DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LA COMUNIDAD DEL "ST. MARY SEMINARY"
DE LA DIÓCESIS DE CLEVELAND (EE UU)
Sala Clementina
Lunes, 6 de marzo de 2023
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Excelencia,
queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Os doy una cordial bienvenida a vosotros, sacerdotes, diáconos, seminaristas, profesores y personal del seminario de Santa María, y agradezco al obispo Malesic sus palabras de saludo en nombre de todos.
Queridos amigos, vuestra visita aquí en Roma, en el corazón de la Iglesia, llega cuando celebráis el 175º aniversario de la fundación de vuestro Seminario. La ocasión es propicia para dar gracias a Dios por el gran número de sacerdotes formados por vuestra institución a lo largo de estos años. También me complace saber que el Seminario sigue respondiendo a las necesidades actuales de la Iglesia, educando y formando a diáconos y ministros laicos para ayudar a los miembros del pueblo santo de Dios a vivir su llamada a ser discípulos misioneros. Esta llamada adquiere cada vez mayor importancia a la luz del camino sinodal que toda la Iglesia ha emprendido.
Mientras avanzáis en el camino hacia la ordenación y el servicio pastoral, quisiera compartir con vosotros algunas breves reflexiones sobre tres características del proceso sinodal que también son esenciales para vuestra formación como futuros sacerdotes y ministros del Evangelio.
La primera característica es la escucha, sobre todo del Señor. Sabemos que solos no podemos hacer nada, porque «si el Señor no construye la casa,| en vano se afanan los albañiles» (Sal 127,1). Esta conciencia nos llama a dar espacio cada día de nuestra vida al Señor, a meditar su Palabra, a encontrar luz para nuestro camino con la ayuda del acompañamiento espiritual y, sobre todo, a pasar tiempo con Él en oración, escuchándole en silencio ante el Sagrario. No olvidéis nunca la importancia de poneros ante el Señor para escuchar lo que Él quiere deciros. En efecto, escuchar la voz de Dios en el fondo de nuestro corazón y discernir su voluntad es indispensable para nuestro crecimiento interior, sobre todo cuando nos enfrentamos a tareas urgentes y difíciles. En este sentido, la vida del seminario os ofrece ya la oportunidad de cultivar un hábito de oración que os servirá en vuestro futuro ministerio. Al mismo tiempo, escuchar al Señor implica también responder con fe a todo lo que Él ha revelado y que la Iglesia transmite, para que podáis enseñar y proclamar a los demás la verdad y la belleza del Evangelio de manera auténtica y gozosa.
La segunda característica del camino sinodal que os propongo es caminar juntos. Vuestro tiempo de formación en el seminario es una oportunidad para profundizar en el espíritu de comunión fraterna, no sólo entre vosotros, sino también con vuestro obispo, con el presbiterio de la Iglesia local, con los fieles consagrados y laicos, así como con la Iglesia universal. Debemos reconocernos como parte de un gran Pueblo que ha recibido las promesas de Dios como un don, no como un privilegio. Del mismo modo, vuestra vocación es un don que hay que poner al servicio de la edificación del cuerpo de Cristo (cf. Ef 4, 12). De hecho, el buen pastor camina con el rebaño: a veces delante, para mostrar el camino; a veces en medio, para animar, y a veces detrás, para acompañar a los que más les cuesta. Recordad siempre que es importante caminar con el rebaño, nunca separados de él.
Por último, la tercera característica: el testimonio. Escuchar a Dios y caminar junto a los demás da fruto al convertirnos en signos vivos de Jesús presente en el mundo. Que vuestros años en el seminario os preparen para entregaros completamente a Dios y a su Pueblo santo, en el amor célibe y con un corazón indiviso. La Iglesia necesita vuestro entusiasmo, generosidad y celo para mostrar a todos que Dios está siempre con nosotros, en cualquier circunstancia de la vida. Rezo para que, en las diversas formas de apostolado educativo y caritativo en las que ya estáis comprometidos, seáis siempre signo de una Iglesia en salida (cf. Evangelii gaudium, 20), que testimonia y comparte el amor misericordioso de Jesús con todos los miembros de la familia humana, especialmente con los pobres y los necesitados.
Queridos amigos, escuchar, caminar juntos y dar testimonio marcan el camino sinodal de la Iglesia y también vuestro camino hacia la ordenación sacerdotal. Confío en que, a lo largo de este camino, vuestros estudios y vuestra formación en el seminario Santa María os permitan crecer en el amor fiel a Dios y en el servicio humilde a los hermanos. Os encomiendo a la materna intercesión de la Virgen María, Patrona de vuestro Seminario; de corazón os bendigo a cada uno de vosotros, a vuestras familias y a vuestras Iglesias locales. Y os pido, por favor, que recéis por mí.
Gracias.
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