Tres plegarias por las víctimas de las migraciones concluyeron el encuentro del Papa Francisco, el Arzobispo Ieronymos y el Patriarca Bartolomé con la población de Lesbos en el puerto de Mytilene a cuyas aguas los tres líderes religiosos arrojaron sendas coronas de laurel en honor de los fallecidos en el Mediterráneo entregadas por tres niños de la isla, después de guardar un minuto de silencio.
Comenzó la oración el Arzobispo de Atenas y de toda Grecia, diciendo: “Oh Dios de todo espíritu y toda carne, que has aplastado la muerte, destruyendo el poder del diablo, dando vida al cosmos, a las almas de tus siervos que han dejado esta vida. Tú, oh Señor, concede que descansen en un lugar de luz, en un lugar de pastos verdes, en un lugar de consuelo, donde el dolor y la tristeza y el luto hayan desaparecido.
Tu, Dios nuestro, bueno y amoroso, perdona cualquier pecado que hayan cometido de pensamiento, palabra u obra, porque no hay hombre alguno que viva sin pecar porque solamente Tú eres sin pecado: tu justicia, y tu ley es la verdad.
Porque tú eres la resurrección y la vida, y el descanso de tus siervos, oh Cristo nuestro Dios; a Tí te rendimos gloria, como a tu Padre Eterno, a tu Espíritu Santo todo santo, bueno y creador de la vida, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén”.
A continuación el Patriarca Bartolomé se dirigió al “Señor de misericordia, de compasión y de todo consuelo” así: "Te pedimos por nuestros hermanos que viven en situaciones difíciles y nos dirigimos a tu bondad: “Nutre a los recién nacidos, instruye a los jóvenes, aumenta las fuerzas de los ancianos, infunde coraje de los débiles, reúne a los que están separados, navega junto a los navegantes, viaja con los viajeros, defiender a las viudas, protege a los huérfanos, libera a los prisioneros, sana a los enfermos.
Acuérdate, oh Señor, de los que trabajan en las minas, de los que están en el exilio, de los que tienen un trabajo duro, de todos los que viven todo género de aflicción, de necesidad, de peligro, y de todos aquellos que imploran tu bondad amorosa, de todos aquellos que nos aman y de los que nos odian, derrama sobre todos tu infinita misericordia, respondiendo a sus invocaciones para conseguir la salvación.
Te rogamos de nuevo, oh, Señor de la vida y de la muerte, que concedas el descanso eterno a las almas de tus siervos difuntos, a las almas de cuantos han perdido la vida en el éxodo de las regiones devastadas por la guerra, o durante el viaje a lugares de seguridad, de paz y prosperidad.
Porque tú, oh, Señor, eres el amparo de los indefensos, la esperanza de los desesperados, el salvador de los afligidos, el puerto del viajero, y el médico de los enfermos. Tu que eres todo para todos, tu que conoces a cada persona, sus súplicas, su casa y su familia, y sus necesidades. Libera esta isla, oh Señor, y cada ciudad y país, del hambre, de todas las plagas, del terremoto, de las inundaciones, de los incendios, de la espada, de las invasiones del enemigo extranjero y de la guerra civil. Amén".
Por último elevó su plegaria el Papa Francisco: “Dios de Misericordia, te pedimos por todos los hombres, mujeres y niños que han muerto después de haber dejado su tierra, buscando una vida mejor. Aunque muchas de sus tumbas no tienen nombre, para ti cada uno es conocido, amado y predilecto.Que jamás los olvidemos,sino que honremos su sacrificio con obras más que con palabras.
Te confiamos a quienes han realizado este viaje,afrontando el miedo, la incertidumbre y la humillación,para alcanzar un lugar de seguridad y de esperanza. Así como tú no abandonaste a tu Hijo cuando José y María lo llevaron a un lugar seguro, muéstrate cercano a estos hijos tuyos a través de nuestra ternura y protección.Haz que, con nuestra atención hacia ellos,promovamos un mundo en el que nadie se vea forzado a dejar su propia casay todos puedan vivir en libertad, dignidad y paz.
Dios de misericordia y Padre de todos, despiértanos del sopor de la indiferencia,abre nuestros ojos a sus sufrimientos y líbranos de la insensibilidad, fruto del bienestar mundano y del encerrarnos en nosotros mismos.Ilumina a todos, a las naciones, comunidades y a cada uno de nosotros,para que reconozcamos como nuestros hermanos y hermanasa quienes llegan a nuestras costas.
Ayúdanos a compartir con ellos las bendiciones que hemos recibido de tus manos y a reconocer que juntos, como una única familia humana,somos todos emigrantes, viajeros de esperanza hacia ti,que eres nuestra verdadera casa,allí donde toda lágrima será enjugada,donde estaremos en la paz y seguros en tu abrazo”.
Finalizadas las oraciones, los tres se desplazaron en minibus al aeropuerto, donde el Papa se entrevistó en privado con el Arzobispo Ieronymos y posteriormente con el Patriarca Bartolomé concluyendo sus encuentros privados con el primer ministro Alexis Tsipras.
Poco después de las 15.15 (hora local, las 14.15 hora de Roma), el Papa después de la ceremonia de despedida y los saludos de las respectivas delegaciones, emprendió el regreso a Roma donde su avión aterrizará hacia las 16.30 (hora de Roma).