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DISCURSO DEL SANTO PADRE FRANCISCO
DURANTE LA INAUGURACIÓN DE LA NUEVA SALA DE EXPOSICIONES
DE LA BIBLIOTECA APOSTÓLICA VATICANA

Viernes, 5 de noviembre de 2021

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Queridos hermanos y hermanas:

Mis cordiales saludos a todos. Agradezco las palabras del Cardenal Archivero y Bibliotecario. Saludo al Cardenal Farina que ha querido honrarnos con su presencia. Saludo al Prefecto, al Viceprefecto, a los miembros de la comunidad de trabajo de la Biblioteca Vaticana y a todos los distinguidos invitados y amigos presentes.

En el Evangelio de Juan, el adjetivo kalòs (hermoso) se utiliza exclusivamente en referencia a Jesús y a su misión. Es aquí, por ejemplo, donde aparece en labios de Jesús el epíteto cristológico “Yo soy el hermoso pastor” (10,11), que nosotros traducimos habitualmente “Yo soy el buen pastor”. Es cierto que Jesús es el buen pastor, pero también es hermoso. En el Evangelio de Mateo, en cambio, Jesús habla de la belleza de sus discípulos: los desafía a brillar, a hacer visible la belleza de sus obras como forma de alabanza a Dios: “Brille vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo” (5,16).

La belleza no es la ilusión efímera de una apariencia o de un ornamento, sino que surge de la raíz de la bondad, la verdad y la justicia, que son sus sinónimos. Pero no debemos dejar de pensar y hablar de la belleza, porque el corazón humano no sólo necesita el pan, no sólo necesita lo que garantiza su supervivencia inmediata: también necesita la cultura, lo que toca el alma, lo que acerca al ser humano a su dignidad profunda. Por eso la Iglesia debe dar testimonio de la importancia de la belleza y la cultura, en diálogo con la particular sed de infinito que define al ser humano.

También por estos motivos me alegra inaugurar hoy la sala de exposiciones de la Biblioteca Vaticana, y mi deseo es que su luz brille. Sin duda, brillará por la ciencia, pero también por la belleza. Y doy las gracias a todos los que han trabajado tanto para crear este espacio, que ha sido posible gracias a la generosidad de amigos y benefactores y al cuidado arquitectónico y científico de los profesionales.

Habéis querido que la exposición inaugural fuera una reflexión sobre la Encíclica Fratelli tutti. La habéis planteado como un diálogo construido en torno a obras pertenecientes a la Biblioteca y obras de un artista contemporáneo, al que saludo y doy las gracias. Aprecio este reto de crear un diálogo. La vida es el arte del encuentro. Las culturas enferman cuando se vuelven autorreferenciales, cuando pierden su curiosidad y su apertura al otro. Cuando excluyen en lugar de integrar. ¿Qué ventaja tenemos al hacernos guardianes de las fronteras, en lugar de guardianes de nuestros hermanos y hermanas? La pregunta que Dios nos repite es: “¿Dónde está tu hermano?” (cf. Gn  4, 9).

Queridos amigos, el mundo necesita nuevos mapas. En este cambio de época que la pandemia ha acelerado, la humanidad necesita nuevos mapas para descubrir el significado de la fraternidad, la amistad social y el bien común. La lógica de los bloques cerrados es estéril y está llena de malentendidos. Necesitamos una nueva belleza, que ya no sea el reflejo habitual del poder de unos pocos, sino el mosaico valiente de la diversidad de todos. No debe ser el espejo de un antropocentrismo despótico, sino un nuevo cántico de las criaturas, donde una ecología integral encuentre una concreción real.

Desde el inicio de mi pontificado, he llamado a la Iglesia a convertirse en una “Iglesia en salida” (cf. Exhortación Apostólica Evangelii gaudium, 20-24) y protagonista de la cultura del encuentro. Lo mismo ocurre con la Biblioteca, que sirve mejor a la Iglesia si además de preservar el pasado se atreve a ser frontera del presente y del futuro. Sé que sois conscientes de ello: que nuestra responsabilidad es mantener vivas las raíces, la memoria, mirando siempre hacia las flores y los frutos. Soñemos juntos con “nuevos mapas”. Pienso en particular en la necesidad de pasar de lo analógico a lo digital, de traducir cada vez más nuestro patrimonio a nuevos lenguajes. Es cierto, es un reto histórico que debemos afrontar con sabiduría y audacia. Cuento con la Biblioteca Apostólica para traducir el depósito del cristianismo y la riqueza del humanismo a las lenguas de hoy y de mañana.

Os doy las gracias por este hermoso resultado de vuestro trabajo y por el bien que hacéis. Que mi bendición os acompañe. Y por favor, rezad por mí. Gracias.

[Al final del encuentro, el Papa Francisco se dirigió a los empleados de la BAV con estas palabras:]

Muchas gracias por vuestro trabajo, por vuestro testimonio: es un trabajo oculto, pero que lo sostiene todo... A veces pensamos en el valor de las cosas o de las personas que se pueden ver, pero hay mucha, mucha gente oculta que lleva adelante la vida, la familia, el mundo, la sociedad, todo, la cultura... Gracias por este trabajo, gracias. Y pido al Señor que os bendiga, a vosotros y a vuestras familias. [Bendición] Y gracias, gracias una vez más.



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