DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A UNA DELEGACIÓN DE LA CUSTODIA DE TIERRA SANTA
CON MOTIVO DEL CENTENARIO DE LA REVISTA "TIERRA SANTA"
Sala Clementina
Lunes, 17 de enero de 2022
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Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
[Perdonadme si me quedo sentado, pero me duele la pierna hoy… Me duele, me duele si estoy de pie. Así es mejor para mí.]
Os doy la bienvenida con ocasión de los cien años de la revista “Tierra Santa”. Doy las gracias al Custodio de Tierra Santa, Padre Francesco Patton, O.F.M., por sus palabras introductorias. Y saludo con reconocimiento a todos vosotros, que trabajáis en la redacción de la revista en las diferentes ediciones lingüísticas y para la Editorial Tierra Santa; como también a aquellos que se ocupan de las páginas web y de las redes sociales y a todos los colaboradores del Christian Media Center . El servicio que desempeñáis hoy está en línea de continuidad con la intuición comunicativa que hace cien años guio el Custodio Ferdinando Diotallevi, y consiste —como él escribía en el primer número de la revista— en el «hacer conocer más la Tierra Santa, la Tierra de Dios, la cuna del cristianismo, los venerables santuarios donde se llevó a cabo la Redención del género humano».
Hacer conocer Tierra Santa quiere decir transmitir el “Quinto Evangelio”, es decir el ambiente histórico y geográfico en el que la Palabra de Dios se ha revelado y después hecha carne en Jesús de Nazaret, por nosotros y por nuestra salvación. Quiere decir también hacer conocer la gente que la habita hoy, la vida de los cristianos de las varias Iglesias y denominaciones, pero también la de los judíos y musulmanes, para tratar de construir, en un contexto complejo y difícil como el medioriental, una sociedad fraterna.
La comunicación, en tiempo de redes sociales, debe ayudar a construir comunidad, mejor todavía, fraternidad (cf. Mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales 2019). Os animo a contar la fraternidad posible: esa entre los cristianos de Iglesias y confesiones lamentablemente todavía separadas, pero que en Tierra Santa a menudo están ya cerca a la unidad, como yo mismo he tenido ocasión de constatar. Contar la fraternidad posible entre todos los hijos de Abrahán, judíos, cristianos, musulmanes. Contar la fraternidad eclesial que se abre a los migrantes, a los desplazados y a los refugiados, para devolverles la dignidad de la que han sido privados cuando han tenido que dejar su patria buscando un futuro para sí mismos y para sus hijos. Contar esa realidad.
Os doy las gracias porque, para contar Tierra Santa, os esforzáis por encontrar personas donde están y como son (cf. Mensaje para la J.M.C.S. 2021). De hecho, para realizar vuestros servicios, vuestras consultas y publicaciones no os limitáis a los territorios más tranquilos, sino que visitáis también las realidades más difíciles y sufrientes, como Siria, Líbano, Palestina y Gaza. Sé que tratáis de presentar las historias de bien, las de resistencia activa al mal de la guerra, las de reconciliación, las de restitución de la dignidad a los niños a los que se les ha robado la infancia, las de refugiados con sus tragedias, pero también con sus sueños y sus esperanzas. Gracias porque, para hacer así vuestro trabajo, habéis desgastado las suelas de los zapatos, y sé que las desgastaréis también en el futuro, para poder contar todo esto.
De hecho, en el comunicar una determinada realidad, nada puede sustituir completamente la experiencia personal, el vivir ahí. Y vosotros vivís y trabajáis precisamente en el lugar en el que la Palabra de Dios, su mensaje de salvación se ha hecho carne y se ha vuelto “encontrable” en Jesucristo, no solo en sus palabras, sino en sus ojos, en su voz, en sus gestos (cf. Mensaje para la J.M.C.S. 2021). La atracción de Jesús «dependía de la verdad de su predicación, pero la eficacia de lo que decía era inseparable de su mirada, de sus actitudes y también de sus silencios. Los discípulos no escuchaban sólo sus palabras, lo miraban hablar. De hecho, en Él —el Logos encarnado— la Palabra se hizo Rostro, el Dios invisible se dejó ver, oír y tocar […] (cf. 1 Jn 1,1-3). La palabra es eficaz solamente si se “ve”, sólo si te involucra en una experiencia, en un diálogo» (ibid .).
Queridos comunicadores de la Custodia de Tierra Santa, vosotros estáis llamados a dar a conocer lo que el Sínodo sobre la Palabra de Dios (2008) y después el Papa Benedicto XVI llamaron “el Quinto Evangelio”, es decir, esa Tierra en la que la historia y la geografía de la salvación se encuentran y permiten hacer una lectura nueva del texto bíblico, en particular de los textos evangélicos. Ahí «podemos ver, más aún, palpar la realidad de la historia que Dios ha realizado con los hombres. Comenzando por los lugares de la vida de Abraham hasta los lugares de la vida de Jesús, desde la Encarnación hasta el sepulcro vacío, signo de su resurrección. Sí, Dios ha entrado en esta tierra, ha actuado con nosotros en este mundo» (Benedicto XVI, Regina Caeli, 17 de mayo de 2009). Y el misterio pascual ilumina y da sentido también a la historia de hoy, al camino de las poblaciones que viven en esa Tierra hoy, camino marcado lamentablemente por heridas y conflictos todavía hoy, pero que la gracia de Dios siempre abre a la esperanza, esperanza de fraternidad y de paz (cf. ibid.). También en este sentido, contando la Tierra Santa, vosotros contáis el “Quinto Evangelio”, el que Dios sigue escribiendo en la historia.
A través de los medios de comunicación social vosotros podéis enriquecer la fe de muchos, también de los que no tienen la posibilidad de hacer una peregrinación a los lugares santos. Lo hacéis mediante vuestro compromiso profesional, realizado cada día con competencia al servicio del Evangelio. Esto es precioso para los creyentes del mundo entero y, al mismo tiempo, apoya a los cristianos que viven en la Tierra de Jesús. Y quiero aprovechar esta ocasión para expresarles mi cercanía. Les recuerdo siempre, también en la oración. Por favor, volviendo a casa, llevad mi saludo y mi bendición a las familias y las comunidades cristianas de Tierra Santa.
Queridos hermanos y hermanas, que os acompañe siempre en vuestra actividad la providencia del Señor y la protección de la Virgen Santa. Imparto de corazón la Bendición a todos vosotros y a los colaboradores que no han podido venir. Y os pido una oración también para mí desde Tierra Santa. ¡Gracias!
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