Las palabras del Papa en la oración del Ángelus
Antes del Ángelus
Después del Ángelus
A las 12 horas de hoy, IV domingo de Cuaresma, el Santo Padre Francisco se ha asomado a la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico Vaticano para rezar el Ángelus con los fieles y peregrinos llegados a la Plaza de San Pedro.
Estas han sido las palabras del Papa antes de la oración mariana:
Queridos hermanos y hermanas, buenos días!
En el centro del Evangelio de este cuarto domingo de Cuaresma se encuentran Jesús y un hombre ciego de nacimiento (cfr Jn 9,1-41). Cristo le devuelve la vista y obra este milagro con una especie de rito simbólico: primero mezcla la tierra con la saliva y la unta en los ojos al ciego; luego le manda que vaya a lavarse a la piscina de Siloé. Aquel hombre va, se lava, y recobra la vista. Era un ciego de nacimiento. Con este milagro Jesús se manifiesta, y se nos manifiesta, como luz del mundo; y el ciego de nacimiento representa a cada uno de nosotros, que hemos sido creados para conocer a Dios, pero que por causa del pecado somos como ciegos, necesitamos una luz nueva; todos tenemos necesidad de una luz nueva: la de la fe, que Jesús nos ha dado. De hecho aquel ciego del Evangelio al recobrar la vista se abre al misterio de Cristo. Jesús le pregunta «¿Crees tú en el Hijo del hombre?». «Y quien es, Señor, para que crea en él?», respondió el ciego sanado (v. 36). «Lo estás viendo: el que te está hablando» (v. 37). «¡Creo, Señor!» y se prostró ante él.
Este episodio nos induce a reflexionar sobre nuestra fe, nuestra fe en Cristo, el Hijo de Dios, y al mismo tiempo se refiere también al Bautismo, que es el primer Sacramento de la fe: el Sacramento que nos hace “venir a la luz”, mediante el renacer del agua y del Espíritu Santo; así como sucedió al ciego de nacimiento, al cual se le abrieron los ojos después de haberse lavado en el agua de la piscina de Siloé. El ciego de nacimiento curado nos representa cuando no nos damos cuenta de que Jesús es la luz, es «la luz del mundo», cuando miramos hacia otra parte, cuando preferimos fiarnos de pequeñas luces, cuando nos tambaleamos en la oscuridad. El hecho de que aquel ciego no tenga un nombre nos ayuda a reflejarnos con nuestro rostro y nuestro nombre en su historia. También nosotros hemos sido “iluminados” por Cristo en el Bautismo, y por lo tanto estamos llamados a comportarnos como hijos de la luz. Y comportarse como hijos de la luz exige un cambio radical de mentalidad, una capacidad de juzgar hombres y cosas según otra escala de valores, que viene de Dios. El sacramento del Bautismo, efectivamente, requiere la elección de vivir como hijos de la luz y de caminar en la luz. Si ahora os preguntase: “¿Creéis que Jesús es el Hijo de Dios? ¿ Creéis que puede cambiar vuestros corazón? ¿ Creéis que puede hacer ver la realidad como la ve Él, y no como la vemos nosotros? ¿ Creéis que Él es luz, que nos da la verdadera luz?” ¿Qué responderíais? Que cada uno responda en su corazón.
¿Qué significa tener la verdadera luz, caminar en la luz? Significa, ante todo, abandonar las luces falsas: la luz fría y fatua del prejuicio contra los otros, porque el prejuicio distorsiona la realidad y nos carga de animadversión contra aquellos que juzgamos sin misericordia y condenamos sin apelación. Eh… esto es el pan de cada día ¿eh? Cuando se habla mal de los otros, no se camina en la luz: se camina en las sombras. Otra luz falsa, porque es seductora y ambigua, es la del interés personal: si evaluamos a las personas y a las cosas siguiendo el criterio de lo que nos es útil , de nuestra satisfacción, de nuestro prestigio, no actuamos con la verdad en las relaciones y en las situaciones. Si vamos por ese camino de buscar sólo el interés personal, caminamos en las sombras.
¡Que la Virgen Santa, que fue la primera en acoger a Jesús, luz del mundo, nos obtenga la gracia de acoger de nuevo en esta Cuaresma la luz de la fe, redescubriendo el don inestimable del Bautismo, que todos hemos recibido. Y que esta nueva iluminación se transforme, nos transforme en las actitudes y en las acciones, para ser también nosotros, a partir de nuestra pobreza, de nuestras pequeñeces, portadores de un rayo de la luz de Cristo!.
Después del Ángelus
Queridos hermanos y hermanas,
Ayer en Almería, España, fueron proclamados beatos José Álvarez-Benavides y de la Torre y 114 compañeros mártires. Estos sacerdotes, religiosos y laicos fueron testigos heroicos de Cristo y de su Evangelio de paz y reconciliación fraterna. ¡Que su ejemplo e intercesión sostengan el compromiso de la Iglesia en la edificación de la civilización del amor!.
Saludo a los fiele procedentes de Roma, de Italia y de otros países, en particular a los peregrinos . de Córdoba, España, a los jóvenes del colegio Saint-Jean de Passy, de París, a los fieles de Loreto, a los fieles de Quartu Sant’Elena. Rende, Maiori, Poggiomarino y a los adolescentes del decanato ‘Romana-Vittoria’, de Milán. Y a propósito de Milán, quisiera agradecer al cardenal arzobispo y a todo el pueblo milanés su calurosa acogida de ayer. Verdaderamente, me sentí en casa… con todos, creyentes y no creyentes. Os lo agradezco mucho queridos milaneses y os diré algo: He comprobado que es verdad lo que se dice: “¡A Milan si riceve col coeur in man! .
Os deseo a todos un buen domingo. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. Buen almuerzo y ¡hasta pronto!