino de prevención; un camino que involucre a las diferentes generaciones en un "pacto" solidario; un camino que valorice la experiencia de los que han vivido, junto con sus familiares, el fatigoso recorrido de la patología oncológica.
Igualmente valiosa es la colaboración de los voluntarios de la Liga italiana para la lucha contra los Tumores con las estructuras sanitarias , públicas y privadas; así como la ayuda ofrecida a las familias para asegurarles la asistencia, sobre todo en la continuidad a menudo agotadora y sin tregua del día tras día.
Este último aspecto constituye un testimonio que la comunidad eclesial comparte y con el que se encuentra particularmente en sintonía, ya que está llamada por vocación y por misión a vivir el servicio a los que sufren y a vivirlo según el binomio típicamente cristiano de la humildad y del silencio. Efectivamente, el bien se cumple y es eficaz, sobre todo, cuando se lleva a cabo sin buscar la recompensa y las apariencias, en las situaciones concretas de la vida cotidiana.
En vuestro servicio hay también una descentralización continua hacia las periferias. " Periferia" son ,de hecho, cada hombre y cada mujer que vive una condición de marginación; periferia es cada persona expulsada a los márgenes de la sociedad y de las relaciones, especialmente cuando la enfermedad quiebra los ritmos habituales, como en el caso de las enfermedades oncológicas. Es la periferia la que llama en causa a la responsabilidad de cada uno de nosotros, porque cada cristiano, como cualquier hombre movido por el deseo de verdad y de bien, es un instrumento consciente de la gracia.
El "cuidar", atestiguado en la cotidianidad compartida con tantas personas enfermas, es una riqueza inestimable para la socidad : recuerda a toda la comunidad civil y eclesial que no hay que tener miedo a la proximidad, que no hay que tener miedo de la ternura, que no hay que tener miedo de "perder tiempo "con relaciones que ofrezcan y reciban apoyo y conforto recíprocos, espacios auténticos y no formales de solidaridad.
Por último, me permito señalar que, dado que la salud es un bien primario y fundamental de cada persona, es deseable que la prevención oncológica se extienda a todos, gracias a la colaboración entre los servicios públicos y privados, a las iniciativas de la sociedad civil y a las caritativas. De este modo, con vuestra contribución específica , podemos intentar, también en este sector que nuestras sociedades sean cada vez más inclusivas.
Os doy las gracias por este encuentro. Encomiendo vuestro compromiso y el de los voluntarios, junto con todos los enfermos que encontráis , a la maternal protección de María Santísima, Salus infirmorum, y os bendigo de corazón. Gracias.