Ciudad del Vaticano, 19 de junio de 2016.- ¿Quién es Jesús para la gente de nuestro tiempo? ¿Quién es Jesús para cada uno de nosotros? Y ¿qué significa la invitación que dirige a los apóstoles para llevar su cruz? han sido las preguntas planteadas esta mañana por el Papa a los miles de fieles presentes en la Plaza de San Pedro para rezar el ángelus.
Francisco comentó el evangelio de san Lucas que describe uno de los pocos momentos de tranquilidad de Jesús cuando a solas con sus discípulos les pregunta quien dice la gente que sea y ellos responden “unos dicen que Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, alguno de los antiguos profetas que ha resucitado”. Es decir, el pueblo lo estimaba y lo consideraba un gran profeta, pero aún no eran conscientes de su verdadera identidad: la del Mesías, el Hijo de Dios enviado por el Padre para la salvación de todos.
Jesús, entonces, se dirige directamente a los apóstoles, “ porque es esto lo que más le interesa” – precisó Francisco- y pregunta: “Pero vosotros, ¿quién decís que soy yo?”. Y Pedro responde: “Tú eres el Cristo de Dios” o sea, Tú eres el Mesías, el Consagrado de Dios, enviado por Él a salvar su pueblo según la Alianza y la promesa”. Jesús percibe así que los Doce, y en particular Pedro, han recibido del Padre el don de la fe y por eso les cuenta abiertamente – así dice el Evangelio: “abiertamente” – lo que le espera en Jerusalén: “El Hijo del hombre debe sufrir mucho, ser rechazado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser condenado a muerte y resucitar al tercer día”.
“Hoy esas mismas preguntas se replantean a cada uno de nosotros: “¿Quién es Jesús para la gente de nuestro tiempo?.. Pero la otra es más importante: ¿Quién es Jesús para cada uno de nosotros?” –reiteró el Pontífice- …Estamos llamados a hacer de la respuesta de Pedro nuestra respuesta, profesando con alegría que Jesús es el Hijo de Dios, la Palabra eterna del Padre que se ha hecho hombre para redimir a la humanidad, derramando sobre ella la abundancia de la misericordia divina. El mundo necesita más que nunca a Cristo, a su salvación, a su amor misericordioso. Muchas personas sienten un vacío a su alrededor y dentro de sí… otras viven en la inquietud y en la inseguridad a causa de la precariedad y de los conflictos. Todos tenemos necesidad de respuestas adecuadas a nuestras interrogantes, a nuestras preguntas concretas. En Cristo, solo en Él, es posible encontrar la paz verdadera y el cumplimiento de toda aspiración humana. Jesús conoce el corazón del hombre como ningún otro. Por eso lo puede sanar, dándole vida y consuelo”.
Después de concluir su diálogo con los apóstoles, Jesús se dirige a todos diciendo: “El que quiera venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz cada día y me siga”. “No se trata de una cruz ornamental, o ideológica –explicó Francisco- es la cruz de la vida, es la cruz del propio deber, la cruz del sacrificarse por los demás con amor – por los padres, por los hijos, por la familia, por los amigos, también por los enemigos –, la cruz de la disponibilidad a ser solidario con los pobres, a comprometerse por la justicia y la paz. Cuando se asume esta actitud, estas cruces, siempre se pierde algo. Jamás debemos olvidar que “el que pierda su vida – por Cristo – la salvará”. Es un perder, para ganar. Y recordemos a todos nuestros hermanos que todavía hoy ponen en práctica estas palabras de Jesús, ofreciendo su tiempo, su trabajo, sus fatigas e incluso su propia vida para no renegar de su fe en Cristo. Jesús, mediante su Santo Espíritu, nos dará fuerzas para ir adelante por el camino de la fe y del testimonio: hacer aquello en lo que creemos; no decir una cosa y hacer otra. Y en este camino siempre está cerca de nosotros y nos precede la Virgen: dejémonos tomar de la mano por ella, cuando atravesamos los momentos más oscuros y difíciles”.