El cardenal Secretario de Estado, Pietro Parolin, ha celebrado esta mañana en la Plaza de San Pedro una misa de acción de gracias pora la canonización, ayer domingo, de la Madre Teresa de Calcuta en la que han participado miles de peregrinos procedentes de todo el mundo entre los cuales un gran número de religiosas y religiosos de la Orden por ella fundada, las Misioneras de la Caridad.
“A la Madre Teresa le gustaba definirse "un lápiz en las manos del Señor." Pero ¡qué poemas de caridad, de compasión, de consuelo y de alegría supo escribir ese pequeño lápiz! Poemas de amor y ternura por los más pobres entre los pobres, a los cuales consagró su existencia”. dijo el cardenal en su homilía.
La recién proclamada santa “abrió los ojos los ojos sobre el sufrimiento y lo abrazó con un gesto de compasión. Todo su ser fue interpelado y conmovido por este encuentro que, de alguna forma, le atravesó el corazón, como a Jesús, que se conmovió por el sufrimiento de la criatura humana, incapaz de levantarse por sí sola”. La santa de los bajos fondos de Calcuta “ descubrió en los pobres el rostro de Cristo "que se hizo pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza" y respondió a su amor sin medida con un inmenso amor por los pobres”.
Pero Madre Teresa sabía también que una de las formas más terribles de la pobreza consiste en saberse no amados, no deseados, despreciados. “Un tipo de pobreza -explicó el purpurado- que también está presente en los países y en las familias menos pobres, incluso en personas que pertenecen a las categorías que tienen medios y capacidades, pero que experimentan el vacío interior de haber perdido el sentido y la dirección de la vida o son golpeados violentamente por la desolación de los lazos rotos, la dureza de la soledad, la sensación de ser olvidados por todos, o de no servir a nadie”.
“Esto la llevó a identificar a los niños por nacer y amenazados en su existencia como "los más pobres entre los pobres". Cada uno de ellos, de hecho, depende, más que cualquier otro ser humano, del amor y el cuidado de la madre y de la protección de la sociedad. El concebido no tiene nada suyo, todas sus esperanzas y necesidades está en manos de los demás ... .Por eso defendió valientemente la vida por nacer con la franqueza de expresión y la linealidad de la acción que es la señal más luminosa de la presencia de los profetas y los santos, que no se arrodillan ante nadie, excepto ante el Todopoderoso ; son libres interiormente porque también son fuertes en su interior y no se inclinan ante las modas o los ídolos del momento, sino que se reflejan en la conciencia iluminada por el sol del Evangelio”.
“En ella, descubrimos ese binomio, feliz e inseparable entre el ejercicio heroico de la caridad y la claridad en el anuncio de la verdad, vemos la laboriosidad constante, alimentada por la profundidad de la contemplación, el misterio del bien cumplido en la humildad y sin cansancio, el resultado de un amor que " duele ".
“En este sentido –recordó el Secretario de Estado- ella afirmó en el famoso discurso durante la concesión del Premio Nobel en Oslo el 11 de diciembre, 1979: "Es muy importante para nosotros entender que el amor, para ser verdadero tiene que doler. A Jesús le dolió amarnos, le dolió” .Y dando las gracias a los benefactores presente y futuros dijo: "No quiero que me déis lo que es superfluo para vosotros, quiero que me deis hasta que os duela”.
“Creo que estas palabras –observó el cardenal Parolin- son como un umbral más allá del cual entramos en el abismo que rodeaba la vida de la santa, en esas alturas y en esas profundidades que son difíciles de explorar porque recorren muy de cerca el sufrimiento de Cristo, su entrega incondicional de amor y las profundas heridas que tuvo que sufrir”.
“... Otra palabra, de las siete pronunciadas por Jesús durante su agonía en la cruz, quiso que se escribiera en inglés en cada casa de su congregación, al lado del Crucifijo: “I thirst” ,tengo sed. Sed de agua fresca y clara, sed de almas para consolar y redimir de sus fealdades y hacerlas hermosas y agradable a los ojos de Dios, sed de Dios, de su presencia vital y luminosa. "I thirst” : esta es la sed que ardía en la Madre Teresa, su cruz y exaltación, su tormento y gloria”.
“Cuando la Madre Teresa pasó de esta tierra al Cielo, el 5 de septiembre de 1997, durante unos largos minutos Calcuta permaneció completamente sin luz – señaló el cardenal Parolin al final de su homilía- Ella en esta tierra fue una señal transparente que indicaba el cielo. En el día de su muerte el Cielo quiso poner un sello a su vida y decirnos que una luz nueva se había encendido sobre nosotros. Ahora, después del reconocimiento "oficial" de su santidad, brilla aún más vívida. ¡Que esta luz, que es la luz eterna del Evangelio, siga iluminando nuestra peregrinación en la tierra y los senderos de este mundo difícil¡”.