Sala Stampa

www.vatican.va

Sala Stampa Back Top Print Pdf
Sala Stampa


Audiencia general: Raquel llora a sus hijos pero hay esperanza para su descendencia, 04.01.2017

La audiencia general de hoy, la primera del nuevo año, se ha celebrado esta mañana en el Aula Pablo VI. El Santo Padre ha continuado  su ciclo de catequesis sobre la esperanza cristiana hablando esta vez del tema bíblico de Raquel que llora por sus hijos pero hay esperanza para su descendencia .

Después de resumir su catequesis en diversos idiomas, el Santo Padre saludó a varios grupos de fieles y posteriormente invitó a rezar por la reciente masacre en un penitenciario de Manaus (Brasil).

La audiencia general finalizó con el rezo del Padre Nuestro y la bendición apostólica.

Sigue el texto de la catequesis del Santo Padre

“En la catequesis de hoy quisiera contemplar con vosotros la figura de una mujer que nos habla de la esperanza vivida en el llanto. Se trata de Raquel, la esposa de Jacob y la madre de José y Benjamín, aquella que, como nos narra el Libro del Génesis, muere dando a  luz a su segundo hijo, es decir, a Benjamín.

El profeta Jeremías hace referencia a Raquel dirigiéndose a los israelitas en exilio para consolarlos, con palabras llenas de emoción y de poesía;  o sea, no oculta  el llanto de Raquel pero da esperanza: «Así habla el Señor: ¡Escuchad! En Ramá se oyen lamentos, llantos de amargura: es Raquel que llora a sus hijos;  no quiere ser consolada, porque ya no existen» (Jer 31,15).

En estos versículos, Jeremías presenta a esta mujer de su pueblo, la gran matriarca de su tribu, en una realidad de dolor y llanto, pero junto a una perspectiva de vida impensable. Raquel, que en la narración del Génesis había muerto dando a luz y había asumido esta muerte para que su hijo pudiese vivir, ahora en cambio,  presentada nuevamente por el profeta como viva en Ramá -allí donde se reunían los deportados-  llora por sus hijos que, de alguna manera, han muerto yendo al exilio; hijos que, como ella misma dice, “ya no existen”, han desaparecido para siempre.

Y por eso Raquel no quiere ser consolada. Este rechazo expresa la profundidad de su dolor y la amargura de su llanto. Ante la tragedia de la pérdida de sus hijos, una madre no puede aceptar palabras o gestos de consuelo, que son siempre inadecuados, nunca capaces de aliviar el dolor de una herida que no puede y no quiere  cicatrizar. Un dolor proporcional al amor.

Toda madre lo sabe; y son muchas, también hoy, las madres que lloran, que no se resignan a la pérdida de un hijo, inconsolables ante una muerte imposible de aceptar. Raquel encierra en sí el dolor de todas las madres del mundo, de todo tiempo, y las lágrimas de todo ser humano que llora pérdidas irreparables.

Este rechazo de Raquel que no quiere ser consolada nos enseña también cuanta delicadeza se nos pide ante el dolor de los demás. Para hablar de esperanza a quien está desesperado, se necesita compartir su desesperación; para enjugar una lágrima del rostro de quien sufre, es necesario unir a su llanto el nuestro. Solo así, nuestras palabras podrán dar un poco de esperanza. Y si no puedo decir palabras así, con el llanto, con el dolor, mejor el silencio. La caricia, el gesto y nada de palabras.

Y Dios, con su delicadeza y su amor, responde al llanto de Raquel con palabras verdaderas, no fingidas; de hecho, así prosigue el texto de Jeremías: «Así habla el Señor: Reprime tus sollozos, ahoga tus lágrimas, porque tu obra recibirá su recompensa – oráculo del Señor – y ellos volverán del país enemigo. Sí, hay esperanza para tu futuro – oráculo del Señor – los hijos regresarán a su patria» (Jer 31,16-17).

Precisamente por el llanto de la madre, hay todavía esperanza para los hijos, que volverán a vivir. Esta mujer, que había aceptado morir, en el momento del parto, para que su hijo viviera, con su llanto es ahora el principio de una vida nueva para los hijos exiliados, prisioneros, alejados de la patria. Al dolor y al llanto amargo de Raquel, el Señor responde con una promesa que ahora puede ser para ella motivo de verdadero consuelo: el pueblo podrá regresar del exilio y vivir en la fe, libre, la propia relación con Dios. Las lágrimas han generado esperanza. Y esto nos fácil de entender, pero es verdad. Tantas veces, en nuestra vida, las lágrimas siembran esperanza, son semillas de esperanza.

Como sabemos, este texto de Jeremías es luego retomado por el evangelista Mateo y aplicado a la matanza de los inocentes (Cfr. 2,16-18). Un texto que nos enfrenta a la tragedia de la matanza de seres humanos indefensos, al horror del poder que desprecia y destruye la vida. Los niños de Belén murieron a causa de Jesús. Y Él, Cordero inocente,  morirá , a su vez,  más tarde, por todos nosotros. El Hijo de Dios ha entrado en el dolor de los hombres: no lo olvidéis. Cuando alguien se dirige a mí y me hace preguntas difíciles, por ejemplo: “Me diga padre: ¿Por qué sufren los niños?”, de verdad, yo no sé qué responder. Solamente digo: “Mira el Crucifijo: Dios nos ha dado a su Hijo, Él ha sufrido, y tal vez ahí encontrarás una respuesta. Pero respuestas aquí (indicando la cabeza) no tenemos.  Solo si miramos  el amor con que Dios  da a su Hijo que ofrece su vida por nosotros, se puede indicar algún camino de consuelo”. Y por eso decimos que el Hijo de Dios ha entrado en el dolor de los hombres, lo ha compartido y ha recibido la muerte; su Palabra es definitivamente palabra de consuelo, porque nace del llanto.

Y en la cruz estará Él, el Hijo moribundo, que dará una nueva fecundidad a su madre, confiándole al discípulo Juan y convirtiéndola en madre del pueblo de los creyentes. La muerte es derrotada y se cumple así la profecía de Jeremías. También las lágrimas de María, como las de Raquel, han generado esperanza y nueva vida. Gracias”.