DISCURSO DEL PAPA FRANCISCO
A LOS PARTICIPANTES EN UN CONGRESO ORGANIZADO
POR EL INSTITUTO DE DIÁLOGO INTERRELIGIOSO (ARGENTINA)
Sala del Concistoro
Viernes, 5 de mayo de 2023
________________________________________
Muchas gracias por la visita. Gracias por esta reunión que hicieron ustedes. Tomar el tema del diálogo parece una novedad. (¡Perdón! Me olvidé de saludar a la Embajadora, que tuvo la gentileza de acompañar a los argentinos, gracias) Sin embargo, todos dialogamos, todos. El asunto es con quién dialogo, y las confesiones religiosas no siempre dialogaron. El cambio está en que antes se hablaba con el espejo; te mirabas y te respondías, y condenabas a los que estaban afuera, los clasificabas.
Recuerdo en Buenos Aires, en la zona de Versalles, había un párroco famoso, no voy a repetir el nombre acá porque de mortis nihil nisi bene, pero que cuando venían las carpas de los evangelistas, a la noche mandaba a los scouts a incendiarles la carpa. Eso pasó en Buenos Aires, y pasó cuando yo era chico.
Cuando yo era chico me explicaban cómo habían nacido los protestantes: era realmente una historia condenatoria, sin ninguna posibilidad de que fueran personas. Pero recuerdo una vez, tendría cuatro años, iba caminando por la calle con mi abuela —lo recuerdo, lo estoy viendo— y por la vereda de enfrente venían dos señoras del Ejército de Salvación, con esos moños que llevaban antes, el gorro y los moños, y yo le pregunté a la abuela: “Abuela, ¿qué son esas señoras, son monjas?”. Ella me dijo “no, son protestantes, pero son buenas”. Es el primer discurso ecuménico que yo escuché en mi vida, en un ambiente condenatorio total.
En cambio, con los judíos siempre tuve un acercamiento grande por la escuela, tuve varios compañeros judíos, a veces estudiábamos juntos. Y ya como arzobispo me tocó acompañar, mientras estaba muriendo, a uno de estos compañeros judíos, que no renegó de su fe, pero su amigo obispo lo estaba acompañando. Así que tuve una experiencia de diálogo interreligioso muy linda, sobre todo con los judíos, sobre todo papá. El trabajo de papá, era contador de una tintorería de hilados famosa, y tenía varios amigos judíos, varios clientes judíos que venían a la casa. Eso de chico lo tuve, pero el diálogo con las iglesias evangélicas es una cosa que vino después, porque había una condenación muy grande en la sociedad en aquella época. Ya te digo, la primera cosa linda que escuché de los protestantes es a mi abuela, por lo demás se iban todos al infierno, todos.
Es importante que ese diálogo que cada uno hacía con el espejo de su propia confesión se haya extendido y se haga entre hermanos, y no haya miedo a dialogar fuera del espejo. Más aún, sin el afán de convencer el uno al otro, de convertir a otro, no. Se dialoga, se dialoga, cada uno cuenta su experiencia, que es una experiencia de Dios. Y Dios se manifiesta en todas las culturas, en todas, a la manera de esa cultura, se manifiesta en los pueblos que han caminado por una ruta de la historia de modo diverso, a pueblos que han caminado de otra manera, pero es el mismo Dios. Y ese que es Padre de todos nos lleva a dialogar. En nuestra vida se da siempre un camino desde el diálogo con el espejo al diálogo con la realidad, al diálogo con los hermanos; con la realidad viviente que son los hermanos. Es la mano tendida.
Ayer en la tarde tuve dos horas y media, largas, con pastores evangélicos polacos y de diversas confesiones evangélicas, y algún obispo polaco también. ¡Y con qué respeto cada uno contaba su camino! Escuchaba y yo quedé contento, me hizo bien compartir. No somos aislados, no somos islas. “Mi Iglesia es la única, la verdadera, ustedes son de segunda o de cuarta”. ¡No! No, eso no hay que decirlo.
Estoy convencido de que el camino que sigo es el que Dios quiere verdadero para mí. Y como cuando hablo de mi confesión religiosa, por coherencia digo “no, esta es la verdadera”, pero respeto el camino de los demás que también dicen “esta es la verdadera”. Y esto no es relativismo, es respeto, es respeto, respeto y convivencia.
Les agradezco estos esfuerzos que ustedes hacen y les pido que recen por mí, cada cual en su idioma, en sus gestos, porque necesito ser sostenido por la oración de los hermanos. Si los argentinos no rezamos unos por los otros estamos fritos, porque lo único que nos queda es eso, en lo demás nos peleamos siempre, entonces recemos unos por los otros para andar adelante.
En el protocolo está siempre previsto al final una oración, una bendición. Yo quisiera hacer con ustedes un segundo de silencio, cada uno eleve su corazón al Señor y pida por su hermano y su hermana que está hoy aquí reunido. Y gracias por todo lo que hacen.
Copyright © Dicastero per la Comunicazione - Libreria Editrice Vaticana