DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS MIEMBROS DEL "PROGETTO AGATA SMERALDA"
Sala Clementina
Sábado, 5 de marzo de 2022
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Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Les doy la bienvenida a todos y agradezco al presidente, el profesor Mauro Barsi, las palabras que ha utilizado para presentar nuestra reunión. Y me complace que el arzobispo de Florencia, el cardenal Giuseppe Betori, le haya acompañado. Sé que su Asociación tiene un fuerte vínculo con la diócesis florentina, un vínculo que no es formal sino de fondo, de colaboración directa “en el terreno”, especialmente en Salvador de Bahía. Esto es muy bueno.
Hace poco, en una de las catequesis dedicadas a san José, toqué el tema de la adopción de niños. Elogié y animé a los cónyuges que abren sus corazones y sus hogares para acoger a un niño o una niña que no tiene familia. Del mismo modo, esta sensibilidad, esta apertura, esta paternidad y maternidad son también la base de su compromiso. En efecto, quienes eligen la adopción a distancia están motivados por el deseo de ayudar a un niño para que se sienta querido, para que no le falte lo necesario, para que crezca bien... En este caso, echar una mano significa dar el futuro.
Les estoy muy agradecido porque cooperan en difundir en el mundo la ternura de Dios, su paternidad, que es el gran regalo que nos hizo Jesús. Jesús no se limitó a hablarnos del Padre, no, nos acogió en su propia relación con el Padre. Por eso se encarnó y nació de María, por eso vivió nuestra existencia humana, por eso sufrió, por eso murió y resucitó: todo para que nosotros, cada uno de nosotros, podamos convertirnos en hijos del Padre que está en el cielo. Y san Pablo dice: “Para que recibamos la adopción como hijos” (Gal 4,5). Hemos sido “adoptados” por el Padre a través de Jesús: Él nos hizo entrar en esta relación con el Padre, con la conciencia de ser hijos por adopción. Y esto es lo que ustedes hacen con los demás.
¡Hay una gran necesidad de paternidad y ternura! “Ternura” es una palabra que ha sido expulsada muchas veces de los diccionarios de la vida cotidiana. La verdadera revolución en el mundo la hacen los que trabajan día a día, en silencio, para que los pequeños y los pobres dejen de ser despreciados, desechados, abandonados, y puedan levantarse y vivir según su dignidad de hijos de Dios. Y una adopción a distancia bien preparada, bien supervisada y bien acompañada hace precisamente eso. Es una pequeña semilla del Reino de Dios, que crece y da fruto en la medida en que se cultiva con amor.
He leído que sus adopciones a distancia activas hasta la fecha ascienden a unas siete mil, en las que participan muchos colaboradores y muchos laicos, monjas y sacerdotes que trabajan en las periferias del mundo. Doy gracias al Señor con ustedes. Y aprecio el hecho de que atribuyan todo esto a su Providencia. Sí, sólo somos colaboradores de la Providencia. Y esto nos llena de alegría y reconocimiento.
Queridos amigos, os doy las gracias por este encuentro. Sigan adelante, con la gracia de Dios. Los acompaño con mi bendición, que doy de corazón a ustedes aquí presentes, a todos los que comparten y apoyan su labor, y a todos los niños y niñas, a los niños y niñas que acompañan con adopciones. Que la Virgen los proteja siempre. Y, por favor, no se olviden de rezar por mí. Gracias.
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