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Audiencia general: “Era forastero y me acogisteis, estaba desnudo, y me vestisteis”, 26.10.2016

Era forastero y me acogisteis, estaba desnudo, y me vestisteis". A estas obras de misericordia de las que habla Jesús en el evangelio de san Mateo ha dedicado el Papa la catequesis de la audiencia general de los miércoles, reiterando que los cristianos que las hacen reconocen en las personas que piden ayuda el rostro de Cristo.

“En nuestros días es más actual que nunca la obra que se refiere a los extranjeros –dijo- La crisis económica, los conflictos armados y el cambio climático llevan a muchas personas a emigrar. Sin embargo, la migración no es un fenómeno nuevo, pertenece a la historia de la humanidad. Es  falta de memoria histórica  pensar que es propia solamente de nuestra época”

En la Biblia hay muchos ejemplos concretos de  migración. Abraham a quien la llamada de Dios lleva a abandonar su país para ir a otro, "Sal de tu tierra y de tu parentela y de la casa de tu padre a la tierra que te mostraré" (Gn 12.1). El pueblo de Israel que desde Egipto, donde era  esclavo, atravesó el desierto durante cuarenta años, hasta llegar a la tierra prometida. Y también la Sagrada Familia,  María, José y el niño Jesús,se vio obligada a emigrar para escapar de la amenaza de Herodes, y huyó a Egipto donde permaneció hasta la muerte del monarca.

“La historia de la humanidad es la historia de las migraciones: en todas las latitudes, no hay pueblo que no haya conocido el fenómeno de la migración –aseveró Francisco- A través de los siglos hemos sido testigos de grandes manifestaciones de solidaridad, en este sentido, aunque no hayan faltado tensiones sociales. Hoy en día, el contexto de crisis económica, favorece lamentablemente el resurgir de actitudes de cierre y de negativas a la acogida. En algunas partes del mundo se levantan muros y barreras. A veces parece que el trabajo silencioso de muchos hombres y mujeres que, de diversas maneras, hacen todo lo posible para ayudar y asistir a los refugiados y los emigrantes es cubierto  por el clamor de otros que prestan voz a un egoísmo instintivo. Sin embargo, el cierre no es una solución, de hecho, en última instancia, beneficia el tráfico criminal. La única vía es la  solidaridad. Solidaridad con el emigrante, solidaridad con el forastero”.

“El compromiso de los cristianos en este campo es urgente hoy como en el pasado”, recalcó. Y citó por mencionar solo en el siglo pasado a santa Francesca Cabrini, que dedicó su vida junto a la de sus compañeras a los  emigrantes en  Estados Unidos. “También hoy necesitamos testimonios como ese para que la misericordia llegue a tantas personas necesitadas -exclamó- Es un compromiso que implica a todos, sin excepción. Las diócesis, las parroquias, los institutos de vida consagrada, las asociaciones y movimientos, cada cristiano: todos estamos llamados a acoger a los hermanos y hermanas que huyen de la guerra, del hambre, de la violencia y  de las condiciones de vida inhumanas. Todos juntos somos una gran fuerza de apoyo para aquellos que han perdido su patria, su familia, su trabajo y su dignidad”.

Francisco contó a continuación un hecho que había pasado hace algunos días. “Un refugiado –dijo- buscaba una dirección; se le acercó una señora y le dijo: "¿Dónde quiere ir?" El refugiado, que no llevaba zapatos, le contestó: “Quiero ir a San Pedro para pasar por la Puerta Santa”. Y la señora pensó: “Pero sin zapatos ¿cómo puede andar? Y llamó a un taxi. Pero aquel emigrante, aquel refugiado olía mal y el conductor no quería que subiera, pero al final accedió. Y la señora, al lado del emigrante, le pidió que le contase algo de él, de su historia de refugiado, de emigrante. Tardaron diez minutos en llegar a San Pedro. Y aquel hombre contó su historia de dolor, de guerra, de hambre y el porqué había huído de su patria para venir aquí. Cuando llegaron y la señora abrió el monedero para pagar, el taxista, que al principio no quería que el hombre subiera al taxi porque olía mal, le dijo: “No, señora, soy yo el que tiene que pagarle porque ha hecho que escuchase una historia que me ha cambiado el corazón”. Esa señora sabía lo que era el dolor de un emigrante, porque tenía sangre armenia y conocía el sufrimiento de su pueblo.  Cuando pasa algo parecido, al principio lo rechazamos porque nos sentimos incómodos, “ pero…huele mal”. Pero al final la historia nos perfuma el alma y nos cambia. Pensad en esta historia y pensad en que podéis hacer por los refugiados”.

“Y ¿que significa vestir al desnudo sino devolver la dignidad a los que la han perdido?.Ciertamente –explicó- es dar ropa a los que no la tienen; pero pensemos también en las mujeres víctimas de la trata echadas a las calles, o en las otras, demasiadas, maneras de utilizar el cuerpo humano como una mercancía, incluso el de los menores de edad. Y también, no tener un trabajo, una casa, un salario justo, o ser objeto de discriminación por motivos raciales o  de fe, son formas de "desnudez", frente a las cuales, como cristianos, estamos llamados a estar atentos  y dispuestos a actuar.”

El Papa terminó su catequesis exhortando a todos a “no caer en la trampa de encerrarnos en nosotros mismos, indiferente a las necesidades de los hermanos y preocupados únicamente por nuestros intereses. Es cuando nos abrimos a los demás que la vida se hace fecunda, las sociedades recuperan  la paz y  a las personas se les restituye su plena dignidad”.