El director de la Oficina de Prensa de la Santa Sede, Padre Federico Lombardi, ha afirmado hoy cuanto sigue:
“Las declaraciones del cardenal Pell ante la Real Comisión de investigación en conexión directa entre Australia y Roma, y la coincidencia con la concesión del Oscar a la mejor película a Spotlight, sobre el papel del Boston Globe en la denuncia de la cobertura de los delitos de muchos sacerdotes pedófilos en Boston (sobre todo en los años 1960-80), se han visto acompañadas de una nueva ola de atención de los medios y de la opinión pública sobre la dramática cuestión de los abusos sexuales de menores, en particular por miembros del clero.
La presentación sensacionalista de estos dos acontecimientos ha hecho que, buena parte del público- especialmente si poco informado o de memoria corta- piense que en la Iglesia no se haya hecho nada o se haya hecho muy poco para responder a estas tragedias horribles y que haya que empezar de nuevo. Una consideración objetiva demuestra que no es así. El anterior arzobispo de Boston renunció en 2002 después de los acontecimientos de que habla precisamente Spotlight (y después de una famosa reunión de cardenales americanos convocada en Roma por el Papa Juan Pablo II en abril de 2002), y desde 2003 (es decir, desde hace 13 años) la arquidiócesis está gobernada por el cardenal Sean O'Malley, universalmente conocido por su rigor y su sabiduría a la hora de enfrentarse con los problemas de abusos sexuales, hasta el punto de que fue nombrado por el Papa Francisco entre sus asesores y designado presidente de la Comisión por él establecida para la protección de los menores.
También los trágicos sucesos de abusos sexuales en Australia son objeto de investigaciones y de procesos judiciales y canónicos desde hace muchos años. Cuando el Papa Benedicto XVI fue a Sydney para la JMJ de 2008 (es decir, hace 8 años) se encontró con un pequeño grupo de víctimas en la sede de la arquidiócesis gobernada por el cardenal Pell, porque la cuestión era ya entonces de gran actualidad y el arzobispo pensaba que ese encuentro era muy oportuno.
Sólo para dar una idea de la atención con que fueron seguidos estos problemas, la única sección del web vaticano dedicada a ''Abusos de menores. La respuesta de la Iglesia", que se abrió hace unos 10 años, contiene más de 60 documentos o intervenciones.
El decidido compromiso de los papas para hacer frente a las crisis que surgieron posteriormente en distintos países y situaciones - como Estados Unidos, Irlanda, Alemania, Bélgica y los Países Bajos, los Legionarios de Cristo - no ha sido ni pequeño ni indiferente. Los procedimientos y las normas canónicas universales renovadas; las directrices y solicitudes a las conferencias episcopales, no sólo para responder a los abusos, sino también para prevenirlos de manera adecuada; la visita apostólica para intervenir en las situaciones más graves; la profunda reforma de la Congregación de los Legionarios, han sido acciones destinadas a responder con profundidad y clarividencia a una plaga que había manifestado una gravedad sorprendente y devastadora, especialmente en algunas regiones y en algunos períodos. La carta de Benedicto XVI a los fieles irlandeses en marzo de 2010 sigue siendo probablemente el documento de referencia más elocuente, que va mucho más allá del caso de Irlanda , para comprender la actitud y la respuesta legal, pastoral y espiritual de los papas a estos dramas de la Iglesia de nuestro tiempo: reconocimiento de los graves errores cometidos y petición de perdón, atención prioritaria y justicia para las víctimas, conversión y purificación, esfuerzos de prevención y renovada formación humana y espiritual.
Los encuentros de Benedicto XVI y de Francisco con grupos de víctimas han acompañado este ya largo camino con el ejemplo de la escucha, de la petición de perdón, del consuelo y de la implicación en primera persona de los papas.
En muchos países, los resultados del compromiso de renovación son alentadores, los casos de abusos se han vuelto muy raros y, por lo tanto, la mayoría de los que hoy se tratan y que continúan saliendo a la luz pertenecen a un pasado relativamente lejano de diversas décadas. En otros países, por lo general debido a situaciones culturales diferentes y todavía caracterizads por el silencio, aún queda mucho por hacer y no faltan resistencias y dificultades, pero el camino que recorrer es ahora más claro.
La constitución de la Comisión para la Protección de los Menores anunciada por el Papa Francisco en diciembre de 2013, integrada por miembros de todos los continentes, indica la maduración del camino de la Iglesia Católica. Después de configurar y desarrollar dentro de ella una respuesta decidida a los problemas de abusos sexuales de menores (por parte de sacerdotes u otros operadores eclesiásticos),se plantea de forma sistemática la cuestión no sólo de cómo responder bien al problema en cada sector de la Iglesia, sino también de cómo ayudar más a fondo a las sociedades en las que la Iglesia vive para hacer frente a los problemas de los abusos y violaciones de los menores de edad, dado que - como todos deben saber aunque a menudo hay todavía una resistencia considerable a admitirlo - en todas las partes del mundo la gran mayoría de los casos de abuso no se llevan a cabo en los ámbitos eclesiales, sino fuera de ellos (en Asia podemos hablar de decenas y decenas de millones de niños abusados y no precisamente en ámbito católico).
En resumen, la Iglesia, herida y humillada por el flagelo de los abusos, quiere reaccionar no solamente para sanearse a sí misma, sino también para poner a disposición su dura experiencia en este campo, para enriquecer su servicio educativo y pastoral a toda la sociedad que, en general, todavía tiene un largo camino por recorrer para darse cuenta de la gravedad de los problemas y enfrentarlos. En esta perspectiva los hechos que han tenido lugar en Roma en los últimos días finalmente se pueden leer desde una perspectiva positiva.
Hay que reconocer que el cardenal Pell ha dado un testimonio digno y coherente (¡cerca de veinte horas de diálogo con la Comisión Real!) del que resulta una vez más un cuadro objetivo y lúcido de los errores cometidos en muchos ambientes eclesiales (en este caso de Australia) en las últimas décadas. Y esto es una adquisición, no inútil en la perspectiva de la común "purificación de la memoria".
Asimismo hay que reconocer que los diversos miembros del grupo de las víctimas llegado de Australia han mostrado su voluntad de establecer un diálogo constructivo con el cardenal y el representante de la Comisión para la Protección de los Menores – el padre Hans Zollner SI, Pontificia Universidad Grgeoriana – con quien han apurado las perspectivas de esfuerzos eficaces para prevenir los abusos.
Por lo tanto, si los llamamientos que han seguido a Spotlight y la movilización de las víctimas y organizaciones con motivo de las declaraciones del cardenal Pell contribuyen a sostener y mejorar la larga marcha de la lucha contra los abusos de menores en la Iglesia Católica universal y en el mundo actual (donde la dimensión de estos dramas no tiene límites) sean bienvenidos''.