El Papa Francisco dedicó la catequesis de la audiencia general de los miércoles al primero de los signos de Jesús, la transformación del agua en vino, a petición de la Virgen en las bodas de Caná. Pero el relato evangélico, como explicó el Santo Padre, es algo más que la narración de ese milagro: encierra el secreto de la persona de Cristo y el objetivo de su venida. Es como un portal en el que están grabadas palabras y gestos que iluminan el misterio del Hijo de Dios e introducen a los discípulos en la fe.
Ya al principio encontramos la expresión "Jesús y sus discípulos". Jesús unío a sí en una comunidad a aquellos que había llamado a seguirlo y ahora, como una familia, todos están invitados a la boda. Iniciando así su ministerio público en las bodas de Caná, Jesús se revela como el esposo del pueblo de Dios, anunciado por los profetas, y descubre la profundidad de la relación que nos une a él: la de una nueva alianza de amor. Por lo tanto nuestra fe se asienta, como dijo el Papa, en “un acto de misericordia con el que Jesús nos vinculó con él. Y la vida cristiana es la respuesta a este amor, es como la historia de dos enamorados. Dios y el hombre se buscan, se encuentran, se celebran y se aman, como el amado y la amada en el Cantar de los Cantares. Todo lo demás es una consecuencia de esta relación. La Iglesia es la familia de Jesús en la que vierte su amor; y este es el amor que la Iglesia mantiene y quiere dar a cada uno”.
La frase de María, "No tienen vino", se entiende también a la luz de la Alianza, porque no es posible hacer una fiesta o celebrar una boda si falta lo que los profetas indican como un elemento fundamental del banquete mesiánico. Para vivir hace falta agua, pero el vino expresa la abundancia del banquete y la alegría de la fiesta. “Transformando en vino el agua de las tinajas utilizadas para la purificación ritual de los judios -señaló el Santo Padre- Jesús da un signo elocuente: transforma la Ley de Moisés en el Evangelio, portador de alegría. Como dice san Juan en otro lugar: "Porque la Ley fue dada por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo".
Las palabras que María dirige a los sirvientes, “Haced lo que El os diga”, coronan el marco esponsal de Caná y son, además sus últimas palabras referidas por los Evangelios, como una herencia que nos deja a todos. “Es una expresión que recuerda la fórmula de fe utilizada por el pueblo de Israel en el Sinaí en respuesta a las promesas de la Alianza: "Haremos todo cuanto ha dicho el Señor" -observó Francisco- Y, efectivamente, en Caná los sirvientes obedecen. "Jesús les dijo: Llenad las tinajas de agua. Y las llenaron hasta arriba. Entonces les dice: “Sacadlo ahora y llevadlo al maestresala. Ellos las llevaron. En estas bodas, realmente, se estipula una Nueva Alianza y a los servidores del Señor, es decir, a toda la Iglesia, se le confía la nueva misión: "Haced lo que El os diga”. Servir al Señor significa escuchar su palabra y ponerla en práctica. Es la recomendación, sencilla pero esencial de la madre de Jesús y el programa de vida del cristiano. Para cada uno de nosotros, beber de la tinaja equivale a confiar en la Palabra de Dios para sentir su eficacia en la vida. Entonces, junto con el maestresala que probó el agua convertida en vino, nosotros también podemos exclamar: "Has guardado el vino bueno hasta ahora". Sí, el Señor continúa reservando el mejor vino para nuestra salvación, así como continúa fluyendo desde su costado traspasado ”.
La conclusión del relato suona como una sentencia: "Así, en Caná de Galilea, dio Jesús comienzo a sus señales. Y manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos ". Por eso, las bodas de Caná son mucho más que la simple historia del primer milagro de Jesús: esconden, como en un cofre, el secreto de su persona y el propósito de su venida: el esperado esposo abre las bodas que se cumplen en el misterio pascual. “En estas bodas -terminó el Papa- Jesús une a sí a sus discípulos con una Alianza nueva y definitiva. En Caná, los discípulos de Jesús se convierten en su familia y nace la fe de la Iglesia. ¡Son unas bodas a las que todos estamos invitados, porque el vino nuevo ya no falta nunca!”.