Sala Stampa

www.vatican.va

Sala Stampa Back Top Print Pdf
Sala Stampa


Audiencia general: Ignorar el sufrimiento humano significa ignorar a Dios, 27.04.2016

La parábola del buen samaritano ha sido esta vez el argumento de la catequesis del Papa Francisco durante la audiencia general de los miércoles, que ha tenido lugar en la Plaza de San Pedro y en la que han participado más de 25.000 personas.

En el evangelio de san Lucas se narra que un doctor de la Ley para poner a prueba a Jesús le preguntó que tenía que hacer para heredar la vida eterna. Jesús le invita a darse él mismo la respuesta y el doctor contesta: "Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con toda tu mente, y a tu prójimo como a tí mismo. "Haz esto y tendrás la vida", concluye Jesus. Pero el doctor vuelve a preguntar ¿”Quien es mi prójimo”?. “Y da por entendido -dijo el Papa- ¿mis parientes? ¿mis compatriotas? ¿los de mi religión? En pocas palabras, quiere una regla clara para clasificar a los otros como prójimo y no-prójimo”.

Entonces Jesús le propone una parábola cuyos protagonistas son un sacerdote, un levita y un samaritano. Los dos primeros están vinculados al culto del templo; el tercero es un judio cismático, considerado como un extranjero, pagano e impuro. En el camino de Jerusalén a Jericó, el sacerdote y el levita se encuentran con un moribundo al que unos ladrones habían atacado y abandonado. La ley del Señor en este tipo de situaciones establecía el deber de socorrerlo, pero ambos pasan sin detenerse. “Aquí la parábola nos da una primera enseñanza -explico Francisco- no es automático que los que frecuentan la casa de Dios y conocen su misericordia sepan cómo amar al prójimo.No es automático. Tu puedes saberte toda la Biblia, toda la liturgia,puedes conocer toda la teología, pero del conocer no se pasa automáticamente al amar: amar es otro camino. No es solo la inteligencia, es algo más... El sacerdote y el levita ven, pero ignoran; miran, pero no se ocupan. Sin embargo, el culto no es verdadero si no se traduce en servicio a los demás. No lo olvidemos nunca: frente al sufrimiento de tantas personas agotadas por el hambre, la violencia y la injusticia, no podemos permanecer como espectadores. ¡Ignorar el sufrimiento humano significa ignorar a Dios!”.

En cambio, narra la parábola, el samaritano, es decir el despreciado, aquel sobre el que nadie habría apostado, -y que de todas formas tenía como los otros dos sus compromisos y sus cosas que hacer- cuando vio al hombre herido, no pasó de largo como los demás: se detuvo y tuvo “compasión" . “Esa es la diferencia -subrayó el Pontífice- Los otros dos "vieron", pero sus corazones permanecieron cerrados, fríos. Por el contrario el corazón del samaritano estaba en sintonía con el corazón de Dios. De hecho, la "compasión" es una característica esencial de la misericordia de Dios...Dios tiene compasión de nosotros, es decir padece con nosotros..Siente nuestros sufrimientos...Compasión significa compartir con...Y en los gestos y las acciones del buen samaritano reconocemos la acción misericordiosa de Dios en la historia de la salvación. La misma compasión con la que el Señor sale al encuentro de cada uno de nosotros: Él no nos ignora, conoce nuestros dolores, sabe cuanto necesitamos ayuda y consuelo...y no nos abandona nunca”.

El samaritano actúa con verdadera piedad: venda las heridas de aquel hombre, lo lleva a una posada, se ocupa personalmente de su asistencia.. “Todo esto nos enseña que la compasión, el amor, no es un sentimiento vago, sino que significa ocuparse del otro, pagando en persona -destacó el Santo Padre- Significa comprometerse dando todos todas los pasos necesarios para "acercarse" al otro hasta identificarse con él: "Amarás a tu prójimo como a ti mismo."

Al final de la parábola Jesús pregunta al doctor de la Ley "¿Cuál de estos tres te parece que fue prójimo del que cayó en manos de los ladrones?. La respuesta es finalmente clara: "El que tuvo compasión de él". Al principio de la parábola para el sacerdote y el levita el prójimo era el moribundo; al final, el prójimo es el samaritano que se acercó. “Jesús invierte la perspectiva: no te pongas a clasificar a los otros para ver quién es prójimo y quién no lo es. Tu puedes convertirte en prójimo de cualquiera que veas que tiene una necesidad, y lo serás si hay compasión en tu corazón”.

“Esta parábola es un regalo maravilloso para todos nosotros y también un compromiso- observó el Santo Padre al final de la catequesis- Para cada uno de nosotros, Jesús repite lo que dijo al doctor de la ley: “Vé y tu también haz lo mismo ". Todos estamos llamados a recorrer el mismo camino del buen samaritano, que es figura de Cristo: Jesús se inclinó sobre nosotros, se hizo siervo nuestro, y así nos salvó, para que también nosotros podamos amarnos como Él nos ha amado”.