El Santo Padre ha recibido esta mañana en la Sala Clementina a los participantes en el curso anual de formación de los nuevos obispos promovido conjuntamente por la Congregación para los Obispos y la Congregación para las Iglesias Orientales. En el discurso que les ha dirigido, Francisco les ha invitado ante todo a hacer pastoral la misericordia a través de su ministerio, es decir a hacerla “accesible, tangible, encontrable”. El Papa ha articulado su reflexión en diversos puntos comenzando por recordar a los obispos “el escalofrío de haber sido amados anticipadamante”.
“Dios os precede en su conocimiento amoroso –ha dicho- Os ha “pescado” con el anzuelo de su misericordia sorprendente…Lo fue también Moisés, que pensaba que estaba solo en el desierto y se encontró en cambio hallado y atraido por Dios que le confío su Nombre, no para el mismo, sino para su pueblo. Sigue subiendo a Dios el grito de dolor de su gente, y sabed que esta vez es vuestro el nombre que el Padre quería pronunciar para que vosotros pronuncieis su Nombre al pueblo. Ese escalofrío recorrió también a los apóstoles cuando revelados "los pensamientos de sus corazones, " descubrieron fatigosamente el acceso al camino secreto de Dios que vive en los pequeños y se oculta a los que se bastan a sí mismos. No os avergoncéis de las veces en que os habéis sentido alejados de los pensamientos de Dios. Al contrario, abandonad la pretensión de la autosuficiencia para confiaros como niños al que revela su reino a los pequeños..Dios nos libre de dejar de sentir ese escalofrío, de domesticarlo y vaciarlo de su potencia "desestabilizadora".
Después hablando de la “condescendencia admirable” del Todopoderoso ha subrayado la belleza de “dejarse atravesar por el conocimiento amoroso de Dios. Y consuela la certeza –ha agregado- de que Él sabe realmente quienes somos y no se asusta de nuestra pequeñez…Hoy en día muchos se camuflan y se esconden. Les gusta construir personajes e inventar perfiles…No soportan el escalofrío de saberse conocidos por Alguien que es más grande y no desprecia nuestra pequeñez, que es más santo y no nos reprocha nuestra debilidad, que es verdaderamente bueno y no se escandaliza de nuestras llagas. Que no sea así para vosotros: dejad que os recorra ese escalofrío, no lo remováis, ni lo acalléis”.
El siguiente punto del discurso ha sido “Atravesar el corazón de Cristo, la verdadera Puerta de la Misericordia”. “El próximo domingo, cuando atraveseis la Puerta Santa del Jubileo de la Misericordia os invito- ha dicho el Papa a los nuevos obispos -a vivir intensamente una experiencia personal de… entrega total …de vuestras vidas al Pastor de los Pastores. Pasando a través de Cristo, la única Puerta, fijad vuestra mirada en la suya... La riqueza más valiosa que os podeis llevar de Roma al comienzo de vuestro ministerio episcopal es la conciencia de la misericordia con la que habéis sido mirados y elegidos. El único tesoro que os pido que no dejéis que se corroa en vosotros es la certeza de que no estáis abandonados a vuestras fuerzas. Sois obispos de la Iglesia, partícipes de un único episcopado, miembros de un Colegio indivisible, injertados firmemente como sarmientos humildes en la vid, sin la cual nada podéis hacer”.
A continuación Francisco tocó el punto central de su invitación a los obispos: La tarea de hacer pastoral la misericordia. “Es necesario- recalcó- que la misericordia forme e informe las estructuras pastorales de nuestras Iglesias…No tengáis miedo de proponer la Misericordia como un condensado de lo que Dios ofrece al mundo. Como enseñaba mi venerado y sabio predecesor, (Benedicto XVI), "la misericordia es la que pone un límite al mal. En ella se expresa la naturaleza peculiar de Dios - su santidad, el poder de la verdad y del amor ". Es "la manera en la que Dios se opone al poder de las tinieblas con su poder diverso y divino"... Hacer pastoral la misericordia no es nada más que hacer de las Iglesias que se os han encomendado casas en las que albergan la santidad, la verdad y el amor”.
Por último dio a sus hermanos en el episcopado tres recomendaciones para hacer pastoral la misericordia, exhortando en primer lugar a los obispos a ser “capaces de encantar y atraer”.
“Haced de vuestro ministerio un icono de la Misericordia –indicó-, la única fuerza capaz de seducir y atraer permanentente al corazón humano. Incluso el ladrón, en su última hora, se dejó llevar por Aquel en quien había encontrado “solamente el bien”. Se puede hasta ignorar a un Dios lejano e indiferente, pero no se resiste fácilmente a un Dios tan cercano y, además, herido por amor. La bondad, la belleza, la verdad, el amor, el bien: esto es lo que podemos ofrecer a este mundo mendigo, aunque sea en cuencos medio rotos. No se trata, sin embargo, de atraer hacia uno mismo: eso es un peligro. El mundo está cansado de los encantadores mentirosos. Y me permito decir de los curas a la moda, o de los obispos a la moda. La gente "olfatea", el pueblo de Dios tiene olfato, y se aleja cuando reconoce a los narcisistas, a los manipuladores, a los defensores de sus propias causas, a los proclamadores de cruzadas vanas. Por el contrario, tratad de secundar a Dios, que se introduce ya antes de vuestra llegada… Dios no se rinde nunca…Somos nosotros los que, acostumbrados a darnos por vencidos, a menudo nos conformamos y preferimos dejarnos convencer de que realmente han podido eliminarlo y nos inventamos palabras amargas para justificar la pereza que nos bloquea en el sonido inmóvil de las quejas vanas”.
En segundo lugar el Papa pidió a los obispos que fueran capaces de “iniciar” a los que les habían sido encomendados. “Todo lo grande necesita un recorrido para poderse adentrar en ello. ¡Tanto más la Misericordia divina, que es inagotable! –exclamó- Una vez aferrados por la Misericordia, ésta exige un recorrido introductivo, un camino, una senda, una iniciación. Basta con mirar a la Iglesia, Madre en engendrar por Dios y Maestra en la iniciación de los que genera para que entiendan la verdad en su plenitud. Basta contemplar la riqueza de sus sacramentos, fuente a la que regresar siempre, también en nuestra pastoral, que no quiere ser más que la tarea maternal de la Iglesia de nutrir a aquellos que han nacido de Dios ya través de ella. La misericordia de Dios es la única realidad que permite al ser humano no perderse definitivamente….En ella, puede estar siempre seguro de no caer en el abismo en el que se encontraría privado de origen y destino, de sentido y horizonte…Por favor os pido que no tengáis otra perspectiva cuando miréis a vuestros fieles que la de su unicidad, que no dejéis nada por intentar con tal de alcanzarlos, que no escatimeis esfuerzos para recuperarlos”.
“Sed obispos capaces de iniciar a vuestras Iglesias en este abismo de amor. Hoy en día se pide demasiado fruto a árboles que no están lo suficientemente cultivados. Se ha perdido el sentido de la iniciación, y sin embargo, a lo más esencial de la vida se accede sólo a través de la iniciación. Pensad en la emergencia educativa, en la transmisión sea de los contenido que de los valores, en el analfabetismo emocional, en el recorrido vocacional, en el discernimiento en las familias, en la busca de la paz. Todo ello requiere una iniciación y un camino guiado, con perseverancia, paciencia y constancia, que son los signos que distinguen al buen pastor del mercenario”.
“Os recomiendo –prosiguió- el cuidado de la intimidad con Dios, fuente de la posesión y la entrega de sí mismo, de la libertad para salir y entrar de nuevo. Sed pastores capaces de volver a casa con los vuestros, de despertar la intimidad saludable que les permita acercarse y crear la confianza que hace posible la pregunta: "Explícanos". No se trata de una explicación cualquiera sino del secreto del Reino”.
Además de este “explicar”, como Jesús con sus discípulos, el Papa pidió a los nuevos obispos que cuidasen con especial solicitud de “las estructuras de iniciación de vuestras Iglesias, en particular los seminarios. No os dejeís tentar por los números y la cantidad de las vocaciones –advirtió- buscad en cambio, la calidad del discipulado”.
La última recomendación para hacer pastoral la misericordia fue que los obispos fueran “capaces de acompañar”. “Y aquí –observó el Santo Padre- estoy obligado a llevaros otra vez al camino de Jericó para contemplar el corazón del samaritano que se abre… tocado por la misericordia frente a aquel hombre, sin nombre, caído en manos de los ladrones. Primero fue este dejarse desgarrar por la visión del herido, medio muerto, y después llega esa serie impresionante de verbos que todos conocéis…Verbos con los que se conjuga la misericordia. Hacer pastoral la misericordia es esto precisamente: conjugarla en verbos, hacerla palpable y operativa. Los hombres necesitan de la misericordia…Están fascinados por su capacidad de detenerse, cuando tantos pasan de largo; de inclinarse, cuando un reumatismo del alma impide la flexión; de tocar la carne herida cuando hay una preferencia por todo lo que es aséptico”.
“Me quiero centrar en uno de los verbos conjugados por el samaritano. El acompaña a la posada al hombre que se encontró por casualidad, se hace cargo de su destino. Se interesa por su recuperación y su futuro. No le basta lo que había hecho ya…Sed obispos con el corazón herido por una misericordia como aquella y, por lo tanto, incansables en la humilde tarea de acompañar al hombre que "por casualidad" Dios ha puesto en vuestro camino. Dondequiera que vayáis, recordad que no estáis lejos del camino de Jericó.. Acompañad en primer lugar y con paciente solicitud a vuestro clero. Os pido por favor, que llevéis a vuestros sacerdotes el abrazo del Papa y el aprecio por su laboriosa generosidad. También os pido que actuéis con gran prudencia y responsabilidad a la hora de aceptar o incardinar sacerdotes en vuestras Iglesias locales. Recordad que desde el principio se ha querido que fuera inseparable la relación entre la Iglesia local y sus sacerdotes, y nunca se ha aceptado un clero vagantge o en tránsito de un lugar a otro”.
“Reservad un acompañamiento especial a todas las familias, regocijándoos con su amor generoso e impulsando el inmenso bien que otorgan a este mundo. Seguid sobre todo a las más heridas.No paséis de largo ante de su fragilidad…Poned ante sus ojos la alegría del amor verdadero y de la gracia con que Dios lo eleva a la participación de su amor. Tantos necesitan volver a descubrirla, otros nunca la han conocido, otros esperan rescatarla, no pocos tendrán que llevar el peso de haberla perdido irremediablemente. Por favor, hacedles compañía en el discernimiento y con empatía”.
Al final de la audiencia el Pontífice rezó con los nuevos obispos y les bendijo de todo corazón como “pastor, padre y hermano”, recordando que “Cristo es el rostro de Dios que jamás se oscurece”.