Audiencia Jubilar: Año Santo para reconciliarse con Dios, 30.04.2016
El Santo Padre dedicó la Audiencia Jubilar de esta mañana a la reconciliación, uno de los aspectos importantes de la misericordia. Francisco recordó cómo Dios nunca nos deja de ofrecer su perdón porque no son nuestros pecados los que nos alejan del Señor, sino que somos nosotros pecando, quienes nos alejamos de Él. Al pecar “le damos la espalda” y nos distanciamos aún más de Él. Pero el Papa destacó que Jesús, como Buen Pastor, no se alegra hasta que no encuentra a la oveja perdida porque Él reconstruye el puente que nos reconduce al Padre y nos permite reencontrar la dignidad de hijos.
“Sólo con nuestras fuerzas -añadió- no lograremos reconciliarnos con Dios ya que el pecado es una expresión de rechazo a su amor, con la consecuencia de cerrarnos en nosotros mismos, aludiéndonos de encontrar mayor libertad y autonomía”. Por ello el Obispo de Roma animó a no dar la espalda a Dios “¡Reconciliaros con Dios!”. Éste es el grito que el apóstol Pablo dirigió a los primeros cristianos de Corintio y que hoy con la misma fuerza y convicción podemos aplicarnos a nosotros mismos. “Este Jubileo de la Misericordia -dijo- es un tiempo de reconciliación para todos. Muchas personas querrían reconciliarse con Dios pero no saben cómo hacerlo, o no se sienten dignos, o no quieren admitirlo, ni siquiera a sí mismos. La comunidad cristiana puede y debe favorecer el regreso sincero a Dios de cuantos sienten su nostalgia. Sobre todo aquellos que realizan el “ministerio de la reconciliación” están llamados a ser instrumentos dóciles del Espíritu Santo para que ahí donde ha abundado el pecado pueda sobre abundar la misericordia de Dios. Para que ninguno se quede lejos por culpa de obstáculos puestos por los hombres. Que este Año Santo sea para todos un tiempo favorable para descubrir la necesidad de la ternura y cercanía del Padre y retornar a él con todo el corazón”.
Al terminar la catequesis, Francisco saludó a los representantes de las Fuerzas Armadas y de la Policía llegados en peregrinación desde diferentes partes del mundo en ocasión del Jubileo extraordinario de la Misericordia. A ellos les exhortó a ser instrumento de reconciliación, constructores de puentes y sembradores de paz. “Estáis llamados no solo a prevenir, gestionar o poner fin a los conflictos, sino a contribuir a la construcción de un orden fundado en la verdad, la justicia, el amor y la libertad, según la definición de paz de San Juan XXII en la Encíclica Pacem in terris” El Para reconoció que la afirmación de la paz no es tarea fácil, sobre todo a causa de la guerra, que se seca el corazón y aumenta la violencia y el odio y les pidió no desanimarse. “Continuad vuestro camino de fe -dijo- y abrid vuestros corazones a Dios Padre misericordioso que no se cansa nunca de perdonarnos. Frente a los retos de cada día, -finalizó- haced brillar la esperanza cristiana, que es la certeza de la victoria del amor sobre el odio y la paz sobre la guerra”.
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