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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS PARTICIPANTES EN UN ENCUENTRO ORGANIZADO POR MÉDICOS CON ÁFRICA (CUAMM)

Aula Pablo VI
Sábado, 19 de noviembre de 2022

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Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y bienvenidos!

Estoy contento de acogeros. Doy las gracias al arzobispo de Padua por sus palabras tan valientes. Hoy formáis la comunidad misionera de “Médicos con África-CUAMM”. 

Me gusta subrayar el hecho de que vuestra historia empieza cuando, hace 70 años nace, precisamente en Padua, un colegio para acoger jóvenes estudiantes de medicina africanos. Jóvenes africanos. Ya de aquí se ve vuestro estilo: estar con África, incluso antes que estar por África. Y esta es precisamente la actitud buena, porque está en el imaginario, en el inconsciente colectivo, esa actitud fea: África debe ser explotada. Y contra esto está vuestro no: estar con África. Así, estar con África es estar por África. De esa experiencia partió un camino de compartir y de servicio que en estos 70 años atravesó casi todo el continente africano para llevar asistencia médica, siempre en una óptica de desarrollo y prefiriendo la formación del personal local. Hay un gran capital intelectual en África: debemos ayudar a desarrollarlo. Hace un mes, más o menos, tuve un encuentro con estudiantes universitarios de toda África, por Zoom. Me quedé maravillado por la capacidad intelectual de estos jóvenes y de estas jóvenes. Por favor, que no se pierdan; ayudémosles a progresar, a ir adelante porque África no debe ser explotada, debe ser promovida.

Vuestra obra es una forma concreta de poner en práctica algo que pedimos cada día en el “Padre nuestro”. Nosotros pedimos al Padre celeste: “Danos hoy nuestro pan de cada día”. Y este “pan” es también la salud. La salud es un bien primario, como el pan, como el agua, como la casa, como el trabajo. Vosotros os comprometéis para que no le falte el pan cotidiano a tantos hermanos y hermanas que hoy, en el siglo XXI, no tienen acceso a una asistencia sanitaria normal, de base. Es vergonzoso: la humanidad no es capaz de resolver este problema, pero es capaz de llevar adelante la industria de las armas que destruyen todo. Se gastan miles de millones para las armas, se queman otros recursos enormes en la industria de lo efímero y de la evasión —la “industria del maquillaje”, por ejemplo—. Cuando rezamos “danos hoy nuestro pan de cada día”, deberíamos pensar bien en lo que decimos, porque muchos, demasiados hombres y mujeres, de este pan, reciben solo las migajas, o ni siquiera esas, simplemente porque nacieron en ciertos lugares del mundo. Pienso en tantas madres, que no pueden tener un parto seguro y a veces pierden la vida; o en tantos niños, que se apagan en la primera infancia. 

Vuestra presencia aquí hoy lleva mi corazón cerca de  países a los que quiero de forma particular, como la República Centroafricana, donde estuve en 2015 para abrir la Puerta Santa, en Bangui; y Sudán del Sur donde, si Dios quiere, iré a inicios del próximo año. Son países muy pobres y frágiles, que el mundo considera importantes solo por los recursos para explotar y que, sin embargo, el Señor considera sus predilectos, en los cuales os manda a ser buenos samaritanos, testigos de su Evangelio. No tengáis temor a afrontar desafíos difíciles, a intervenir en lugares remotos y marcados por la violencia, donde las poblaciones no tienen la posibilidad de curarse. ¡Estad con ellos! Aunque sean necesarios años de fatigas, aunque se sucedan decepciones y fracasos para obtener resultados, no os desaniméis. Perseverad con el servicio obstinado y el diálogo abierto a todos como instrumentos para la paz y la superación de los conflictos.

Otro aspecto hermoso e importante de vuestro estar con África es la colaboración con las Iglesias locales y con las instituciones de los países en los que trabajáis, siempre en una óptica de compartir y de promoción de las poblaciones africanas. Contra la explotación, la promoción. Os animo también a seguir trabajando junto con las congregaciones religiosas misioneras, comprometidas generosamente en el sector sanitario en África. Trabajar juntos uniendo las fuerzas, poniendo a disposición vuestra experiencia y competencia, sosteniendo la innovación social inspirada por el Evangelio, explorando también nuevas formas de financiación de los servicios sanitarios dirigidos a los más pobres.

La pandemia del Covid, la guerra y la grave crisis internacional están poniendo a dura prueba a todos. Así como también las condiciones de sequía: sé de los desastres debidos a la sequía en Kenia… Y si es difícil para el mundo desarrollado, lo es aún más para África, donde las consecuencias son dramáticas, porque las poblaciones son ya muy pobres y faltan sistemas de protección social. África está volviendo atrás y la pobreza se está agravando. Los precios de los alimentos suben por doquier llevando hambre y desnutrición; los transportes sanitarios están bloqueados por el coste excesivo del carburante; los medicamentos y el material sanitario escasean por todas partes. Es una “guerra” escondida, que nadie cuenta y parece no existir y, sin embargo, impacta de forma durísima, especialmente en los más pobres. Que el Señor os ayude a atravesar con valentía esta “noche”, con el corazón dirigido a la aurora, que iluminará esos pequeños brotes de esperanza que ya vemos y de los que vosotros mismos sois testigos. Os doy las gracias porque os hacéis voz de lo que está viviendo África; porque sacáis a la luz los sufrimientos escondidos y silenciosos de los pobres que encontrarías en vuestro trabajo diario. Y os exhorto a seguir dando voz a África, a darle espacio para que pueda expresarse: África tiene voz, pero no se escucha; vosotros debéis abrir posibilidades para que se sienta la voz de África, seguid dando voz a lo que no se ve, a sus fatigas y a sus esperanzas, para agitar la conciencia de un mundo a veces concentrado demasiado sobre sí mismo y poco sobre el otro. El Señor escucha el grito de su pueblo oprimido y nos pide ser artesanos de un nuevo futuro, humildes y tenaces, con los más pobres. 

Finalmente os invito a tener una atención especial por los jóvenes: a favorecer en todos los sentidos, en vuestras actividades, la inserción laboral de la juventud local, tan deseosa de vivir el propio futuro como protagonista sobre todo en los países de origen. Yo os digo que me quedé conmovido de este encuentro que tuve a través de Zoom , de más de una hora y media, con los jóvenes africanos: su inteligencia, su inquietud… Ayudadles a ir adelante: son un tesoro, son muy inteligentes, pero que no sientan que sus proyectos no pueden ir adelante a causa de las condiciones geográficas, sociales, económicas, o muchas veces culturales que los bloquean. Las nuevas generaciones pueden crear nuevos puentes entre Italia y África. Y esto sucede cuando los jóvenes se encuentran, se confrontan y se abren al mundo sin miedos y sin prejuicios. En esta aventura vosotros podéis involucrar las universidades, de tal modo que los itinerarios de formación, búsqueda e investigación, previstos para los jóvenes italianos, sean dirigidos también a la juventud africana. Es en este intercambio que se construyen dirigentes capaces de guiar procesos de desarrollo humano integral. 

Yo quisiera concluir con una fotografía, con una imagen. Cuando estaba visitando Bangui, tuve la oportunidad de conocer —por casualidad— a una religiosa que estaba en África desde hace más de 50 años, en la República Democrática del Congo. Había ido hasta Bangui en canoa para hacer la compra. Era matrona, había ayudado en más de dos mil partos: ¡era la madre allí! Esa mujer durante más de cincuenta años había sido matrona. Era sencilla y llevaba consigo a una chica de catorce o quince años que la llamaba: “mamá”. Y yo, para bromear, ¿qué dije? “¿Esta es una novicia de tu Congregación?”. Y ella: “No, no: es mi hija”. Yo la miré, no entendía. Y me dijo: “En el parto murió la madre, el padre se había ido, abandonó a todos. Estaba sola y yo la adopté legalmente”. Valiente la monja ¿eh? Se hacía cargo de ella. Y todavía vive allí, en la República Democrática del Congo, y todavía con la canoa cada sábado va a hacer la compra a Bangui y vuelve, y sigue siendo matrona. Una vida escondida para dar la vida. Quiero dejaros solamente esta fotografía. Pensemos en tantos y tantas que, como esta monja, han gastado la vida en África para ayudar a los africanos a crecer. Id adelante, ¡sed valientes con estos pioneros que tenemos delante de nosotros!

Os agradezco mucho por este encuentro y por lo que hacéis. Que la Virgen os acompañe siempre en vuestro camino y en vuestro trabajo. También yo estoy cerca de vosotros con la oración. De corazón os bendigo a vosotros aquí presentes, a toda la familia del CUAMM  y a todas las personas que cuidáis. Y por favor, no os olvidéis de rezar por mí. Gracias.



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