La relación entre misericordia y redención ha sido el tema de la catequesis del Santo Padre durante la audiencia jubilar de este sábado en la Plaza de San Pedro. Muy cerca del Papa había esta vez una estatua de piedra de santa Inés de Bohemia, regalo de la República Checa, traída por los fieles de esa nación durante su peregrinación nacional con motivo del Año Santo de la Misericordia.
La palabra redención, que hace referencia a la salvación que Dios nos ha procurado mediante la sangre de su hijo Jesús, se utiliza poco, observó Francisco, y sin embargo, es fundamental porque indica la liberación más radical que Dios podía realizar por nosotros, por toda la humanidad y para toda la creación. “Parece que al hombre de hoy no ya no le guste pensar que ha sido liberado y salvado por una intervención divina”, dijo. “Se hace la ilusión de que su libertad es la fuerza para conseguir todo; incluso se enorgullece de ello. Pero en realidad no es así. ¡Cuántas ilusiones se venden bajo el pretexto de la libertad y cuántas nuevas formas de esclavitud se crean en nuestros días en nombre de una falsa libertad!...Tantos, tantos esclavos: “Lo hago porque quiero, tomo droga porque me gusta, soy libre…” ¡Son esclavos! Se vuelven esclavos en nombre de la libertad. Todos hemos visto personas así, que al final terminan por los suelos. Necesitamos que Dios nos libre de todas las formas de indiferencia, de egoísmo y de autosuficiencia”.
“Haciéndose uno de nostros, el Señor Jesús no sólo asume la condición humana, sino que nos eleva a la posibilidad de ser hijos de Dios –explicó- Con su muerte y resurrección, Jesucristo, el Cordero sin mancha, ha vencido a la muerte y al pecado para librarnos de su dominio. Es el Cordero que fue sacrificado por nosotros, para que pudiéramos recibir una nueva vida de perdón, de amor y de alegría.¡Que hermosas palabras! :perdón, amor y alegría… Todo lo que Él asumió, también fue redimido, liberado y salvado. Es verdad que la vida nos pone a prueba y, a veces sufrimos por ello. Sin embargo, en momentos como esos se nos invita a mirar a Jesús crucificado que sufre por nosotros y con nosotros, como prueba cierta de que Dios no nos abandona. No olvidemos nunca que en las angustias o las persecuciones, como en los dolores diarios, somos siemore liberados por la mano del Dios misericordioso que nos eleva hacia sí y nos lleva a una nueva vida”.
“El amor de Dios es ilimitado –subrayó el Pontífice- podemos descubrir siempre nuevas señales que indican su atención hacia nosotros y sobre todo su voluntad de alcanzarnos y precedernos. Toda nuestra vida, aunque marcada por la fragilidad del pecado, se coloca bajo la mirada de Dios que nos ama. ¡Cuántas páginas de la Sagrada Escritura nos hablan de la presencia de la cercanía y de la ternura de Dios para cada persona, especialmente para los más pequeños, los pobres y los afligidos! Dios tiene una gran ternura, una gran amor por los pequeños, por los más débiles, por los descartados por la sociedad. Cuanto más necesitados estamos, más su mirada sobre nosotros se llena de misericordia. El siente una compasión piadosa por nosotros porque conoce nuestras debilidades. Conoce nuestros pecados y nos perdona; perdona siempre. Nuestro Padre es muy bueno, muy bueno”.
Francisco terminó su catequesis invitando a los miles de fieles reunidos en la Plaza de San Pedro a “abrirse al Señor y acoger su gracia”, mientras junto con el Papa repetían tres veces la invocación del salmo 130: " Con el Señor hay misericordia, / y grande es la redención con él".