“Vuestra presencia es muy importante para mí y es también importante que estéis en vuestra casa”, ha dicho el Papa Francisco saludando esta mañana en el Aula Pablo VI a los participantes en la Peregrinación de los Pobres de la arquidiócesis francesa de Lyon a quien acompañaba su arzobispo el cardenal Philippe Barbarin. “Sea cual sea vuestra condición, vuestra historia, el peso que llevais- prosiguió- es Jesús el que nos reúne en torno a él. Si hay algo que Jesús tiene es precisamente la capacidad de acoger… a cada uno tal y como es. En Él somos hermanos, y me gustaría que sintieráis cuanto sois bienvenidos… Con los responsables que os acompañan dais un hermoso testimonio de fraternidad evangélica en este caminar juntos en la peregrinación. De hecho, habéis venido acompañandoos unos a otros. Algunos ayudandoos generosamente, ofreciendo recursos y tiempo para que vinieseis, y vosotros, dándoles, dandonos y dándome al mismo Jesús”
“Jesús quiso compartir vuestra condición, por amor, se hizo uno de vosotros: despreciado por los hombres, olvidado, uno que no cuenta nada. Cuando sintáis todo esto- dijo emocionado el Pontífice- no os olvidéis de que también Jesús lo sintió. Es la prueba de que sois inapreciables ante sus ojos, y de que está cerca de vosotros. Vosotros estáis en el corazón de la Iglesia… porque Jesús, en su vida, dio siempre prioridad a los que eran como vosotros, a los que vivían situaciones parecidas. Y la Iglesia, que ama y prefiere a quien Jesús amaba y prefería, no puede estar tranquila hasta que no haya llegado a todos aquellos que experimentan el rechazo, la exclusión, y que le no importan a nadie. En el corazón de la Iglesia, hacéis posible que nos encontremos con Jesús, porque nos habláis de él, no tanto con palabras, sino con vuestra misma vida. Y dais testimonio de la importancia de los pequeños gestos, al alcance de todos, que contribuyen a construir la paz, recordándonos que somos hermanos y que Dios es el Padre de todos nosotros”.
El Papa dijo a los peregrinos que intentaba imaginar lo que pensaría la gente que vió a María, a José y a Jesús por los caminos, en su huída a Egipto. “Eran pobres, atribulados por la persecución; pero allí estaba Dios”. Después dio de nuevo las gracias a cuantos acompañaban a los pobres en su peregrinación, fieles a la intución del sacerdote francés Joseph Wresinski - (1917-1988), fundador del Movimiento Internacional ATD -Cuarto Mundo y luchador incansable contra el analfabetismo- que partía de la vida en común y no de teorías abstractas, porque “las teorías abstractas – señaló Francisco - nos llevan a las ideologías y las ideologías nos llevan a negar que Dios se hizo carne, uno de nosotros. Porque la vida compartida con los pobres es la que nos transforma y nos convierte. ¡Recordadlo! Vosotros no solamente salís a su encuentro -al encuentro de quien se avergüenza y se esconde – no solo camináis con ellos, esforzándoos por entender sus sufrimientos, por entrar en su estado de ánimo, sino que también os esforzáis por entrar en su desesperación. Además, construís a su alrededor una comunidad, devolviéndoles de esta manera una existencia, una identidad. Y el Año de la Misericordia es la ocasión para redescubrir y vivir esta dimensión de la solidaridad, de la fraternidad, de la ayuda y el apoyo mutuo”
“Os pido, sobre todo que conservéis el valor y que, en medio de vuestras angustias, mantengáis la alegría de la esperanza. Que no se apague esa llama que vive en vosotros porque creemos en un Dios que repara todas las injusticias, que consuela todas las penas y sabe recompensar a los que mantienen la confianza en El. En espera de ese día de paz y de luz vuestra contribución es esencial para la Iglesia y para el mundo: sois testigos de Cristo, sois intercesores ante Dios que otorga de una manera muy especial lo que le pedís”.
Al final de su discurso, Francisco añadió que los peregrinos le habían pedido que recordase a la Iglesia de Francia que Jesús sufre a la puerta de nuestras iglesias si los pobres no están allí y citó la frase del diácono romano San Lorenzo “Los tesoros de la Iglesia son los pobres”. Por último, pidió a los pobres de Lyon más que un favor, una misión.
“Una misión –dijo- que solamente vosotros, en vuestra pobreza, sois capaces de cumplir. Me explico: Jesús, a veces, era muy severo y reprendía con firmeza a algunas personas que no acogían el mensaje del Padre. Y así, al igual que pronunció aquella hermosa palabra "bienaventurados", dirigiéndose a los pobres, a los hambrientos, a los que lloran, a los que son odiados y perseguidos, pronunció otra que, dicha por El, da miedo: “¡Ay de vosotros!”, dirigiéndose a los ricos, a los que están sacios, a los que ríen ahora, a los que les gusta ser adulados, a los hipócritas. Yo os confío la misión de rezar por ellos, para que el Señor cambie sus corazones. También os pido que recéis por los culpables de vuestra pobreza para que se conviertan. Rezad por tantos ricos que … dan grandes banquetes, sin darse cuenta de que hay tantos Lázaros a su puerta , deseosos de alimentarse de las sobras de sus mesas. Rezad también por los sacerdotes, los levitas, que -como los que vieron a aquel hombre golpeado y medio muerto – pasan de largo, mirando hacia otro lado, porque no tienen compasión. Sonreid a todas estas personas y también a aquellas otras que están vinculadas negativamente con vuestra pobreza y con tantos sufrimientos vuestros, sonreidles de todo corazón, deseadles el bien y pedid a Jesús que se conviertan y os aseguro que si lo hacéis, habrá una gran alegría en la Iglesia, en vuestro corazón, e incluso en la amada Francia”.
El Santo Padre terminó encomendando a los peregrinos a la protección de la Madre de Jesús y de San José y rezando con ellos el Padre Nuestro.