En sus saludos a los peregrinos de diversos países el Papa dio la bienvenida a los fieles de la diócesis de Ostrava-Opava a quien acompañaba su obispo Frantisek Václav y les confió a la intercesión de su patrono, san Venceslao, de quien hoy se celebra la memoria litúrgica. Entre los peregrinos de lengua francesa recordó a los procedentes de la diócesis de Belfort-Montbéliard, con Mons. Dominique Blanchet, a la delegación parlamentaria de la Asamblea Nacional francesa, al seminario francés de Roma y a los de la peregrinación interdiocesana de Argelia.
El Obispo de Roma reservó un saludo particular a los seminaristas del Colegio Pontificio Norteamericano y a sus familias llegadas a la capital italiana con motivo de la ordenación diaconal que se celebra mañana.
“En la liturgia de mañana celebraremos la fiesta de los arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael. Son espíritus encargados de un ministerio, enviados a servir a aquellos que heredarán la salvación –dijo a los peregrinos polacos- Tenemos que ser conscientes de su presencia invisible. Invoquémoslos en la oración para que en todo momento nos recuerden la presencia de Dios, nos apoyen en la lucha contra el mal y nos conduzcan seguros por los caminos de nuestra vida”.
El Pontífice saludó igualmente a los peregrinos de la comunidad católica de lengua portuguesa en Alemania, a los fieles eslovenos de las diócesos de Celje, Murska Sobota y Novo mesto, acompañados por sus obispos respectivos y dio una cordial bienvenida a los alemanes, especialmente a los numerosos jóvenes y, en particular a los seminaristas de las diócesis de Graz-Seckau y de Gurk-Klagenfurt y a las estudiantes de la Mädchen-Realschule Maria-Ward de Munich.
Un especial pensamiento fue a los mexicanos presentes en la Plaza a quienes invitó a cantar a la Guadalupana una tonada que cantaron al inicio de la audiencia “pidiendo por los sufrimientos de este pueblo”.
El Papa habló al final a los fieles italianos de las diócesis de Ascoli Piceno, uno los lugares afectados por el terremoto del pasado mes de agosto con su obispo Giovanni D’Ercole, diciéndoles: “También vosotros habéis sufrido”, y de Otranto con el arzobispo Donato Negro, así como a los de Modena-Nonantola. A todos pidió que volviendo a sus iglesias locales fueran testigos de misericordia.
Asimismo saludó a una delegación de la diócesis de Roma que ha preparado la Semana de la Familia, que se celebra del 2 al 8 de octubre y para quienes encendió una lamparilla, “símbolo del amor de las familias de Roma y del mundo entero”.
El Santo Padre mencionó al arzobispo de Potenza y al grupo de obreros despedidos en Basilicata manaifestando el deseo de que “la grave coyuntura laboral encuentre una solución positiva mediante el esfuerzo de todos para abrir caminos de esperanza. ¡El porcentaje de paro no puede subir más!”, afirmó.
A continuación saludó a las participantes en el capítulo general de las Hermanas Terciarias Capuchinas de la Sagrada Familia, a la Asociación de Ancianos con los ciclistas del Grupo Generali, a los participantes en la iniciativa “Italian Wonder Ways”, con su obispo Paolo Giulietti y a los fieles de Pieve de Soligo, venidos para recordar el aniversario de la muerte de Juan Pablo I.
El Santo Padre concluyó sus palabras en italiano dirigiéndose, como siempre, a los jóvenes, a los enfermos y a los recién casados. “El ejemplo de caridad de san Vicente de Paul, que recordamos ayer como patrono de las asociaciones de caridad, os conduzca a vosotros, queridos jóvenes, a cumplir vuestros proyectos de futuro con un servicio al prójimo alegre y desinteresado. Os ayude a vosotros, queridos enfermos, a enfrentaros al sufrimiento con la mirada puesta en Cristo. Y os lleve a vosotros, queridos recién casados, a construir una familia siempre abierta a los pobres y al don de la vida”.