DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
A LOS PARTICIPANTES EN EL CONGRESO DE SOLIDARIDAD INTERNACIONAL TRINITARIA
Sala Clementina
Lunes, 25 de abril de 2022
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Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días y bienvenidos!
Me complace darles la bienvenida a ustedes que participan en el Congreso de “Solidaridad Internacional Trinitaria”, expresión de la Orden de la Santísima Trinidad. Agradezco al Superior General sus palabras de saludo y presentación.
Me ha impresionado ver cómo han sido capaces de actualizar el carisma de la Orden dando vida a esta organización, que defiende la libertad religiosa no de forma teórica, sino atendiendo a las personas perseguidas y encarceladas a causa de su fe. Pero, al mismo tiempo, no falta el estudio y la reflexión por su parte, que también se expresa en el ámbito académico a través del curso de estudios sobre la libertad religiosa en el Angelicum, cátedra que lleva el nombre de su fundador san Juan de Mata.
Les felicito por este compromiso que llevan a cabo precisamente recurriendo al carisma original. Nos remontamos más de ocho siglos atrás, a la época de san Francisco de Asís. El Espíritu Santo suscitó en aquel momento —como lo hace siempre, en todas las épocas— testigos capaces de responder según el Evangelio a los desafíos del momento. Juan de Mata fue llamado por Cristo a dar su vida por la liberación de los esclavos, tanto cristianos como musulmanes. No quiso hacerlo solo, individualmente, sino que fundó para ello una nueva Orden, una Orden “en salida”, nueva también en la forma de vida, que debía ser un apostolado “en el mundo”. Y el Papa Inocencio III dio su aprobación y apoyo pleno.
“Orden de la Santísima Trinidad y los cautivos”, es decir, esclavos, prisioneros. Esta combinación también da que pensar: la Trinidad y los esclavos. Es inevitable pensar en el primer “sermón” de Jesús en la sinagoga de Nazaret, cuando leyó el pasaje del profeta Isaías: «El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos […], para dar la libertad a los oprimidos» (Lc 4,18; cf. Is 61,1-2). Jesús es el enviado del Padre y es movido por el Espíritu Santo. En él actúa toda la Trinidad. Y la obra de Dios Amor, Padre, Hijo y Espíritu Santo, es la redención del hombre: por eso Cristo derramó su sangre en la cruz. Como rescate por nosotros, por cada uno de nosotros. Esta obras se prolonga en la misión de toda la Iglesia. Pero en su Orden ha encontrado una expresión singular, peculiar, diría “literal” —un poco como la pobreza en Francisco—, es decir, el compromiso con el rescate de los esclavos. “Redimir”. Y para redimir a alguien hay que pagar, y se paga el precio con la vida. Esto es hermoso.
Este carisma es de flagrante actualidad, ¡por desgracia! Y lo es tanto porque también en nuestra época, que se jacta de haber abolido la esclavitud, en realidad hay muchos, demasiados hombres y mujeres, incluso niños reducidos a vivir en condiciones inhumanas, esclavizados; como porque, y bien lo señala su conferencia, la libertad religiosa es violada, a veces pisoteada en muchos lugares y de diversas maneras, algunas toscas y evidentes, otras sutiles y ocultas. Hubo un tiempo en que la gente solía dividir a la humanidad en buenos y malos: “Este país es bueno...”. —“¡Pero fabrica bombas!” —“No, es bueno” —“Y este es malo...”. No, hoy en día la maldad ha impregnado a todo el mundo y en todos los países hay buenos y malos. La maldad, hoy, está en todas partes, en todos los Estados. Incluso en el Vaticano, tal vez.
Queridos amigos, les agradezco su trabajo y los animo a continuarlo, también colaborando con otras instituciones, eclesiales o no, que comparten su noble propósito. Pero, por favor, sin perder su especificidad, sin “diluir” el carisma. Que Nuestra Señora y san Juan de Mata acompañen siempre el camino de la Orden y el servicio de la Solidaridad Internacional Trinitaria. Les bendigo de corazón. Y, por favor, no se olviden de rezar por mí. Gracias.
[Bendición]
Después de la foto les saludaré, pero discúlpenme, tengo que hacerlo sentado, no de pie, porque mi rodilla... Es esa enfermedad que antes se llamaba ‘enfermedad de las monjas’, porque era la época en que las monjas rezaban, ¡y de tanto rezar de rodillas se enfermaban! Esto se curará, pero mientras tanto debemos hacer las cosas bien.
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