El Santo Padre ha recibido esta mañana en el Aula Pablo VI a los familiares de las víctimas del atentado del pasado 14 de julio en Niza (Francia) en el que fallecieron 87 personas y más de trescientas resultaron heridas, algunas de mucha gravedad. Francisco ha manifestado su profunda emoción al encontrar a aquellos que sufren en su cuerpo y en su ánimo porque en una noche de fiesta, la violencia se cebó ciegamente, en ellos o en sus seres queridos, sin importar el origen o la religión. “Quiero compartir vuestro dolor- dijo- un dolor que se hace aún más fuerte cuando pienso en los niños, incluso en familias enteras, cuyas vidas fueron arrancadas de repente y de manera dramática. Os aseguro a cada uno de vosotros mi compasión, mi cercanía y mi oración”.
“Queridas familias –prosiguió- invoco a nuestro Padre Celestial, Padre de todos, para que acoja consigo a vuestros seres queridos, que encuentren el descanso y la alegría de la vida eterna. Para nosotros los cristianos, el fundamento de la esperanza es Jesucristo crucificado y resucitado. Nos lo asegura el apóstol Pablo: "Si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él”… Que la certeza de la vida eterna, que también pertenece a los creyentes de otras religiones, os sirva de consuelo en la vida, y sea motivo de perseverancia para continuar con valentía vuestro camino en esta tierra”.
También imploró el Papa al Dios de la Misericordia por todas las personas heridas, en algunos casos atrozmente mutiladas, en la carne o en el espíritu, sin olvidar a aquellos que no estaban hoy presentes en el Aula Pablo VI por este motivo o porque están todavía hospitalizados. “La Iglesia –afirmó- está cerca de vosotros y os acompaña con una inmensa compasión. Con su presencia a vuestro lado en estos momentos tan duros pide al Señor que os salga al encuentro y haga brotar en vuestros corazones sentimientos de paz y fraternidad".
El drama de Niza despertó en todo el mundo gestos muy significativos de solidaridad y cercanía y el Papa no dejó de recordar a todos aquellos que prestaron de inmediato socorro a las víctimas o a los que siguen estando cerca, y lo estarán por mucho tiempo, de ellas o de sus familiares. En particular dio las gracias a la comunidad católica y a su obispo, André Marceau, a los servicios asistenciales, a los voluntarios, en especial a la asociación Alpes-Maritimes Fraternité, presente en el Aula, de la que forman parte personas de todas las confesiones religiosas. “Esto es una señal muy hermosa de esperanza –recalcó- Me alegra ver que entre vosotros las relaciones interreligiosas están muy vivas, y esto no puede por menos que contribuir a sanar las heridas de estos acontecimientos dramáticos”.
“Efectivamente, entablar un diálogo sincero y relaciones fraternas entre todos, en particular entre aquellos que confiesan un Dios único y misericordioso es una prioridad urgente que los responsables, tanto políticos como religiosos, deben alentar y que cada uno está llamado a aplicar en su ámbito . Cuando la tentación de encerrarse en sí mismos, o de responder al odio con el odio y a la violencia con la violencia es fuerte –advirtió el Obispo de Roma- es necesaria una auténtica conversión del corazón. Este es el mensaje que el Evangelio de Jesús nos dirige a todos. Se puede responder a los ataques del diablo solamente con las obras de Dios que son perdón, amor y respeto del prójimo, aunque sea diferente”.
Por último el Papa aseguró una vez más a todos sus oraciones y “toda la ternura del Sucesor de Pedro”. “También rezo por vuestro amado país y por sus líderes, para que se construya sin escatimar esfuerzos una solución justa, pacífica y fraterna y como signo de mi cercanía –terminó- invoco sobre cada uno de vosotros la ayuda de la Virgen María y la abundancia de bendiciones celestiales”.