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Audiencia a la Comunidad del Pontificio Colegio Portugúes de Roma, 08.05.2017

Esta mañana, a las 11,40 en la Sala del Consistorio del  Palacio Apostólico del Vaticano, el Santo Padre Francisco  ha recibió en audiencia a la Comunidad del Pontifici Colegio Portugués de Roma.

 

Publicamos a continuación el discurso que el Papa dirige a los presentes en la audiencia:

Discurso del Santo Padre

Queridos hermanos y hermanas,

Gracias por venir a verme,  ¡bienvenidos! Os saludo a todos, en especial  al rector, el Padre Caldas dándole las gracias por las amables palabras que me ha dirigido en nombre de toda la comunidad. Un pensamiento agradecido va también a sus colaboradores, a las religiosas  y al personal del Colegio. Os doy las gracias sobre todo por vuestras oraciones.  Por mi parte, os deseo paz y esperanza en el Señor a cada uno de vosotros, a vuestras familias y naciones de origen.
En Portugal, este deseo lo llevaré - Dios mediante - en persona, en mi peregrinación  ya inminente al Santuario de Fátima, donde hace cien años la Virgen se apareció a los tres pastorcitos. El encuentro con la Virgen fue para ellos una experiencia de gracia que les hizo enamorarse de Jesús. Cmo tierna y buena maestra, María introduce a los pequeños videntes  en el conocimiento íntimo del Amor Trinitario y los lleva a saborear a Dios como la  realidad más bella de la existencia humana. No puedo por menos que desear lo mismo para todos vosotros, queridos amigos. Por encima de cualquier otro objetivo que os haya traído a Roma y os mantenga aquí, tened siempre presente este: conocer y amar a Cristo - como diría el apóstol Pablo - tratando de conformaros  cada vez más  a Él hasta el don total de sí mismo.
Concretamente vosotros, queridos presbíteros, estáis llamados a progresar, sin cansaros, en vuestrsa formación cristiana y sacerdotal, pastoral y cultural. Sea cual sea vuestra especialización académica, vuestra  primera preocupación sea  crecer siempre en el camino de la consagración sacerdotal, a través de la experiencia amorosa de Dios: un Dios cercano y fiel como lo sintieron los beatos Francisco y Jacinta, y la Sierva de Dios Lucía . Hoy, contemplando  su vida humilde y sin embargo gloriosa, nos sentimos empujados a confiar, también nosotros, en la bondad de la misma Maestra. Y no se trat de una novedad. Lo rezamos siempre en la antífona latina más antigua  de la Virgen: "Sub tuum praesidium  confugimus, Sancta Dei Genetrix." Nos invita precisamente a buscar refugio bajo su manto, de una madre que nos lleva de la mano y nos enseña a crecer en el amor de Cristo y en la comunión fraterna.
Me  ha gustado escuchar al Padre Caldas decir  que desde 1929, en la capilla del Colegio, la mirada de la Madre de Dios acompaña las súplicas de los  que se acercan al altar. Míradla y dejad que os mire, porque es vuestra madre y os quiere mucho; dejad que os mire para aprender a ser más humildes y también  más valientes para seguir  la Palabra de Dios; para acoger el abrazo de su Hijo Jesús y, fortalecidos por esta amistad,  amar a cada persona de acuerdo con el ejemplo y la medida del Corazón de Cristo, al que está consagrado el Colegio, encontrando en Él  vida, esperanza y  paz. Miremos, hermanos y hermanas, a nuestra Madre, que está en el corazón de Dios. El misterio de esta joven de Nazaret no es extraño para nosotros. No es "Ella allí y nosotros aquí." No, estamos unidos. De hecho, Dios posa su mirada de amor (cf. Lc 1,48) también sobre cada hombre y cada mujer, ¡con nombre y apellido! Su mirada de amor es para cada uno de nosotros.


La relación con la Virgen María nos ayuda a tener una buena relación con la Iglesia: ambas son madres. Ya conocéis, en este sentido, el comentario de San Isaac, el abad de la Estrella: lo que se puede decir de María se puede decir de la Iglesia y también de nuestras almas. Las tres son femeninas, las tres son madres, las tres dan vida. Por lo tanto, es necesario cultivar la relación filial con la Virgen, porque si falta, hay algo huérfano en el corazón.  A un sacerdote que se olvida de la Madre, especialmente en los momentos difíciles. le falta algo. Es como  si fuerza  huérfano, cuando en realidad no lo es. Se ha olvidado de su madre. Pero en los momentos  difíciles el niño acude a su madre, siempre. Y la Palabra de Dios nos enseña a ser como niños destetados en el regazo de su madre (Sal 131,2).
En conclusión, espero que vuestra comunidad sacerdotal siga siendo un vivero de apóstoles, un punto de unión de las Iglesias de vuestros países con Roma, unidos en la caridad, en el testimonio vivo del amor de Dios por la humanidad. Con estos deseos para el mejor porvenir del Pontificio Colegio Portugués, imparto de todo corazón a los Superiores, a los estudiantes, a los colaboradores y a vuestras familias la bendición apostólica. Y ruego a la Virgen de Fátima que os enseñe a creer, adorar, esperar y amar como los beatos Francisco y Jacinta, y la Sierva de Dios, Lucía. Y, por favor, no os olvidéis de rezar por mí. Gracias.